Se piensa que lo justo es lo igual, y así es; pero no para todos, sino para los iguales.
Se piensa por el contrario que lo justo es lo desigual, y así es, pero no para todos, sino para los desiguales.
Aristóteles
El miércoles se resolvió una parte del proceso penal que la PGR inició en contra de Javier Duarte.
El ex gobernador de Veracruz se declaró culpable de los cargos de lavado de dinero y de asociación delictuosa, recibiendo por ello una condena de 9 años. La sentencia también incluye la incautación de 40 bienes, y el pago de 58 mil pesos.
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Aunque éste no es el final del proceso, la sociedad ha reaccionado con indignación a la decisión del juez por no considerarla justa. La sentencia es por supuesto, completamente legal, pero la justicia en su sentido más amplio implica más que una sentencia condenatoria.
En nuestro sistema de justicia, una madre de 30 años con 5 hijos no recibe el perdón de Walmart Toreo por robarse una mermelada, un yogurth y una nutella, por lo que la Fiscalía le solicita 12 mil 785 pesos para que no ser consignada a un reclusorio.
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En 2014, la Comisión Especial de Reclusorios de la Asamblea Legislativa del D.F. reportó que hay cerca de 7 mil personas en la cárcel por robo famélico, y que sus sentencias pueden alcanzar los 10 años. Si bien ambos casos se resolvieron bajo sistemas de justicia distintos – el de Duarte se resolvió bajo el nuevo sistema acusatorio penal – la comparación no deja de ser vergonzosa.
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Se dice que la justicia es ciega. Quizás ya es tiempo de que deje de serlo, de que se quite la venda de los ojos, y tome en cuenta las desigualdades estructurales que hacen que personas que roban por hambre en este país puedan pasar hasta 10 años en la cárcel; mientras el exgobernador de Veracruz recibe una sentencia por 9 años.
Además, en un marco de justicia integral, tendría que existir una reparación del daño proporcional, y medidas suficientes para garantizar su no repetición. La sentencia que recibió Duarte es legal, pero no justa.