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El arquero, por Eduardo Galeano: homenaje a los porteros en su día

Recordamos la obra del poeta uruguayo Eduardo Galeano, como homenaje al arquero. También rendimos tributo a grandes guardametas.

El 14 de abril se celebra el Día Internacional del Arquero, en homenaje a Miguel Calero, fallecido guardameta colombiano.

Calero nació ese día de 1971 en Ginebra, Valle del Cauca, y falleció el 4 de diciembre de 2012 en Ciudad de México.

Además de ser guardameta en 55 partidos de la selección colombiana, tuvo grandes actuaciones en Sporting de Barranquilla, Deportivo Cali y Atlético Nacional de ese país.

Con Pachuca tuvo sus mejores momentos, jugando con los Tuzos entre 2000 y 2011.

Ganó cuatro títulos en México y dos más en Colombia, con Deportivo Cali y Atlético Nacional.

A continuación, como homenaje a los porteros en su día, dejamos El arquero, obra del poeta uruguayo Eduardo Galeano en su libro El futbol a sol y sombra.

 

El arquero

“También lo llaman portero, guardameta, golero, cancerbero o guardavallas, pero bien podría ser llamado mártir, paganini, penitente o payaso de las bofetadas.

Dicen que donde él pisa, nunca más crece el césped.

Es un solo. Está condenado a mirar el partido de lejos.

Sin moverse de la meta aguarda a solas, entre los tres palos, su fusilamiento.

Antes vestía de negro, como el árbitro.

Ahora el árbitro ya no está disfrazado de cuervo y el arquero consuela su soledad con fantasías de colores.

Él no hace goles. Está allí para impedir que se hagan.

El gol, fiesta del futbol: el goleador hace alegrías y el guardameta, el aguafiestas, las deshace.

Lleva a la espalda el número uno. ¿Primero en cobrar? Primero en pagar.

El portero siempre tiene la culpa. Y si no la tiene, paga lo mismo.

Cuando un jugador cualquiera comete un penal, el castigado es él: allí lo dejan, abandonado ante su verdugo, en la inmensidad de la valla vacía.

Y cuando el equipo tiene una mala tarde, es él quien paga el pato, bajo una lluvia de pelotazos, expiando los pecados ajenos.

https://www.youtube.com/watch?v=w_Ohqp9hc5U

Los demás jugadores pueden equivocarse feo una vez o muchas veces, pero se redimen mediante una finta espectacular, un pase magistral, un disparo certero: él no.

La multitud no perdona al arquero.

¿Salió en falso? ¿Hizo el sapo? ¿Se le resbaló la pelota? ¿Fueron de seda los dedos de acero?

Con una sola pifia, el guardameta arruina un partido o pierde un campeonato, y entonces el público olvida súbitamente todas sus hazañas y lo condena a la desgracia eterna.

Hasta el fin de sus días lo perseguirá la maldición”.

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