MADRID, 22 Ene. (EUROPA PRESS) –
Investigadores de Argentina han encontrado que, desde la década de 1990, hasta el 25% de las especies de abejas reportadas ya no aparecen en los registros mundiales, a pesar de un gran aumento en las bases de datos.
Si bien esto no significa que todas estas especies estén extintas, podría indicar que estas especies se han vuelto lo suficientemente raras como para que nadie las observe en la naturaleza, según publican en la revista ‘One Earth’.
«Con la ciencia ciudadana y la capacidad de compartir datos, los registros aumentan exponencialmente, pero la cantidad de especies reportadas en estos registros está disminuyendo –explica el primer autor Eduardo Zattara, biólogo del Pollination Ecology Group del Instituto de Investigaciones sobre Biodiversidad y Medio Ambiente (CONICET-Universidad Nacional del Comahue)–. Todavía no es un cataclismo de abejas, pero lo que podemos decir es que las abejas silvestres no están prosperando precisamente».
Si bien hay muchos estudios sobre la disminución de las poblaciones de abejas, estos generalmente se centran en un área específica o un tipo específico de abeja. Estos investigadores estaban interesados en identificar tendencias globales más generales en la diversidad de las abejas.
«Averiguar qué especies viven, dónde y cómo le va a cada población utilizando conjuntos de datos agregados complejos puede ser muy complicado –advierte Zattara–. Queríamos hacer una pregunta más simple: ¿qué especies se han registrado, en cualquier parte del mundo, en un período determinado?».
Para encontrar su respuesta, bucearon en el Global Biodiversity Information Facility (GBIF), una red internacional de bases de datos, que contiene más de tres siglos de registros de museos, universidades y ciudadanos privados, que representan más de 20.000 especies de abejas conocidas de alrededor del mundo.
Además de descubrir que ya no se registra una cuarta parte del total de especies de abejas, los investigadores observaron que esta disminución no se distribuye de manera uniforme entre las familias de abejas. Los registros de abejas alíctidas, la segunda familia más común, han disminuido en un 17% desde la década de 1990. Los de Melittidae, una familia mucho más rara, se han reducido hasta en un 41%.
«Es importante recordar que ‘abeja’ no solo significa abejas, a pesar de que las abejas son la especie más cultivada –precisa Zattara–. La huella de nuestra sociedad también afecta a las abejas silvestres, que brindan servicios ecosistémicos de los que dependemos».
Si bien este estudio proporciona una mirada cercana al estado global de la diversidad de las abejas, es un análisis demasiado general para hacer ciertas afirmaciones sobre el estado actual de las especies individuales.
«No se trata realmente de la certeza de los números aquí. Se trata más de la tendencia –aclara Zattara–. Se trata de confirmar que lo que se ha demostrado que sucede a nivel local está sucediendo a nivel mundial. Y también, del hecho de que se logrará una certeza mucho mayor a medida que se compartan más datos con bases de datos públicas».
Sin embargo, los investigadores advierten de que este tipo de certeza puede no llegar hasta que sea demasiado tarde para revertir el declive. «Algo les está sucediendo a las abejas, y es necesario hacer algo. No podemos esperar hasta tener una certeza absoluta porque rara vez llegamos allí en las ciencias naturales –alerta Zattara–. El siguiente paso es empujar a los legisladores a actuar mientras todavía tenemos tiempo porque las abejas no pueden esperar».