Por Lucía Martínez
Es cuestión de tiempo para que todas las cosas que son dejen de ser. La sociedad se mueve y se transfigura de manera monstruosa; lo que fue noticia en la mañana se olvida para dar paso a otra cosa en la noche. Podríamos basarnos en el precepto de matar o morir pero la verdad es que en este mundo moderno, la frase “transmedia o muerte” suena más adecuada. Ya no podemos enfocarnos en una sola cosa porque el mundo está siempre exigiendo más contenido, más información. Ya no estamos para que el arte se enfoque simplemente en el pincel y la pintura, sino que tiene que emigrar a cualquier otro medio que se lo permita, al igual que cualquier disciplina que aspira a la vida. La radio no se queda atrás. Habrá algunos que podrían pensar que ha llegado hasta el 2018 herida y golpeada; ya desde los ochenta se viene proclamando su muerte y la han ido envenenando poco a poco, pero la verdad es que es posible que esté más viva que nunca.
El 13 de febrero se celebra un año más del Día mundial de la radio, una oportunidad más para reflexionar sobre uno de los ejercicios más bellos relacionados con la oralidad. Y después de lo mucho que ha sido tocada y sistemáticamente amenazada por las nuevas tecnologías, la radio permanece: como práctica, como modelo, como paradigma de una comunicación que si bien ha logrado prevalecer, sí que ha cambiado. El ejercicio radiofónico encuentra en toda la plataforma transmediática una oportunidad para la adaptación y transmutación. Así como la lectura no murió con el internet, la oralidad tampoco; y es en cada una de estas oportunidades donde la radio ha encontrado sus múltiples posibilidades de existencia.
Las plataformas de streaming apuestan cada vez más por los contenidos radiofónicos “siempre disponibles”, en nuevos modelos donde la radio conversa con sus escuchas cuando estos la quieren encontrar, ya no cuando ella quieren que la encuentren. En 2018 la radio genera comunidades, genera imaginarios democráticos, espacios donde el público tiene voz, donde el escucha adquiere un papel activo. Las redes sociales cada vez más apuestan por empoderar al público y exigirle más a los productores mediáticos convencionales. Cada vez más la radio, la intimidad de la conversación, permea en las plataformas y la convierte en un ejercicio cada día más vigente.