Hace tres años la mayoría de la ciudadanía decidió por iniciar una profunda transformación de la vida pública de México.
Cansada de los excesos y de la corrupción las y los mexicanos optamos por un gobierno distinto que antepusiera la atención de las necesidades y anhelos de quienes más requieren el apoyo del Estado, al tiempo de acabar con las ostentaciones y los privilegios en el sector público.
Fue indispensable poner en marcha un estricto plan de austeridad para reorientar el gasto público a favor de quienes menos tienen y combatir frontalmente los actos corruptos para instaurar un nuevo régimen basado en los principios y valores de la honestidad.
De manera pacífica y con base en la Ley hemos ido avanzando en la consolidación de un sistema auténticamente democrático. La sociedad ha reconocido ese esfuerzo y tiene confianza en que se han puesto las bases para un gobierno en el que no vuelvan a cometerse cualquier cantidad de actos que ofenden y lastiman a todos.
En estos tres años la economía se ha mantenido estable y pese a las grandes dificultades que impuso la pandemia del Covid-19, se ha ido recuperando como resultado de una política acertada basada en la disciplina financiera. Sin aumento de impuestos, ni más deudas se ha logrado canalizar el presupuesto para elevar la calidad de vida.
Sin duda los cambios impulsados desde 2018 han generado algunas resistencias de quienes estaban acostumbrados a recibir privilegios y se han convertido en los principales críticos de la transformación.
Aun falta camino por recorrer y superar importantes retos que se fueron desarrollando de tiempo atrás y que hoy implican que el Estado tenga que enfrentarlos con energía, pero en un nuevo ambiente de respeto a las libertades y los derechos humanos.
En esta primera etapa son muchos los aciertos que se han tenido y en la que ahora inicia se consolidarán en favor de todas y todos los mexicanos.