México ha sido prudente frente a la administración del presidente Trump. Se ha respondido con firmeza que no estamos dispuestos a aceptar que la relación con Estados Unidos se rija por tuits.
A un año de permanecer en la Casa Blanca, Donald Trump ha conocido los reveses que le ha impuesto el poder judicial de su país al desconocer contenidos de las órdenes ejecutivas que ha firmado, especialmente en materia migratoria. El Congreso de Estados Unidos vive tensión por carecer de consensos para aprobar el presupuesto para el año fiscal y miles de empleados federales no podrán ingresar a sus trabajos por esta razón.
Trump no logró revertir la reforma de salud aprobada por la anterior administración, mejor conocida como Obamacare y en el mundo sus estridencias contra Corea del Norte; las expresiones racistas ante países de América Latina y los oscuros nexos con Rusia han ruborizado a su propio cuerpo diplomático que mira con pesar el desprestigio que su presidente le provoca a Estados Unidos.
Ante la verborrea de Trump, el gobierno mexicano se ha mantenido firme al afirmar que no pagaremos bajo ninguna circunstancia la construcción de un muro; que México está lejos de ser uno de los países más peligrosos del mundo; que la violencia generada por el tráfico ilícito de drogas, armas y dinero es un problema compartido que se puede mitigar cuando Estados Unidos reduzca su demanda de drogas; que la posición de México continuará siendo seria y constructiva en la mesa de negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
México debe proseguir dialogando con dignidad sin perder de vista que el interés nacional implica lograr que se garantice el trato justo y el respeto a los derechos humanos de los mexicanos que residen en ese país; haciendo saber que la seguridad de Estados Unidos depende de un México estable como socio y aliado; que la interdependencia económica favorece a los dos países y crea prosperidad para sus pueblos.
La agenda bilateral comprende numerosos asuntos que siguen operando bajo mecanismos acordados previamente. Tal es el caso por ejemplo de los acuerdos de repatriación para el regreso de mexicanos en puntos y horarios específicos; la cooperación para el combate a organizaciones de delincuencia organizada; la cooperación regulatoria para agilizar el tránsito de mercancías y bienes en la frontera.
La dinámica de una relación tan vasta no se ha detenido y ello ha sido producto de una actitud madura por parte del gobierno mexicano, quien se ha negado a la confrontación y ha optado por el diálogo.
México y Estados Unidos han avanzado en el conocimiento mutuo y en la generación de confianza. El diálogo formal e institucional es el único camino que asegura una vecindad en provecho de los dos países.