Existe una ley universal descrita en diversas escuelas espirituales y recientemente sustentada por estudios sociales de instituciones académicas que afirma que lo igual atrae a su igual, por lo tanto, el estado físico de un inmueble y las actitudes de las personas en determinado entorno van imantando todo lo que ahí ocurre. Si una casa está deteriorada, luce abandonada, está sucia y desordenada, eso atrae los pensamientos y emociones connaturales al desorden, al abandono, al desorden y a la suciedad.
Lo mismo ocurre con la extensión de nuestras casas: las calles, colonias y toda la cuidad, que si están llenos de basura, grafitis no artísticos y descuido, son ambientes perfectos para la generación de más daño e inmundicia. ¿Qué sentimiento le transmite a usted la visión de un jardín cuidado, verde, frondoso y artístico? Y en contraste, ¿qué siente cuando ve una calle árida, contaminada, rayada, oscura y la percibe maloliente y llena de mugre? Ambas escenas son reflejos de cómo se encuentra el interior de las personas que por ahí pasan o que ahí habitan. Y ambas son también elecciones de aquello que se desea ser y de cómo se quiere vivir.
Es curioso escuchar decir a muchas personas que quieren cambiar el país y el mundo cuando sus propias vidas o casas son un desastre. Siempre hay opciones, y una de ellas es tener alerta la conciencia de la responsabilidad personal y colectiva. Siempre existe la posibilidad de no tirar basura en la calle, de no infringir el derecho ajeno, de respetar los espacios para el bien común: árboles, jardines, escuelas, hospitales, medios de transporte. Siempre existe la elección de habitar un espacio digno, de procurarlo, de tener al menos la visión de mejorarlo.
Todas estas posturas mentales tarde o temprano atraerán su equivalencia en el mundo físico, y no dependen de un recurso o permiso externo, sino de la capacidad de darnos cuenta de que eso viene del interior de cada uno de nosotros. ¿Le ha tocado ver por ejemplo que los departamentos de un mismo edificio parezcan muy distintos? Algunos lucen como que les ha caído mucho tiempo encima, mientras que otros se ven como nuevos. Igual ocurre con las calles de un mismo barrio, con las recámaras de una misma casa, y de manera esencial con las personas que conforman un mismo núcleo. El sabio refranero mexicano reza que “Dios los hace y ellos se juntan” o “dime con quién andas y te diré quién eres” pues efectivamente igual atrae a su igual.
Si usted quiere sentirse mejor, generar pensamientos positivos para sentimientos agradables y crecer como persona, cree para sí ambientes y espacios que así lo reflejen, incluidos sus entornos inmediatos y mediatos. Un elemento retroalimenta al otro y si es atento observador podrá darse cuenta de cómo las personas de buena voluntad que accionan y obran para el bien son cuidadosas de sí mismas y procuran siempre que el espacio que les rodee esté al altura de la bondad de sus corazones. Por eso resulta ser tan preocupante que nuestros espacios comunes reflejen tanto desorden y deterioro, porque además de generar cada vez más de lo mismo, están anunciando un mensaje sumamente negativo de las personas que lo habitan.