El curioso caso de la bola de humo carbólico se desarrolló entre la niebla arremolinada del Londres victoriano, en medio de un laberinto de medicinas sin control que ofrecían curas para casi todo y bajo la amenaza de una terrorífica enfermedad.
Se trataba de la gripe rusa, llamada así porque el primer caso se registró en diciembre de 1889 en San Petersburgo.
Fue la primera pandemia en ocurrir en un mundo altamente conectado: en ese momento, los 19 países europeos más grandes, incluido Rusia, tenían 202.887 kilómetros de vías férreas y los viajes transatlánticos en barco tomaban menos de seis días.
En cuestión de apenas 4 meses ya era global, y alcanzó su punto máximo en Estados Unidos solo 70 días después de hacerlo en San Petersburgo.