Cuando pensamos en el dolor, lo definimos como un dolor físico, que se ancla en heridas o enfermedades, y pocas veces pensamos en el dolor psicológico o el dolor emocional. Este está relacionado más a un sentimiento intenso de pena, tristeza o lástima que se experimenta por motivos emocionales o anímicos y que se manifiesta en el cuerpo, en áreas como el estómago, la espalda y el pecho.
Modificar las ideas culturales que marcan el no prestar atención o minusvalorar el dolor emocional, es fundamental. Se percibe o se tiene la idea de que experimentar o manifestar dolor emocional, es de personas débiles y se nos adiestra desde muy niños a no manifestar lo que nos pasa, lo que nos hace daño físico y emocional.
La teoría clásica del dolor no podía explicar dolores como el del miembro fantasma; que está relacionado a que cuando una persona pierde un miembro del cuerpo, sigue sintiendo dolor en esa zona, pese a que ya no está o tampoco servía para explicar el dolor emocional y sus consecuencias.
El dolor generado por alguna experiencia, es una percepción sensorial localizada y subjetiva. Con una intensidad molesta o desagradable en distinto grado. Se siente en alguna una parte del cuerpo y es el resultado de una excitación o estimulación de terminaciones nerviosas sensitivas especializadas.
La Teoría de la Puerta de Control, comprobó que la percepción del dolor no depende únicamente de un daño físico; desarrollada en 1965 por Ronald Melzack y Patrick Wall. Según su descripción el dolor se percibe en tres dimensiones:
- Sensorial, que refiere a las propiedades físicas del dolor.
- Motivacional, que es relativa a los fenómenos emocionales del mismo.
- Cognitiva, que es la interpretación que hacemos del dolor en función de experiencias previas, esta está influida por contextos socioculturales.
En otras palabras, la percepción del dolor no es directa, sino que existe un filtro del mensaje a nivel de distintas estructuras. Esa es la puerta de control, que depende de factores físicos, emocionales y cognitivos.
Para poder sentir el dolor es necesario que el cerebro reciba el mensaje, pero antes que la información del dolor llegue a su destino en el cerebro, existe una “puerta de entrada” que, según si se abre o cierra el dolor se siente o no y con más o menos intensidad, además de darle más o menos importancia a nivel cognitivo.
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Esta teoría derivó en la teoría de la neuromatriz que desarrolló el propio Ronald Melzack, y que explica que la expansión del dolor y la transmisión del mismo por el organismo, se debe a un sistema en el que intervienen diversas áreas del sistema nervioso central, del periférico y del sistema endocrino, influenciadas directamente por varios factores psicológicos, emocionales, genéticos y sociales.
Lo que significa que el dolor no es una experiencia directa, sino que está mediatizado por múltiples factores entre los que se encuentran los factores psicológicos.
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