NOTA: La historia del español y su secta para traficar mujeres en México
En busca de aliviar el dolor luego de la muerte su hijo, una de las víctimas de los Defensores de Cristo habla en exclusiva para Publimetro sobre su devastadora experiencia en el interior de la secta, considerada por especialistas como una de las más destructivas.
Con la certeza de que un accidente la salvó de seguir bajo los tentáculos del grupo que encabezaba el español Ignacio González de Arriba, en la frontera de México con Estados Unidos, Olivia, como prefiere ser identificada, una de las víctimas de la secta Defensores de Cristo, relata su calvario vivido durante tres años.
Desde la ciudad de Torreón, Coahuila, lugar donde la empresa Bioprogramación que ofrecía técnicas para evitar el dolor, se instaló a su llegada a México, la mujer de más de 30 años contó a detalle las formas de presión, prostitución y hasta la venta de órganos a los que eran obligados los adeptos de la organización que después se hizo llamar Defensores de Cristo.
¿Cómo comenzó tu contacto con esta secta?
—Inició en 2008. Acudí por la invitación de un amigo de mi exesposo, en ese momento estaba pasando por una depresión muy fuerte por la pérdida de mi bebé, emocionalmente estaba devastada. Y escucho de lo mucho que puedes hacer para estar bien y decido que quiero tomar esos cursos. Me siento muy bien en el nivel básico y en el segundo que es el intermedio me permiten estar de voluntaria, y ya para abril de 2009 me contratan como su asistente.
¿En qué momento comienzan, las presiones?
—Como jefes José Losanger y su esposa, fueron muy estrictos. Desde un principio comencé a sufrir de violencia laboral y psicológica. Por el mínimo error me castigaban en mi salario. Y la realidad es que yo pagaba mi curso de técnico con mi trabajo. Ellos me decían que tenía que ser un buen ciervo y obedecer.
¿En qué momento interviene Ignacio, el líder?
—Para verano del 2009, se comienza a hablar de la llegada de Ignacio a México desde Brasil. En ese tiempo nos empiezan a hablar también del grupo Defensores de Cristo, y me decían que no era tanto una religión sino una forma diferente de pensar. Además comenzaron a pedir diezmo.
¿Cuál era la mecánica de las aportaciones?
—Sistemáticamente nos metieron en la cabeza que teníamos que dar por semana y luego por día. Ellos recibían diezmos desde lugares como París, España, Colombia, Venezuela y Chile a través de Western Union. Para entonces nos pintaban a Ignacio como el maestro, un ser grande y un ser de luz. Con el tiempo quisieron instalar a Defensores de Cristo como una Iglesia; sin embargo, en México no se pudo porque Ignacio es extranjero.
Entonces llega Ignacio y ¿qué pasa?
—Comienza a haber más cursos que costaban mucho más y también se empieza a decir más abiertamente que él es la encarnación de Cristo. Y cuando llega estipula 343 preceptos dentro de la formación de los apóstoles de Defensores de Cristo, allí se comienza a hablar de la poligamia, sobre la bisexualidad de las mujeres que era bien visto que entre mujeres nos pudiéramos acostar y los apóstoles podían tener siete mujeres e Ignacio hasta 10 mujeres. Y así se comienza a hablar de magia, de catalizarse con sexo.
¿Ese fue el momento más álgido?
—Nos decían que debíamos de tener sexo con mujeres pero no con hombres. Comienza entonces a haber entrada de prostitutas porque se decía que Ignacio estaba malo del corazón y que perdía magia y entonces mandaba a pedir a mujeres para él.
¿Fue muy cercana su relación con González?
—Generamos empatía cercana, pero no tenía ningún privilegio, él me decía que yo debía de obedecer todo lo que allí se decía. Obedecer los 343 preceptos es ser un buen ciervo y llegabas a tener nueve circulos, alcanzarlos es ser una persona de mucha lealtad hasta ser su brazo derecho. Cuando llegó Ignacio también llegó lo peor para mí.
¿A qué te obligaba la secta?
—Tenía que salir a los bares o antros para buscar a mujeres que se prostituían, seducirlas y llevarlas con Ignacio para que se acostaran con él. Perdí mi dignidad y mi familia se desintegró. Había ocasiones en que llegaba Ignacio y me decía tómate esto, me lo tomaba y decía: es veneno, después soltaba la carcajada y decía que tenía que probar mi lealtad.
¿Cómo se da cuenta de lo grave de su situación?
—En 2010, una noche en que salí a buscar mujeres, tuve un accidente que me mantuvo en cama; sin embargo, tuve la fuerza para regresar y renunciar, ha sido muy complicado porque me di cuenta que no tenía ni qué comer, ni cómo vivir, estaba sola.
¿Qué sentiste con la noticia de la detención de González de Arriba?
—Me dio gusto, sentí un descanso; sin embargo, sigo sintiendo la espina de que las autoridades sean lo suficientemente inteligentes para saber a qué se enfrentan, porque estos tipos te manipulan la mente. Me inquieta de cierta manera porque las personas más cercanas van a defenderlo a capa y espada. Lossanger y Tito se van a echar la culpa de todo con tal de que Ignacio salga libre de todo.
¿Qué les pides a las autoridades de los países de origen de los miembros de la secta?
—Por favor, no tomen a la ligera este caso, están frente a unos delincuentes muy peligrosos, unos psicópatas. Imagínate, te lavaban tanto el cerebro que fuimos capaces de vender nuestros órganos para pagarle a ellos y, peor aún, nos enseñaron a morir o matar por él.
Así lo dijo
“Fue mucho lo que perdí, pero el dinero no es tanto, lo que siento es haber perdido mi dignidad, mi libertad, mi voluntad, mis ilusiones, las ganas de vivir, una familia”. Olivia, nombre ficticio de una afectada de Torreón, Coahuila, en el noreste de México.
Vivió bajo violencia psicológica
Con la voz entrecortada, Olivia, platica que no ha superado las secuelas y manifestó a Publimetro que teme por su vida, por lo que afirmó “responsabilizo a Ignacio González de Arriba de todo lo que me pase”.
La secta Defensores de Cristo, violentó la dignidad de cientos de personas en el norte de México. Cuando el grupo llegó al país se ubicó en Torreón, Coahuila, en 2010, se mudó a Nuevo Laredo Tamaulipas.
En esa ciudad fronteriza, las autoridades mexicanas informaron, el 26 de enero, de la detención de 24 personas miembros de la secta Defensores de Cristo, entre ellos 14 extranjeros y 10 mexicanos, encabezados por el español Ignacio González de Arriba, quien era conocido como “Maestro Fénix”.
Análisis de Myrna García Consejera y coordinadora general de la Red de Apoyo para Víctimas de Sectas (Ravics).
¿Quién es responsable de los crímenes sectarios?
Nuestra posición desde Red de Apoyo para Víctimas de Sectas, con respecto a la libertad de culto es: aclaramos que defendemos y seguiremos apoyando la justicia y parte de ella es la misma libertad de culto, pues no es responsable la ley que protege la Libertad de Creencias, sino la falta de información y educación sobre las sectas. Los fraudes se cometen donde quiera y a través de lo que sea. No es la Ley que protege nuestra libertad de creencias la responsable de los crímenes sectarios, sino la falta de educación; y es que si fuese así, podríamos descartar o echar de lado el daño grave que ocasionan las sectas comerciales, filantrópicas, políticas, educativas y terapéuticas. Podríamos sugerir, en todo caso, la creación de una organización que regule e investigue mejor las actividades internas que realizan todas las instituciones civiles, educativas, terapéuticas y religiosas.