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Gabriela Carrillo, una arquitecta que crea dignidad a través de los espacios

El proyecto sobre juzgados para juicios orales en Pátzcuaro, Michoacán, hizo destacar a Gabriela Carrillo entre 400 competidores de distintas nacionalidades con el premio Architect of the Year 2017

(Rodrigo_Navarro)

Prefiere el diseño atemporal y cree firmemente en la dignidad de los espacios públicos. Así es Gabriela Carillo, la joven mexicana que sin proponérselo visibilizó el talento de las arquitectas mexicanas al ser reconocida como Arquitecta del Año 2017 por la revista internacional Architectural Review.

La egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), conversó con Publimetro sobre esta distinción, sus próximos proyectos, la participación que tendrá en el Festival Mextrópoli y el rol de la mujer en el mundo de la arquitectura.

¿Cuál es tu proyecto arquitectónico más emblemático?

— Cada proyecto es un ejercicio que nos permite investigar. No podría decir que tengo un proyecto más importante que otro. Por ejemplo, hace algunos años hice una biblioteca para ciegos y débiles visuales; entonces el tema de los sentidos y poder entender cómo componer un espacio que no se ve pero que sí se siente; en el que se siente temperatura, textura, sonido es algo como muy complejo y esa es una línea de investigación que me interesa continuar, no solamente en el proyecto dedicado a la debilidad visual y la ceguera sino en el resto de mis ejercicios arquitectónicos aunque sea para personas videntes.

Entonces tienes una inclinación particular hacia las obras de bien social…

— Por supuesto que hay algo de eso en mi formación siendo universitaria de la UNAM. Creo que todo el tiempo mi trabajo se conecta con hacer política, construir dignidad espacial para la gente en general. No creo que sea necesario tener muchos recursos para tener un espacio digno y sí creo que las cualidades espaciales transforman formas de ser, la calidad de vida y una serie de cosas que a veces subestimamos. Creemos que la arquitectura solamente está destinada a un segmento de la población con un poder adquisitivo específico.

Biblioteca para personas con discapacidad visual.

¿Cuál es tu estilo como arquitecta o qué temas te apasionan?

—En realidad me encanta pensar que no existe un estilo como tal en el trabajo que hago. Creo que los estilos padecen de, justamente, pasar de moda y de volverse efímeros. Pienso más bien en un trabajo atemporal; me gustan aquellas cosas que no sabes con certeza en qué momento se hicieron pero después que las descubres, te sorprenden.
Me apasiona enormemente y me motiva mucho especular a nivel espacial con las proporciones, las perspectivas, los horizontes, el hombre, tomando el espacio, la arquitectura transformando los paisajes pero al mismo tiempo volviéndose un paisaje. Me encanta y me conmueve el tema de un trabajo que fue profundamente técnico y parte de una necesidad humana: instalar en el entorno natural al hombre pero que también se vuelve inmaterial, poético, que a partir de algo que se toca puedes construir silencios, construir emoción.

Cuéntanos sobre el proyecto de Pátzcuaro, con el que te reconocen como Mejor Arquitecta del año 2017.

— Fue un ejercicio muy bonito; fue una petición muchos años atrás de uno de los presidentes de la Suprema Corte de Justicia de Michoacán. Él sabía que estaba transformándose el entorno judicial porque las prácticas de juicios tradicionales iban a mutar a los juicios orales y empezó a ser necesario transformar la infraestructura. Decidimos hacer edificios que comuniquen, que se vuelvan amables, democráticos, transparentes y significativos para la población y que representen a la ciudadanía más que imponerse ante ella.

Juzgados para juicios orales en Michoacán.

¿Crees que ha sido subestimado el rol de la mujer mexicana en la arquitectura?

—Yo he sido muy afortunada y realmente nunca he padecido el que por ser mujer me rechacen o no, pero sí comparto oficina con mi socio y me ha pasado que llega gente –incluso con formación– o nuestros clientes y dicen “dónde está el arquitecto”. Eso tiene que ver con una cuestión de género, sin embargo, yo soy académica de la UNAM y veo también cómo tengo 50% de alumnas y 50% de alumnos y en los despachos o en la práctica profesional el porcentaje de mujeres que le dan continuidad a su profesión es menor; es mucho más bajo que el de los hombres y eso es muy desafortunado porque yo creo que hay mucho talento femenino. No creo en estos premios específicamente de género pero sí creo que ayudan a mostrarle a las chicas que sí se puede construir una práctica profesional ligada a una familia. Ni siquiera es un tema de deserción; las chicas se titulan pero no siguen trabajando.

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