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La Habana, cadenciosa con sabor a ron

Por: Brenda Liz Nuñez

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El Malecón… siempre vivo

Pareciera tener vida propia y es considerado como el mejor “balcón” al Mar Caribe. Se extiende a lo largo de ocho kilómetros en los que siempre hay movimiento.
Sin embargo, el mejor momento para visitarlo es por la tarde, justo antes del atardecer, cuando el sol pinta de naranja y rosa las fachas de los cientos de edificios que bordean la avenida.
Por la noche, el Malecón se llena de turistas y locales que se congregan para refrescarse con la brisa del mar y para comenzar la fiesta acompañados de guitarras, tambores y ron.
Comienza el recorrido frente al famoso Castillo del Morro, cerca del Paseo del Prado y camina, sin prisa, para admirar las hermosas fachadas, hasta llegar al famoso Hotel Nacional, edificio emblemático de la capital cubana.

Una ciudad con experiencia

Considerada Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1982, esta zona de sólo cinco kilómetros de superficie es hogar de miles de edificios de distintos estilos arquitectónicos debido a la herencia española, francesa y británica que en el pasado consolidó ahí su poderío.
La decadencia del paisaje enamora y quita el aliento a cualquiera. Muchos de estos centenarios edificios han sobrevivido el paso del tiempo y también a la falta de mantenimiento, lo que les da un encanto único en el mundo.
Afortunadamente, muchos de ellos están siendo restaurados, dando paso a la llegada de nuevos y modernos hoteles, restaurantes, galerías y comercios, pero siempre respetando  el estilo que le dio a la Habana Vieja el nombramiento por la UNESCO hace ya casi 30 años.
Comienza la visita por la mañana, en la Plaza de San Francisco de Asís, frente a los muelles, para luego visitar la Basílica y la fuente de los Leones. Luego camina hacia la Plaza de Armas y pasea por su calle de adoquines de madera o entre los puestos de libros viejos. Después, piérdete por las callejuelas, o por la famosa Calle Obispo rumbo al Parque Central hasta el Capitolino, que marca el kilómetro cero de todas las carreteras del país.

El Paseo del Prado

Es una de las avenidas más hermosas de La Habana. Data de 1772 y es un claro ejemplo del diseño francés del siglo XVIII. Se trata de un camellón que corre de norte a sur desde el centro de La Habana y hasta el Malecón, cruzando por la explanada del Capitolio, el parque central y la plaza de la Fraternidad.
El paseo, famoso por sus pisos de mármol y por los ocho gigantescos leones de bronce que lo adornan, es cobijado por la sombra de frondosos árboles, por lo que no es de extrañar que propios y extraños pasen horas sentados en las bancas talladas, también en mármol, que flanquean los distintos tramos de esta hermosa avenida.

Barrio Chino habanero

Sí, La Habana tiene su barrio chino. Es pequeño, pero necesario de visitar. Está a sólo unas cuadras del Capitolio, entre las calles de Amistad y Dragones.
El lugar tiene su historia, pues data de 1847 con la llegada de inmigrantes de esa nación expresamente traídos a la isla para trabajar en las plantaciones de caña y café.
La calle principal, y la más turística, es conocida como Zanja y está compuesta por un par de pequeñas cuadras en donde están congregados la mayoría de los restaurantes orientales de la isla. En el Bario Chino habanero encontrarás artesanías, mercados al aire libre donde los locales compran alimentos, ropa y todo tipo de productos.

Ese cubano elixir

No se puede visitar Cuba y menos La Habana sin probar, aunque sea un traguito, de ron. Pero, puede saborearse en mojitos, daiquiris, cuba libre… o derecho, como ellos lo toman. Pero si se quiere aprender un poco más de la elaboración de esta bebida, hay que visitar el Museo del Ron, de Havana Club, en el centro de la ciudad. La entrada incluye un trago de cortesía en el animado bar del recinto, al igual que una interesante explicación por las exposiciones del museo dedicadas a la construcción de barricas de roble, a los ingenios azucareros, a la fermentación y destilería de la bebida.
¿Pero en dónde se sirven los mejores tragos? Prácticamente en cualquier lado, si no se quiere pagar los altos precios por famosas bebidas como el Daiquirí en La Floridita o un mojito en La Bodeguita de En medio, que siempre están atestados de turistas.

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