Por: Arturo R. Jiménez
Al inicio, tu cabeza no entiende exactamente qué está sucediendo. Es un mar de sonidos de percusión que se levantan como olas desde tu oído izquierdo para caer suavemente en el lado derecho y repetir la acción desde ahí. Es una sonoridad algo familiar, pero con una peculiaridad exótica; un xilófono con reverberación espacial. Es una licencia para entrar a otro mundo, uno de pianos que se balancean de un lado a otro, de voces que con un sedoso “Ahhhhhh” te llevan a la flauta alto que te invita al mismo juego que el xilófono realizaba inicialmente. Es “Latin-Esque” de Esquivel y no hay nada en este mundo como él.
Para muchos, el nombre de Juan García Esquivel es desconocido. Otros, tal vez asocian el nombre con las fotografías de un hombre con un par de maravillosas gafas de pasta. Un menor número de personas recuerdan a Esquivel como el compositor de la música para la serie de televisión Burbujas. Pero aquellos que poseen en su colección de discos de vinilo Infinity in Sound Volume 2, que lo han visto dirigir a los muchachos de La Locura del Rock’ N Roll durante un ensayo de “Vereda Tropical” y que han escuchado “Mucha Muchacha” con unos buenos audífonos, el nombre de Esquivel será siempre asociado con una grandeza artística sin igual.
Don Juan, compositor y arreglista prodigioso desde su adolescencia, comenzó su carrera profesional a los 14 años de edad. Desde el inicio, su acercamiento irreverente y original a la música lo hizo destacar en la radio mexicana y para la edad de 18 dirigía una orquesta de veinte músicos. Esquivel lograba tomar composiciones conocidas y les daba un giro excéntrico, las revivía llenas de colores sonoros y sorpresas auditivas.
Para finales de la década de los cincuenta, el talento de Esquivel captó la atención de la industria discográfica norteamericana y fue invitado a grabar una serie de álbumes para el sello RCA Victor. Durante esa prolífica estancia, Esquivel cambió la forma de escuchar música para siempre: para el álbum Latin-Esque, Esquivel grabó el sonido estéreo separando completamente los canales de audio. La música bailaba de un oído al otro, las voces se alejaban al fondo y caminaban alrededor del espacio. Para esto, Esquivel condujo dos orquestas simultáneamente en dos estudios que se encontraban a una cuadra de distancia. Los resultados son asombrosos y para entonces el sonido de Esquivel era único y lo comenzaron a llamar “Sonorama”. Nunca se había escuchado algo así.
Durante ocho años he realizado una investigación acerca del trabajo de Juan García Esquivel. Mi interés está en encontrar qué es lo que nos mueve en sus composiciones y arreglos; entender ese ingenio que parecía pensar las notas musicales como colores versátiles; en descubrir por qué su talento nos hace reformular todo lo que sabíamos sobre la música.
En este 2018 celebramos 100 años del nacimiento del maestro Juan García Esquivel. Es momento de recordar a una de las figuras artísticas más importantes de México. De rendirle tributo y prestar atención a su imprescindible trayectoria musical. Vamos a celebrar al son de Esquivel y sus otros mundos y otros sonidos.