El mandatario Andrés Manuel López Obrador está enojado. Un día ataca al semanario Proceso y otro a los empresarios, tampoco le gusta Eugenio Derbez ni Javier el “Chicharito” Hernández, menos la oposición, los columnistas críticos ni todo lo que se hizo en el pasado, aunque fuera positivo.
Razones tiene el presidente para estar de mal humor, el país vive uno de sus momentos más violentos de los últimos años, los precios del crudo están por los suelos y la crisis económica que viene a causa de la pandemia de coronavirus será de un alcance aún no pronosticado.
Parece fuera de lugar que, en medio de una de las crisis más profundas que vive el país, el jefe del ejecutivo no haga un mayor esfuerzo por unificar a sus gobernados. Lejos de ello, utiliza sus herramientas para crear encono y desacreditar a todos los que no piensan como él. Las mañaneras no son un instrumento de transparencia e información, son un mecanismo de golpeteo y desacreditación a su servicio.
Bajo el argumento de que “siempre digo lo que pienso” el presidente López Obrador escuda el abuso de poder que ejerce contra los que no piensan como él. Jamás será igual un mensaje desde Palacio Nacional que una respuesta en una columna o en un tuit. AMLO dice que no ejerce censura, pero incita a la violencia. Él puede opinar de lo que sea, pero debería hacerlo con responsabilidad, no solo con berrinches.
El futuro no pinta bien para el país, por ende, para el mandatario. Hay enojo y desilusión, mucho del apoyo que lo llevó de manera aplastante a ganar las elecciones presidenciales de julio pasado hoy es crítico. Sin duda, sus bases siguen siendo importantes, pero, de a poco y en buena medida con los exabruptos presidenciales, ha logrado que esa base sea menor.
Ojalá el presidente comprenda que no es con enojos como logrará acuerdos. Un llamado a la unidad con todas las fuerzas políticas y empresariales del país ayudaría más que un mensaje en solitario en el patio central de Palacio Nacional. Ser oposición quedó en el pasado para López Obrador, hoy es presidente de todos, no puede darse el lujo de gobernar solo para unos cuantos. Hoy el país requiere de un mandatario de todos y no solo de los que asume como suyos.
Es mejor que el presidente no se enoje, el país le requiere entero y concentrado. Tiene aún la oportunidad de enfocar sus energías en la construcción y no a la división, de lo contrario estamos destinados al fracaso y a señalar que el sexenio lo terminó en menos de año y medio, inimaginable para un gobierno que llegó con el apoyo de millones de personas. Pero hoy el país no está mejor que hace un año, ni que hace seis. Aunque cause molestia, así es.