¿Imaginan una aplicación móvil para contratar los servicios de un «escort» que proteja a las mujeres del acoso sexual en la calle? Esto es lo que propone la app tunecina Rouijel, (Bonachón), que ofrece tarifas especiales según las necesidades de cada mujer: desde 12 euros la hora para las más jóvenes hasta un abono mensual de 200 euros para las más «liberales».
«Sólo necesitas 10 segundos para reservar a tu bonachón, un hombre que te acompañará y protegerá cuando salgas con tus amigas, durante el trayecto en el metro o mientras haces tus compras», reza el vídeo promocional que superó el medio millón de vistas en menos de 24 horas.
Sin embargo, se trata de una app ficticia utilizada como reclamo de la campaña «Liberar a la mujer tunecina», que busca sensibilizar contra el acoso sexual en la calle. Una iniciativa lanzada por un grupo de amigos a coste cero y con un teléfono móvil y las redes sociales como único instrumento.
«Cuando hablábamos de nuestros problemas cotidianos nos dimos cuenta de que uno de los más habituales era el acoso. Entonces decidimos reaccionar pero invirtiendo los papeles, poniendo al hombre al servicio de la mujer, en lugar de mostrarla como una víctima», explica a Efe su cofundadora Nour Jihene Ghattas.
La campaña murió de éxito y tuvo que ser desvelada antes de lo previsto.
«Se nos fue de las manos, teníamos miles de visitas y los medios no paraban de llamarnos. Además teníamos que proteger a nuestro actor, que interpretaba el papel de presidente de la startup, la gente le insultaba allá donde iba y sus vecinos ya no le dirigían la palabra», confiesa con una sonrisa.
El objetivo, según esta estudiante de Derecho de 19 años, era «reunir todos los estereotipos posibles para que fuera totalmente escandalosa. Había que crear un shock entre los tunecinos, sin importar el sexo, la edad o su estatus social».
Y las reacciones no se hicieron esperar. En pocas horas, la página Facebook de Rouijel se llenó de miles de mensajes en el que los internautas la calificaron de «sexista» y le acusaron de atentar contra la larga batalla de las tunecinas por sus derechos, motivo de orgullo nacional.
«Me sentí insultada porque pocos días antes había sido acosada en la calle en presencia de uno de mis amigos. Que esté acompañada o no por un hombre, el problema sigue ahí», defiende Zina Larbi, una joven vecina del acomodado barrio de Ennaser, al norte de la capital.
«Es humillante tener que pagar por sentirme segura en mi propio país cuando disponemos de la policía, la justicia y de un sistema democrático, deberíamos poder contar con ellos», afirma.
Lo único cierto sobre Rouijel, se lamentan sus creadores, son las estadísticas: según un estudio del Centro de Investigación, Estudios, Documentación e Información sobre la Mujer (CREDIF) el 53% de las tunecinas declaran haber sido víctimas de un acto de violencia sexual en espacios públicos y el 75% asegura no haber denunciado por miedo.
Pese a que el país magrebí cuenta desde 2018 con una pionera ley contra la violencia machista, que castiga el acoso sexual con hasta dos años de prisión y una multa de 1.500 euros, las organizaciones feministas denuncian la falta de recursos económicos y materiales y temen que todo quede en el papel.
Para Myriam Didier, trabajadora social y activista de 38 años, el principal obstáculo en la lucha contra el acoso es el tabú sobre la sexualidad que existe entre la población femenina.
«Es difícil denunciarlo porque quiere decir que la mujer atrae sexualmente a un hombre y ésta se siente culpable de ello así que agacha la cabeza y hace como que no ha escuchado nada», señala a Efe.
Aquellas usuarias que descarguen la aplicación serán transferidas a «Yezina» (Ya basta), una plataforma móvil que lucha contra el acoso sexual en el transporte público, principal escenario de la mayoría de las agresiones, y que permite denunciar salvaguardando la privacidad de la víctima.