El movimiento feminista en México tiene una larga historia. Miles de mujeres hemos luchado por lograr que se reconozcan plenamente nuestros derechos y ocupemos el lugar que nos corresponde. Pese a que la Constitución establece en el artículo cuarto desde hace décadas la igualdad entre hombres y mujeres, fue hasta hace muy poco, en 2018 cuando alcanzamos en el Congreso que hubiera prácticamente paridad en la integración del poder legislativo.
Uno de los principales logros que hemos tenido gracias a que tanto en la Cámara de Diputados y en el Senado haya mitad mujeres y mitad hombres es que se tomara en cuenta como una de las prioridades una agenda legislativa con enfoque de género.
Es un hecho incuestionable que pese a los avances que hemos obtenido, gracias a una lucha incansable y permanente, las mujeres aun padecen circunstancias desventajosas en todos los aspectos.
La presencia de cada vez un mayor número de mujeres en puestos de gran responsabilidad como lo es por ejemplo la presidencia de la Mesa Directiva del Senado o en las propias comisiones, garantizan que en la elaboración de la leyes, en su discusión y en su debate se incluyan los temas que nos interesan para transformar la vida de las mujeres para que puedan tener una convivencia libre de violencia, igualdad de oportunidades y salariales en el trabajo, libertad para decidir, acceso a la educación, la salud y la vivienda, el respeto a su trabajo.
La equidad de género debe traducirse en igualdad de oportunidades para todas y todos. Ponemos el énfasis en las mujeres porque lamentablemente en una sociedad todavía machista se nos exige más que a los demás por el simple hecho de ser mujer.
En ese sentido, la representación paritaria en el Congreso deberá traer como beneficio directo la inclusión en las decisiones políticas, pero sobre todo en auténticos cambios que trasciendan el discurso y poder impulsar una agenda común en favor de las mujeres para profundizar en la construcción de una sociedad sin diferencias entre géneros.