La despenalización del aborto es un debate necesario. En la búsqueda de “pisos parejos”, los derechos sexuales y reproductivos deben ser también parte de los asuntos prioritarios para garantizar que las personas puedan tomar decisiones sobre su vida sexual y reproductiva con libertad, confianza y seguridad, de acuerdo a sus vivencias como sus circunstancias.
Que se haga una apuesta no sólo por el debate sino por una votación que se traduzca en más derechos para que la vida de miles de mujeres no esté en riesgo contante en servicios de salud clandestinos, o que sean privadas de su libertad por esa misma ilegalidad, es una determinación a confrontar la realidad, esa que es “aquí y ahora” -En México, una persona es denunciada cada día por aborto. De acuerdo con el informe Maternidad o Castigo, elaborado por el Grupo de
Información en Reproducción Elegida (GIRE), entre 2007 y 2016, 4 mil 246 personas fueron denunciadas por aborto en el país- con las leyes “en la mano”.
En pleno siglo XXI, debemos entender que las mujeres tenemos derecho a servicios de salud seguros y que por una decisión personal, que como dice mi compañera Patricia Mercado: “es íntima y profunda”, no se tenga que ir a la cárcel y mucho menos morir.
La apertura en Oaxaca de una agenda de derechos emergentes y protección de libertades da una muestra al país de lo mucho que podemos avanzar si dejamos de estigmatizar, enjuiciar bajo conceptos exclusivamente religiosos o desinformación, en aras de velar por la vida de las mujeres.
Este tema está bajo la polémica de tanta carga cultural de culpa y de juicios, que conforme se radicalizan las posturas a favor y en contra, es mucho más necesario el diálogo. Abrir esta discusión en cada congreso local como en las Cámaras será sano para una sociedad que en este tema requiere de entenderse más allá de lastimarse al llamarse pro de algo. Espero que ese nivel del debate pueda hacerse en todo el país. En la pluralidad, las mujeres lo necesitamos.