El abandono de su padre cuando tenía nueve años de edad puede ser el detonante de la falta de control en la cancha del uruguayo Luis Suárez, la cual ha manifestado en los últimos años mordiendo a sus adversarios.
No es cualquier actitud antideportiva, sino una mordida que va más allá de la tolerancia a la frustración que pueda presentar un niño de tres años, ante la impotencia de no poder comunicar algo con palabras, afirmó Matilde Matuk, psicóloga de la asociación Sociedad Psicoanalítica de México.
Para Suárez el mejor escaparate, ante la ausencia paterna, fue vivir la vida nocturna sin restricciones mientras, qie a la par intentaba forjar una carrera futbolística.
Todo cambió cuando un entrenador de los equipos inferiores del equipo nacional le dio un ultimátum y a partir de ahí su carrera fue en ascenso, de acuerdo con la especialista, éste fue como la figura paterna que lo rescató, alguien que le pone límites y él lo tomó para bien.
“El vivir en las fiestas es parte del enojo por haber sufrido ese abandono. De todas maneras, hoy como él expresa su frustración es por medio de una falla de control de impulsos, y aquí es donde entran las mordidas: cualquier deporte es frustrante y más con tantas reglas de fair play, al final todos los deportes son como una forma de expresar cómo es la vida, unos ganan otros pierden, unos rompen las reglas.
“¿Qué pasa con los jugadores ante la frustración? la mayoría lo controla de forma diferente, Suárez a través de la mordida, es una reacción muy primitiva de explotar tanto enojo e ira”, añadió Matuk, en una entrevista.
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