El Plan Nacional de Desarrollo (PND) enviado por el Ejecutivo federal ha causado polémica no sólo porque parece consistir en dos documentos distintos, sino porque no cumple con la misión de ser un instrumento eficaz para medir el avance en los objetivos planteados ni para capturar el impacto de ciertos temas en el desarrollo, particularmente de la ciencia y la tecnología.
En el PND, la ciencia no tiene más que una mención de cinco líneas; el segundo documento, planteado como un “anexo”, preocupa porque plantea una visión de la ciencia y tecnología como bienes de consumo, sin que se considere una visión integral de su impacto en nuestras vidas. En el documento del anexo es frecuente encontrar frases como: “asimilación de la ciencia y la tecnología”, “apropiación social de las ciencias y las tecnologías”, y más grave todavía, refiriéndose específicamente a las TIC, que “se requieren de “(…) marcos jurídicos que garanticen la seguridad, la privacidad y el control en el uso de estas herramientas”.
Los primeros dos planteamientos preocupan porque enmarcan el papel de las personas frente a la ciencia y la tecnología como receptoras pasivas, sin que se considere urgente la necesidad de incorporar a todas las personas, especialmente a miembros de grupos históricamente excluidos, a lo largo de todo el proceso de creación de la ciencia y la tecnología.
El tercero preocupa porque si bien es cierto que la seguridad en Internet y de las TIC es un tema que debe ser abordado con seriedad, éste jamás podría estar sujeto a la lógica de “control” que plantea el documento: esta lógica ataca el corazón de Internet y las TIC como espacios libres, abiertos, colaborativos y revolucionarios.
Tal como lo señala Sheila Jasanoff, la tecnología es un potente instrumento para construir nuestro futuro colectivo, y es este reconocimiento el que debe de impulsar nuestro compromiso ético y político con su gobernanza. Lamentablemente, el PND presentado no asume este reconocimiento