Opinión

Tropezarte hace que  te tengas que replantear

Bien dice el dicho, nadie escarmienta en cabeza ajena.

Y lo que pasa es que sí, somos seres racionales, pero sobre todo seres emocionales. Nuestras decisiones están influenciadas la mayoría del tiempo por nuestro estado de ánimo.

Vamos a retomar esta plática que tuve con un amigo, en la cual estaba estresado porque su app de salud financiera le había hecho el análisis de sus gastos y por fin se había dado cuenta que estaba gastando de más en cosas en las que, bueno, simplemente podría no hacerlo.

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Tuvimos una larga plática y esta no era la primera, ya llevábamos algunas sesiones parecidas en semanas anteriores.

En resumen, al finalizar la plática él estaba convencido que recortaría sus gastos hormiga e innecesarios y que pondría manos a la obra para comenzar a cubrir sus deudas con las tarjetas y ahorrar más.

Los dos salimos felices y contentos de haberla tenido y él, tranquilo de tener un nuevo plan de acción.

Al día siguiente, ordenó comida por una app, salió de compras en su página favorita de Internet e hizo planes para todo el fin de semana. En un abrir y cerrar de ojos, todas sus metas y planes de mejora se habían esfumado. ¿Qué pasó?


Existen varios detonadores emocionales que nos incitan a comprar. La publicidad es un detonador del deseo y estamos expuestos día y noche.

Cada vez con mayor frecuencia. Ahora no sólo basta con espectaculares en las calles por las que transitamos, en el transporte, en revistas… también en nuestros dispositivos móviles.

Nos persiguen todo el día bombardeándonos con ofertas y productos en redes sociales y páginas donde consumimos contenido y recibimos notificaciones de aplicaciones.

No importa si pasamos el rato en el celular para diversión o para consumir información. Ahí están.

El mundo digital ha transformado el ejercicio de la mercadotecnia, convirtiéndola en nuestra mejor y peor aliada.

En el mundo convencional, el escaparate es lo que separa el deseo del objeto. Llevemos el deseo a su definición tal cual: anhelar, sentir apetencia o aspirar a algo.


El deseo dispara en nuestro cerebro un impulso que nos lleva a tomar acción. La mayoría de las veces, el deseo es más fuerte que nuestro lado racional, llevándonos a actuar sin pensar.

Sin embargo, si ya detectaste que estás gastando más de lo que te gustaría, te recomiendo que empieces por identificar en qué momentos te dejas llevar más por la inspiración del momento que por necesidad o beneficio.

Así podrás generar una alerta cuando te encuentres en un momento de decisión de compra, evitarás romper con tus planes y mantenerte en el camino correcto para una cartera feliz.

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Los dejo con esta frase para reflexionar:

Alguien se sienta hoy en la sombra de un árbol que plantó hace mucho tiempo. Warren Buffet.

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