Y si en México la gente se queja de la reventa, la situación en Estados Unidos no es muy diferente, mucho menos cuando los boletos que se buscan y ofrecen son para estar presentes en un partido de la selección mexicana de futbol.
Contrario a lo que sucede en suelo mexicano, en territorio estadounidense la reventa no está prohibida y es algo de lo que se aprovecha la gente que hace “negocio con el negocio”, solo que aquí no lo hace en pesos, sino en dólares.
Ante la presencia de policías, que sólo observan a lo lejos sin inmutarse, la gente que no cuenta con entradas para presenciar en vivo el partido entre México y Ecuador se acerca a los revendedores para negociar y el primer contacto no es el más agradable, porque se impone una cuota que consideran elevada.
“¿Tanto? 300 dólares por un boleto que cuesta 80, ¿qué pasó?, si soy paisano, échame la mano”, eran las voces de un hombre robusto que pedía una rebaja.
Además de ese desembolso, la gente “azteca”, porque cabe aclarar que de Ecuador había muy poca, se quiere sentir como en casa, como si estuvieran en su país, y por ello no dudaban en comprar una bolsa de frituras, sí, de esas que venden en casi cualquier escuela primaria o secundaria, con “harta” salsa, por dos dólares.
Y si eso no era suficiente para sentirse como en casa, las cornetas, con los colores verde, blanco y rojo tenían un costo de cinco dólares, mercancía ofrecida en la calle como si estuvieran afuera de cualquier metro de la capital del país.
El ambiente no se apagó pese a que poco antes del mediodía la lluvia se dejó sentir con gran fuerza durante algunos minutos, lo que sí provocó que algunos debieran buscar un sitio para resguardarse, ya que las puertas del estadio de los Vaqueros todavía no estaban abiertas.
A poco más de una hora para el arranque de las hostilidades, las butacas de este inmueble comenzaron a ocuparse, en espera de que el balón ruede y las ilusiones se renueven.
