En Santa Rosalía, la enigmática ciudad minera de Baja California Sur, se desarrolla un negocio muy particular.
Se trata de la panadería El Boleo, un símbolo del lugar y uno de los principales atractivos turísticos de este municipio que cuenta actualmente con unos 12 mil habitantes.
Con más de cien años de historia en sus hornos, El Boleo es una parada obligada de los viajeros de la Península de Baja California, y diariamente personas de todo el mundo llegan aquí para probar las delicias que se elaboran.
El cúmulo de culturas y los cientos de panaderos que han desfilado por el lugar aportan un sabor único a sus productos, y los llenan de historia.
La magia comienza con su edificio hecho de madera, con más de cien años de historia y un ejemplo de arquitectura francesa en la región.
El inmueble se ubica en el centro histórico de Santa Rosalía.
La panadería se fundó en 1901 por la compañía minera El Boleo, empresa que explotó los yacimientos de cobre que todavía abundan en esta región.
El arquitecto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Enrique González asegura a Efe que «la riqueza histórica del inmueble es única y se procura en conjunto con sus propietarios el mantenimiento para su preservación».
«Al principio, la panadería estaba al servicio de la población francesa que habitaba esta región, y de los trabajadores de la empresa», rememora.
Desde sus inicios se procuró la mayor calidad posible en la repostería, por lo que la elaboración del pan estaba compuesta por ingredientes traídos desde Francia.
Y posteriormente, los ingredientes se importaban desde los Estados Unidos, dijo para Efe José Gastelum, el actual dueño de la panadería.
Hoy en día, la tercera y cuarta generación de este negocio, que continúa siendo en buena medida familiar, se encarga de regentar la panadería, que no ha dejado de evolucionar con los años.
De esta manera, en la actualidad se usan ingredientes totalmente mexicanos.
Sin embargo, a más de un siglo de su fundación, en El Boleo se continúan utilizando los mismos hornos y anaqueles con los que se inauguró.
Todos los días, de madrugada, los trabajadores encienden los hornos todavía de leña y comienzan a preparar las masas de las diferentes piezas de pan.
Producen conchas, bolillos, arepas, empanadas de cajeta -dulce elaborado con leche de cabra quemada con azúcar- y diferentes jaleas de fruta que impregnan de colores y olores a las calles de alrededor.
Pero sin duda, una de los dulces más populares del establecimiento es la pitahaya, llamada así por el parecido a este fruto que nace de una planta cactácea y resiste a las sequías.
Es la más pedida por la gente, debido a su cremosa textura y su singular sabor.
Cada día, sobre las 5 de la mañana, llegan los primeros clientes, normalmente residentes de Santa Rosalía.
Pero durante la jornada no dejan de visitar la panadería turistas de todos los lares.
José Huerta es originario del occidental estado de Jalisco pero tiene más de cuarenta años viviendo en Santa Rosalía.
Comenta que este es uno de los mejores panes que ha probado en su vida.
La panadería El Boleo, más allá de ser un mero establecimiento comercial, se convierte de esta manera en un elemento más de la rica y singular historia de Baja California Sur.
Y sus propietarios, lugareños y autoridades trabajan juntos para que la panadería perdure, conscientes de su interés histórico, y también turístico.
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