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Asertividad y persuasión

Se dice que los seres humanos, hombres y mujeres por igual, desde que nacemos, venimos provistos con ciertos instintos que conforme transcurre el tiempo los vamos desarrollando y perfeccionando, a grado tal que éstos terminan perfilando y delimitando la propia personalidad; por lo que podemos considerar que los individuos más exitosos a cualquier nivel –personal, sentimental, social, profesional, etcétera- son aquellos que, más allá de sus propias limitaciones, aprenden a ser asertivos y persuasivos, y que, partiendo de este par de características logran establecerse como sujetos de confianza, respeto y admiración.

Sin embargo, por principio de cuentas, ¿qué entendemos por asertividad y por persuasión?

Dentro de los distintos estilos de comunicación que existen, las personas asertivas son aquellas que en su accionar cotidiano tienen perfectamente bien identificados cuáles son sus derechos y son mismos los que les conceden a los demás. Además, saben ubicarse atingentemente en el punto medio entre la pasividad y la agresividad, lo que les permite accionar cotidianamente con objetividad y con eso logran defender sus posturas e ideas sin necesidad de agredir u ofender a los demás.

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Por otra parte, la persuasión es aquella habilidad que poseen algunas personas para transmitir ideas y que éstas sean aceptadas, ejecutadas difundidas por el receptor de las mismas porque éste se convenció al 100% de que dicha idea, además de conveniente, le puede acarrear determinado beneficio o satisfactor.

Así las cosas, aquellas personas que logran combinar en sus acciones cotidianas la asertividad y la persuasión en definitiva logran ubicarse en una posición de mayor ventaja en comparación con esos individuos que no lograron desarrollar óptimamente estas dos habilidades y que con frecuencia fracasan en su intento por establecer procesos de comunicación y sinergias de convivencia que requieren de sujetos poseedores de personalidades perfectamente definidas.

Por lo anterior, es trascendental que cuando nos relacionemos con los demás (en la familia, en la escuela, en el trabajo, en la colonia, en el club deportivo, etcétera) siempre tengamos presente que a la hora de comunicarnos debemos ser sumamente claros y concisos con lo que esperamos del resto del mundo. Si queremos convencer a los demás de algo, si deseamos transmitirles cierta idea, si necesitamos que hagan algo por nosotros, es muy importante que en todo momento utilicemos un vocabulario accesible, un lenguaje corporal contundente (pero no agresivo), que nuestro tono de voz sea firme y respetuoso al mismo tiempo, y, como se dice coloquialmente, que no nos tiemble la mano pero tampoco hay que ser groseros y humillantes.

Ahora bien, si nos apegamos al viejo aforismo aquel de que “en la manera del pedir, está el dar”, tenemos que considerar en todo momento las necesidades emocionales de aquellos con los que nos estamos comunicando, porque si bien por un lado con algunas personas funciona hablarles de manera muy fuerte e impositiva, también debemos considerar que hay otros sujetos que requieren de un trato y de palabras más sutiles para que al final se suban al mismo vagón en el que estamos nosotros.


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