Karen Hernández vivió el sismo del pasado 19 de septiembre en el noveno piso de un edificio y a más de una semana de que se registró el temblor de 7.1 grados –que dejó como saldo 219 personas fallecidas y 38 inmuebles colapsados– aún tiene miedo.
“Sobre todo porque en mi lugar de trabajo enviaron un correo para informar que ya se había revisado el edificio y que todo estaba bien para laborar en horarios normales y yo dije: ´por supuesto que no voy a volver´. Además tenía miedo porque en el camino de mi casa al trabajo vi que muchos edificios se cayeron”, recordó.
Tanto fue el temor, que el día que regresó a su centro de trabajo –una semana después del sismo– subió los nueve pisos a través de las escaleras y no en elevador. Ahora, dice, sólo espera que con el paso de los días todo vuelva a la normalidad y que el miedo desaparezca.
Y es que a pesar de la desconfianza que hay en la población, la Ciudad de México debe crecer verticalmente, es decir, la capital del país necesita de edificios de departamentos para que el crecimiento urbano sea ordenado, consideraron especialistas consultados por Publimetro.
Ya que la expansión de la urbe hacia la periferia, lo cual sucedió luego del terremoto de 1985, genera problemas de movilidad y de acceso a servicios básicos, que disminuyen, con el paso del tiempo, la calidad de vida de los capitalinos.
“Cada que hay un terremoto siempre existe la tendencia natural de que la gente quiere abandonar los edificios e irse a casas y esto sucede en todas partes del mundo, porque evidentemente vivir un temblor en un edificio es bastante traumático y en el caso de la Ciudad de México está presente la imagen de que se cayeron edificios”, expuso en entrevista Rodrigo Díaz, consultor en desarrollo urbano.
No obstante, el especialista puntualizó que pese al temor, la ciudad debe crecer verticalmente y no alejada de los centros urbanos, pero señaló que el reciente sismo obliga a que las autoridades no tomen medidas improvisadas y a que estudien cada una de las construcciones afectadas para determinar si el problema se encuentra en la norma de construcción, en el suelo o en la forma cómo se edificó.
“Los edificios más altos de la ciudad no sufrieron ningún daño. Por eso hay que ser cuidadosos, hay que hacer una división entre aquellos que se construyeron antes del 85 y después del 85. Los que se construyeron antes se hicieron de acuerdo a una norma que era inadecuada, que había subestimado las cargas del suelo.
El tema, puntualizó Díaz, no es prohibir la construcción de departamentos, sino analizar qué tipo de vivienda se erigirá y que se aseguren de que esté bien construida.
Recordó que tras el terremoto de 1985 las cuatro delegaciones céntricas de la capital quedaron vacías y uno de los lugares a donde mayoritariamente se migró fue Xochimilco, delegación que en consecuencia incrementó sus asentamientos irregulares autoconstruidos y que finalmente el pasado 19 de septiembre sufrió los efectos devastadores del temblor.
“No se cayeron edificios, pero sí construcciones pequeñas autoconstruidas en un lugar que no tuvo ningún tipo de planeación”, concluyó.
Extender la ciudad, un error
Jorge Macías, director de Desarrollo Urbano y Accesibilidad del World Resources Institute (WRI), México coincidió en que la solución no es extender la ciudad a la periferia.
Pero resaltó que para recuperar la confianza en las construcciones verticales es necesario que existan mejores normas y estándares de construcción y que éstas sean monitoreadas de mejor forma.
“Es mucho más fácil vigilar edificios que un montón de casas horizontales. Necesitamos una ciudad bien planeada, y eso conlleva distribuir las oportunidades de atención a desastres de manera equitativa”, puntualizó.
Caso chileno
A decir del consultor en desarrollo urbano, Rodrigo Díaz, en Chile -país con alta actividad sísmica– la clave para prevenir a las ciudades de los terremotos se encuentra en una estricta vigilancia de la implementación de la norma de construcción.
“Los mismos constructores saben que sus edificios tarde o temprano van a sufrir un terremoto. Y nadie quiere ver una construcción suya caída”, apuntó.
Lo que hay, señaló, es una norma muy estricta elaborada por ingenieros de muy buen nivel; no obstante, resaltó, la diferencia entre el país andino y México, es que la norma sí se cumple.
“En México la autoconstrucción es muy grande, el volumen de construcciones erigidas sin la presencia de un ingeniero, de un arquitecto es muy grande. En el caso chileno la mayoría de la gente vive en conjuntos construidos por el Estado, donde hay un arquitecto y un ingeniero responsable”, detalló.
DATO
219 personas fallecieron por el sismo de 7.1, de ellas, la mayoría fueron mujeres
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