Llegó el inevitable regreso a clases. Una temporada que más allá de su importancia para los 30 millones de alumnos que comienzan un nuevo período escolar, se ha convertido en una gran celebración comercial en la búsqueda de los útiles escolares.
Las marcas se han adueñado de la fecha para ofrecer todo lo necesario para el nuevo ciclo, ya sean bolsas, uniformes, zapatos, tenis, cuadernos, y un largo etcétera.
Los útiles escolares son uno de los artículos necesarios para los estudiantes ya que son requeridos por las escuelas en orden de lograr los aprendizajes esperados por padres y maestros. Por eso, el grupo Fila Dixon se esmera en cumplir con una gran producción justamente con miras al Back to school 2018, una de sus épocas de mayor demanda de productos.

Dentro de la fábrica de útiles escolares
Los cuarteles centrales del grupo Fila Dixon están en el Estado de México, en un galpón bastante amplio donde se concentra la producción para México. Hay que recordar que la empresa está presente en 50 países y ésta es una de las 11 plantas de producción que tienen en todo el mundo.
Luego de ponernos un overol azul, para protegernos de los materiales que podrían afectar nuestra ropa, nos adentramos en la fábrica.
De entrada ya se siente una temperatura algo más alta debido al calor generado por las máquinas. El ruido es moderado, pero constante y los trabajadores deben usar tapones para los oídos. Hay aromas familiares, como el de los crayones, el más fácil de identificar.
Justamente entramos por el área de los crayones, donde se fabrican y empacan los paquetes de 12 y 24 colores de las marca Vinci y Vividel. Ver la tolva que los distribuye por colores es todo un espectáculo, ya que procura que quede solamente un crayón de cada tonalidad en cada empaque, haciéndolos bajar por un canal como embudo hasta la caja de cartón.
La plastilina y los lápices
Se prepara a 100 grados centígrados y se vierte en moldes con forma de barrotes por colores para luego ser apilada en pequeñas torres. En esta fábrica se producen alrededor de 22 mil paquetes de plastilina Vinci por turno.

Pero son los lápices los involucrados en un proceso bastante más complejo. La puntilla, luego de salir de la caldera, se mete en una prensa hidráulica que los va martillando a presión dentro de un molde en forma de vela. Pero esta prensa es uno de los aparatos más peligrosos porque es alimentado a mano por un operador mientras el martillo aplasta el material.

De cada una de esas velas salen entre mil 500 y dos mil puntillas para los lápices. Una vez introducidas en la madera, cada lápiz lleva dos capas de base más dos capas de pintura. Y la base que se aplica es antibacterial, un producto llamado bacterfree, que evita la propagación de bacterias en el caso de los lápices, que suelen estar en contacto con el suelo, boca y manos.
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