El once de septiembre del año 2001 millones de personas prendieron su televisión para escuchar la noticia de los atentados en contra de las torres gemelas. Este evento quedó marcado en la vida de todos los estadounidenses y su entonces presidente George W. Bush inició la guerra más longeva en la historia de su país, invadiendo Afganistán y atacando al régimen Talibán que le daba resguardo a los peores terroristas del mundo.
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Veinte años después las tropas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) lideradas por Estados Unidos llegaron a un acuerdo durante la pasada administración de Donald J. Trump con los talibanes en el que ambas partes se comprometían a reducir las hostilidades durante varios meses, primero para facilitar la salida de las tropas aliadas y segundo para respetar la legitimidad y los derechos de los ciudadanos en la República de Afganistán.
Es en este contexto que el presidente Joe Biden se enfrentó con la decisión de continuar con la evacuación al asumir funciones en enero de este año.
Lamentablemente, esta semana el país de Asia central, conocido como el cementerio de los imperios, se convirtió una vez más en una zona de guerra y desesperación cuando repentinamente el régimen Talibán comenzó una mega ofensiva en todo el territorio.
Es así como en cuestión de días la ahora exrepública de Afganistán colapsó sin posibilidad de resistencia alguna a pesar de contar con trescientos mil efectivos frente a los setenta y cinco mil elementos talibanes.
El ahora expresidente afgano Ashraf Ghani no tardó en renunciar y huir del país ante el avance enemigo, abandonando su residencia, la capital Kabul y a los ciudadanos a merced de los muyahidín.
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Ahora, la situación en la capital es desesperada, con miles de ciudadanos estadounidenses y europeos incapaces de alcanzar el aeropuerto de Kabul que es el único punto aún bajo control de Estados Unidos.
Además existen otros cientos de miles de ciudadanos afganos que ahora temen por sus vidas en el nuevo régimen Talibán, por colaborar con las tropas de la OTAN en estos últimos veinte años de intervención.
Por si fuera poco, los talibanes no han esperado ni un momento en imponer restricciones y cooptar las libertades de las personas en todo el país. En particular las mujeres y niñas enfrentan un futuro verdaderamente escalofriante, privadas de educación y sus derechos más fundamentales.
La retirada de las fuerzas americanas significó el colapso de la República de Afganistán y una condena para las mujeres y niñas que ahora se encuentran ahí atrapadas.
El caos y la desesperación provocada por una evacuación expuesta significa que aún hay miles de ciudadanos de la OTAN y aliados afganos rehenes del los talibanes, lo que abre la puerta a una crisis internacional descomunal.
No podemos ni imaginar la situación que se les presenta a estas personas ni la complejidad de las decisiones a las que se enfrentarán antes de que esta situación se resuelva.
Por el momento es importante que nuestro país continúe con su larga tradición de solidaridad y asilo con los refugiados que escapan de la violencia y alzar la voz en defensa de los derechos humanos y las libertades que están bajo asalto en todo el mundo. Al tiempo…