Valores y competencia

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Foto: AP (Ben Curtis/AP)

En la leyenda, el Olimpo era un sitio reservado para dioses que jugaban con el destino de los humanos en la Tierra. No parecía ser un lugar ideal y, si tomamos en cuenta la mayoría de las historias, era un sitio bastante cruel. Los primeros juegos en la historia se organizaron para evitar los conflictos bélicos entre las naciones de la antigüedad y ofrecerlos a esas mismas deidades que se comportaban de manera caprichosa enviando en ocasiones desgracias al mundo.

Los juegos modernos tuvieron el mismo objetivo, aunque fundamentados en la competencia atlética y en el orgullo por la representación del país de origen. Hoy son una atracción internacional y una actividad masiva, con un impacto económico global, que nos emociona y nos conmueve.

Cada justa olímpica aparecen historias de mujeres y hombres que, ya de por sí extraordinarios en sus capacidades físicas, son un ejemplo de humanidad, de voluntad y de compromiso más allá de lo común.

Desde el coraje de Simone Biles para dejar de competir y cuidar su salud mental, hasta la ciclista y doctora en Matemáticas Anna Kiesenhofer, quien ganó la medalla de oro, porque había rebasado al resto de las profesionales que no la conocían; muchas y muchos atletas cuentan con historias de vida que brindan inspiración y esperanza.

Matthias Steiner se hizo de su presea dorada en levantamiento de pesas, a partir de una promesa que le hizo a su esposa. Nada extraordinario, salvo porque la perdió en un accidente de tráfico y estuvo a punto de retirarse. El jinete australiano de 62 años, Andrew Hoy, se convirtió en uno de los medallistas de más edad en Tokio, luego de que algo así no ocurría desde los juegos de México en 1968.

Yusra Mardini es una nadadora de origen sirio que participa en estos juegos, que tuvo que abandonar su país y justo antes de llegar a la costa de Grecia en una embarcación, saltó al agua con su hermana para empujarla durante tres horas y salvar a 18 refugiados más que iban con ellas.

Es un lugar común decir que el espíritu de Pierre de Coubertin, el fundador de los Juegos Olímpicos modernos, está en estas historias de superación, sin embargo, cada cuatro años nos quedamos cortos y sorprendidos por la perseverancia y la voluntad de atletas que surgen con mucho esfuerzo para competir unos segundos, unos minutos, en pruebas que están reservadas a un pequeño grupo de personas en el mundo que desarrollan capacidades físicas por encima del promedio.

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Pero hablamos de humanos con problemas, retos, carencias, que se sobreponen, aunque también reconocen sus debilidades. Si por algo recordaremos esta competencia, será precisamente por los desafíos que tuvo desde el inicio, en medio de una pandemia, y las imágenes que hicieron que pudiéramos entender, espero, que no son figuras para el entretenimiento, sino competidores profesionales que sacrifican mucho para estar ahí.

Por eso, entrar en la discusión sobre los lugares o los resultados, no parece tan importante. El esfuerzo en un contexto como el actual habla más de lo que ha sucedido con nuestros atletas y con los de otras naciones.

Podemos quedarnos con los ejemplos, con las historias de vida, que son un aporte necesario en estos momentos. Buscar triunfar y subir al podio es el objetivo de cualquiera de los participantes; estar ahí, en las finales o en las eliminatorias, significa un camino que muy pocos pueden o deciden recorrer.

No obstante, queda esa narrativa, la de las mujeres y hombres que superan enfermedades, caídas, fallas en sus equipos durante las pruebas, para alzarse con una victoria que representa a una nación, a sus mejores ideales, y a los valores que más nos ennoblecen como especie.

Hay una historia de récords, marcas rotas, niveles que se vuelven el nuevo piso de hazañas deportivas. Queda la persistencia del carácter humano, la derrota de las adversidades y la feliz sensación de que podemos cambiar, evolucionar, en armonía, con esfuerzo y trabajo, para ver compensados nuestros objetivos, seamos atletas olímpicos o no.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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