Opinión

Quédate en casa

Han sobrado historias sobre el terrible sufrimiento al haber perdido a alguien amado, pero la gente no termina por hacer consciente los cuidados para protegerse, el principal: no salir a la calle si no se tiene necesidad de hacerlo.

Imaginen un comal caliente o un montón de carbón prendido, ¿necesitarían que alguien les prohíba meter la mano en el fuego para dejar de hacerlo? Si no está prohibido… ¿pondrían su mano sobre el comal hirviendo? 

Por eso parece ridículo que ante las nuevas restricciones anti Covid_19 de la Secretaría de Salud que entraron en vigor hoy, muchos corrieran el fin de semana a visitar la Huasteca, las Grutas de García, el Parque Fundidora, Chipinque, entre otros, para “aprovechar” que todavía no les prohibían el acceso.

Esa actitud de “hasta no ver no creer” ante una de las peores pandemias que ha enfrentado la humanidad, ha resultado desastrosa. ¿Cuál es la diferencia entre meter la mano a una pila de carbón encendido y salir a buscar el coronavirus en los lugares que aún se permite el libre tránsito? 

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En el mundo se han contagiado más de 20 millones de personas y han muerto cuatro millones y medio. México es uno de los países con el índice de mortalidad más alto. Han muerto 44.2% más de las muertes esperadas (www.insp.mx) y a pesar de esto, muchos están dispuestos a formar parte de las estadísticas no solo de enfermos de Covid_19, sino de las familias enlutadas por contagio del virus.

Han sobrado historias sobre el terrible sufrimiento al haber perdido a alguien amado, pero la gente no termina por hacer consciente los cuidados para protegerse, el principal: no salir a la calle si no se tiene necesidad de hacerlo. No salir a hacer compras innecesarias, no ir de paseo, ni al cine, ni a conciertos, no viajar. Y, sin embargo, las redes están llenas de fotografías que dan cuenta de viajes realizados, de visitas a museos, restaurantes, bares… 

Año y medio de pandemia y muchos todavía no saben cómo debe usarse un cubre bocas. Muchos no se tapan la nariz o se tocan constantemente con sus manos la parte exterior del mismo, para luego frotarse la cara o los ojos. Pocos son aquellos que se lavan las manos 15 veces o más veces en día, cuando si salen. Otros, olvidan guardar una distancia de al menos 1.5 metros cuando están con otros. La gente que sale se convierte, literalmente, al infectarse, en un arma mortal contra los demás.

Por eso aplaudo las medidas que impuso el presidente de Francia en su país, como el registro de vacunación para poder acceder a numerosos locales públicos y para viajar en tren o en avión. Esto, hizo que millones de habitantes adicionales fueran a vacunarse y aunque hay manifestaciones en contra de las medidas, el cuidado que se brindará a los más de 64 millones que habitan ese país, han valido la pena.


Aunque a nadie le gustaría perder la vida o a algún miembro de su familia, parece que pocos están dispuestos a dejar de ir al gimnasio, al salón de belleza, al cafecito, a menos que el gobierno se los prohíba. Quizá deberíamos exigir a nuestro gobierno que tomara medidas como las de Macron para hacer “recaer la carga de las restricciones en los no vacunados, y no en todos”.

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