La pregunta sobre la pertinencia de la decisión del gobierno mexicano de encargarse a través de Pemex y la Secretaría de Energía del proyecto de construcción de la nueva refinería en Dos Bocas, tras declarar desierta la licitación por invitación a 4 empresas, ha sido abordada y respondida desde múltiples perspectivas. Sin embargo, ninguna apunta a que la decisión sea la correcta: por un lado se cuestiona la viabilidad y capacidades técnicas para llevar a cabo el proyecto, por otro se ha criticado el patrón del presidente de desoír las recomendaciones de expertos. Finalmente, se ha insistido en que el estado financiero de Pemex no puede soportar más decisiones que potencialmente endeuden a la paraestatal.
Poco se discute sobre la decisión de continuar apostándole a las energías fósiles. El cambio climático, la contaminación y las decisiones de inversión no pueden deslindarse, estamos muy cerca de que el enojo ante la inacción de los gobiernos frente a la situación medioambiental crezca a niveles nunca vistos. La ONU ha dicho que tenemos 12 años para limitar y revertir el rumbo para no llegar a una catástrofe ambiental. Greta Thurnberg, el Sunrise Movement en EEUU y muchos otros jóvenes están enojados, están protestando, dejando de lado el modelo pasivo del mínimo esfuerzo para reducir nuestras huella en el planeta, articulando protestas y huelgas, e incidiendo políticamente. La disidencia puede ser la última arma que tengan para lograr cambiar la inacción de los gobiernos.
Mientras el problema históricamente ha sido la inacción frente al cambio climático, Dos Bocas, es un ejemplo de acción, consciente, anunciada y en detrimento de nuestro medioambiente y las generaciones futuras. La apuesta por la refinación de crudo pesado y la construcción de Dos Bocas nos hacen más vulnerables, desatienden las posibilidades de inversión en energías limpias y dejan claro el mensaje de que la política económica del país por ahora no se puede alinear con la ambiental.