Ante los hechos ocurridos el pasado 26 y 27 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, en los que resultaron heridos decenas de jóvenes, asesinados seis de ellos y desaparecidos 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, el Seminario “Historia y política de la educación en México”, de la Maestría en Investigación Educativa de la Universidad Iberoamericana, reflexiona lo siguiente acerca de las normales rurales que surgieron en el México posrevolucionario:
Las “antiguas” prácticas de agravios a la educación pública en general, y a las normales rurales en particular, se repiten a lo largo de la historia en México como parte de una continua represión del aparato estatal, cuyo objetivo ha sido quebrar los movimientos de resistencia, así como sus ideologías. La Escuela Normal Rural de Ayotzinapa se inscribe dentro de estos movimientos contrahegemónicos que el Estado ha intentado contrarrestrar, debido a que los egresados y estudiantes normalistas se han caracterizado por la defensa del derecho a la educación y el desarrollo de una conciencia social.
La Secretaria de Educación Pública creó en 1921 un proyecto de integración nacional, cuyo eje estaba focalizado en la incorporación de la población campesina e indígena al proceso de modernización agrícola, mediante la ampliación de la cobertura educativa de los sectores más marginados, una forma de ello, fue la creación de las escuelas normales rurales. De este modo los maestros rurales se convirtieron en pieza fundamental de la nueva configuración del sistema educativo mexicano.
Fue en el gobierno de Manuel Ávila Camacho cuando se inició el primer ataque contra la escuela de Ayotzinapa, el 2 de abril de 1941, inculpando falsamente a los normalistas de haber sustituido el lábaro patrio por la bandera rojinegra de su huelga estudiantil.
Años más tarde, durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, en el albor de los movimientos sociales y estudiantiles se promovió el cierre de casi la mitad de las normales rurales (15 de las 29 existentes); debido a esto la participación de los normalistas en apoyo al movimiento de 1968 fue contundente.
Desde la década de los setenta y hasta la actualidad, en el marco del proyecto de modernización educativa, se ha vivido un proceso de agudización de los objetivos del poder político, centrado en la desaparición gradual de las escuelas normales rurales, por considerarlas escenarios políticos de desarrollo de una conciencia de clase.
Este proceso vino acompañado de un recrudecimiento de la represión, que se expresó en el año 2011, con el asesinato de dos estudiantes por parte de la Policía Federal durante una manifestación, generando una gran conmoción social; con la reforma educativa en el año 2013, nuevamente las normales rurales se sumaron a las movilizaciones, en este caso, en disconformidad con su aprobación.
El 26 de septiembre de 2014 estudiantes de la escuela Normal de Guerrero se dirigieron al municipio de Iguala con la finalidad de obtener recursos económicos para el traslado a la conmemorativa marcha del 2 de octubre. De regreso a Ayotzinapa fueron interceptados por miembros de la policía municipal, quienes agredieron e hirieron de bala a muchos de ellos, provocando la muerte de seis estudiantes y la desaparición forzada de 43, quienes, luego de más de 40 días sin dar cuenta de sus paraderos, los recientes informes gubernamentales dieron a conocer que los jóvenes fueron asesinados y calcinados esa misma noche.
Es innegable la importancia que las escuelas normales rurales, y en particular la normal de Ayotzinapa, ha tenido en los movimientos estudiantiles y sociales de resistencia al proyecto educativo nacional.
Como representantes de la esfera universitaria cabe preguntarnos y poner en discusión en cada espacio académico y social, la importancia de generar el análisis de estos procesos y la construcción de conocimiento científico que no sólo sirva para explicarlos, sino también para comprenderlos y transformarlos.
Nuestros gobernantes están a prueba y nosotros también, ya no podemos tolerar la impunidad, su irresponsabilidad ni sus discursos vacíos. “El sentimiento colectivo de indignación, de dolor y de coraje demuestra que los mexicanos estamos unidos, que somos solidarios con el sufrimiento de nuestros hermanos y, lo más importante, demuestra que rechazamos la violencia” (Hernández, Reforma 13.10.2014).
Las expresiones en todos los rincones del país recogen nuestro sentir, la necesidad de saber la verdad y de actuar con justicia es un esperado anhelo. ¡Desde la Ibero un abrazo fraterno y nuestra solidaridad!, porque “¡Ayotzinapa somos todos!”.