Ni los hombres ni las mujeres son todos iguales

De una vez por todas derrumbemos el mito: Cuando un hombre o una mujer ven terminada de forma abrupta una relación de pareja (un noviazgo o un matrimonio, aplica en ambos) y no están emocionalmente preparados para enfrentar las consecuencias de esta ruptura, seguramente sucederá que una gran cantidad de sentimientos negativos (enojo, frustración, negación, resentimiento, etcétera) tomarán el control de sus pensamientos y acciones durante un periodo de tiempo un tanto incierto.

Así que, ante un escenario como éste, es muy probable que quien esté atravesando por esta compleja circunstancia acabará tomándole rencor al sexo opuesto y a culparle por todas sus desgracias.

Y bajo este contexto, es muy difícil que alguien pueda razonar civilizada y mesuradamente la animadversión hacia varones y féminas. Además, a esta panorámica también debemos agregar un factor sociocultural determinante: En nuestra sociedad, por generaciones se nos ha inculcado que las culpables de la mala fortuna de los hombres son las mujeres y viceversa.

Nuestros abuelos le inculcaron esto a nuestros padres, nuestros bisabuelos se lo transmitieron a nuestros abuelos y, muy probablemente, nosotros mismos se lo estamos enseñando de la misma forma a nuestros hijos. Todo un patrón tóxico preconcebido del que ni siquiera sabemos cómo y cuándo comenzó.

Sin embargo, en honor a la objetividad, antes de considerar que “todos los hombres son iguales” o “si conoces a una mujer, ya las conociste a todas”, valdría la pena que analicemos a profundidad y con sangre fría las causas que provocan que ninguna de nuestras relaciones fructifiquen.

¿En verdad los responsables de nuestros fracasos amorosos con nuestras parejas?, ¿ellos tuvieron la culpa de todo?, ¿siempre acabamos siendo las pobres víctimas? ¡Absolutamente no!

Los seres humanos, hombres y mujeres por igual, tenemos cualidades y defectos, lo que nos hace compatibles o incompatibles con nuestros semejantes. Así de simple. Y, al mismo tiempo, desde muy pequeños desarrollamos un gusto o un disgusto por aquello que nos agrada y nos desagrada. Así de simple también.

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Por lo tanto, de forma consciente o inconsciente a lo largo de nuestra existencia estamos repitiendo todo tipo de patrones, positivos y negativos. Así las cosas, la realidad es que sí, efectivamente: Todos los hombres y todas las mujeres que escogemos son iguales… ¡pero son iguales porque así l@s elegimos!

El ser humano es un animal de costumbres y así lo demuestra al momento de elegir pareja y también al momento de tomar decisiones de otra índole. En el sentido coloquial, nos agrada irnos a la segura o repetir fórmulas sin aventurarnos a intentar algo distinto. O como nos decían los abuelos: “¿Para qué arreglarlo si no está descompuesto?”

Sin embargo, cuando estamos fracasando una y otra vez, cuando de manera permanente nos estamos involucrando sentimentalmente con personas de características similares en definitiva si hay algo descompuesto… ¡pero en nosotros!

Es momento de intentar algo distinto para cambiar esos desenlaces desagradables que una y otra vez tenemos que enfrentar. Tenemos que definir qué es lo que nos está afectando, también identificar en qué estamos fallando nosotros mismos y, por supuesto, ajustar el nivel de nuestras expectativas.

En pocas palabra: No esperes resultados distintos si todo el tiempo estás haciendo lo mismo. ¿No crees? Al final del día descubrirás que la mayoría de las veces que acabas con el corazón roto es porque te lo rompiste tú mismo.

Y no olviden que todos los sábados a la medianoche los espero en su programa “Exclusivo Para Hombres”, que se transmite por Telefórmula (por favor chequen su sistema de cable predilecto para verificar la nomenclatura de los canales).

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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