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El arduo trabajo detrás de los concursos de la Lotería Nacional

Ilusión, fantasía, sueño, esperanza, nervios o hasta miedo son algunas de las emociones que experimentan quienes alguna vez o con frecuencia compran un billete para probar su suerte en un sorteo. Sensaciones que se desbordan cuando le “pegan al gordo” de la Lotería Nacional para la Asistencia Pública (Lotenal).

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Para muchos jugar a la lotería es tan sencillo como comprar un billete, confiando en su intuición o en su suerte, en la fecha señalada acudir a la sala de sorteos o verlo por televisión. En caso de ganar, cobrar su premio ya sea en efectivo o por cheque en la institución organizadora -dependiendo del monto-, con sólo presentar una identificación oficial.

No hay duda que el premio al ganador será entregado mientras el código de barras sea plenamente distinguible. No importa si el billete fue doblado, si presenta roturas, o por error pasó por la lavadora y la plancha.

Pero a cada paso que da el jugador hacia la “fiesta de la suerte” le antecede una compleja preparación, una organización casi artesanal que acumula horas de trabajo en un proceso meticuloso que se completa varias veces por semana.

No es a libre albedrío. Cada rifa tiene autorización previa de la Junta Directiva de la Lotería Nacional a partir de un calendario de sorteos aprobado cada seis meses, aunque estos pueden celebrarse en cualquier ciudad del país.

Habitualmente, son cuatro por semana: el martes sorteo Mayor con un premio de 18 millones de pesos; miércoles sorteo Gordito cuyo premio mayor es de 10 millones de pesos; para el viernes está el sorteo Superior que entrega hasta 15 millones de pesos; mientras que el domingo se realiza el sorteo Zodiaco con seis millones como máximo premio.

La Lotería organiza algunos más como el Zodiaco Especial, que se realiza el último domingo de cada mes con un premio de 10 millones de pesos; los Sorteos Especiales en fechas representativas de cada mes, donde se otorgan hasta 25 millones; los Sorteos Magnos del 10 de mayo, 15 de septiembre y 31 de diciembre con 75 millones; y el Gordo de Navidad de cada 24 de diciembre con un premio mayor de 150 millones de pesos.

Pero escuchar el ansiado grito “Premio Mayor, Premio Mayor!” o llegar hasta el recuadro que indica al ganador en las mantas de resultados desplegadas en cada expendio de Lotería, implica un trabajo meticuloso más allá que acercarse a verificar determinada cantidad de números. 

EL ORDENADO DE LAS “BOLITAS”

La construcción de sueños inicia en las mesas de distribución, con el ordenado de bolitas en cuadrantes: unidades, decenas, centenas, millares… una a una, números participantes de un lado, montos de premios en otro.

Luego a los ábacos tras escrupulosa revisión, supervisión, verificación y aseguramiento. Llegado el gran día, la exhibición previa al vaciado en la legendaria esfera de donde saldrán para ser anunciados por los Gritones de la Fortuna.

Un proceso prestigioso y confiable certificado por organizaciones internacionales como la Asociación Mundial de Loterías (WLA), organismo que acredita la calidad de los juegos y sorteos institucionales en diversos países.

También pleno de tradición y solemnidad de cuya organización se encarga la Gerencia de Sorteos de la institución: al menos tres veces por semana su personal clasifica, ordena y verifica las miles de bolitas de madera de maple para integrarlas a los ábacos que serán exhibidos en el salón de sorteos.

Primero es la clasificación de boleo con la “distribución”, ordenando cada bolita de acuerdo con la cifra grabada; sigue la “parada”, se organizan las bolitas por cifra ascendente para ser colocadas en las “tablas”.

El siguiente paso es el “ensartado en el ábaco”, y para dar garantía de transparencia, una tarjeta responsiva adjunta especifica nombre y número de sorteo, la fecha y la cantidad de bolitas, así como la firma de cada uno de los trabajadores que intervino en el proceso, hasta su autorización.

En esta labor meticulosa participan al menos 15 personas, entre armadores y verificadores, sujetos todos a constante supervisión a fin de garantizar la certeza y legalidad de cada sorteo que realiza la Lotería Nacional. Igual los ábacos con cada número participante que los que indican los montos de los premios.

Armados los ábacos son revisados a detalle por otro grupo de trabajadores, esa es su única tarea. Validados para cada sorteo, son trasladados al salón de sorteos donde se exhiben por varias horas, previo a su vaciado a las esferas minutos antes de la hora señalada para la rifa.

LA SUERTE, SIEMPRE ESTÁ PRESENTE

Como explica la gerente de Sorteos de la Lotenal, Laura Lutzow, siempre está presente el factor suerte, pero hay la garantía de que para cada número de billete que se emite hay una bolita que será introducida a la esfera, y cualquier persona puede verificar que su número y los montos de los premios anunciados participarán en el sorteo.

Los niños gritones son los únicos que manipulan el mecanismo para girar las esferas, y para dar validez a la rifa se integra un jurado de cinco personas: director (a) general de la Lotería, titular del área Jurídica, del área Comercial, personal de la Secretaría de Gobernación y el del Órgano Interno de Control. “La Lotería hace sus sorteos con transparencia y honestidad”, subrayó la funcionaria.

No hay lugar a equivocación, al menos no por parte de la Lotería. Anécdotas entre los jugadores sí que existen, similares algunas a las se repiten en las pantallas a partir de ilusiones que entreteje tener un “cachito” o un entero, como la reflejada en un capítulo de El Chavo del 8, cuando don Ramón compra al Chavo los billetes de lotería que ya no pudo vender.

La alegría llega cuando invita a todos los vecinos a festejar que por ese gesto solidario ganó el premio mayor… Ilusión que acaba cuando confirma la confusión. El periódico en el que revisó los números premiados del sorteo es de un año pasado.

Otra escena clásica es aquella en la que Viruta y Capulina se ganan la lotería. Previsores, y para no extraviar los billetes que adquirieron los pegan en una puerta, que deben llevar consigo hasta las instalaciones de la Lotería a la hora de cobrar su premio.

Las historias de ganadores, billeteros, niños gritones y empleados son tantas como los días de existencia de la Lotería, fundada en 1770, y algunas tan peculiares que podrían servir de base para el guion de una película. Algunos personajes como “el camellito” de Nosotros los Pobres o la actriz Carmen Salinas son memorables entre los billeteros.

Miles son las historias, desde aquellos que jamás habían comprado un boleto y en la primera ocasión que lo hicieron ganaron el Premio Mayor, o los que por error metieron a la lavadora o perdieron el billete que resultó ganador. Lutzow recuerda que una persona llegó con un billete roto, pero “mientras se distinga el código de barras (el premio) puede ser pagado”.

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