Marcelo Bielsa, en sus primeros años como técnico, era un hombre explosivo. Sus reacciones iracundas le generaron el mote de “El Loco” en Argentina.
Vivir bajo presión le afectó constantemente. Un apasionado, un hombre que siempre buscaba la perfección y, si no la conseguía, reventaba.
Luego del éxito en Newell’s en sus primeros años, Atlas de Guadalajara lo fichó como entrenador. Allí, según cuenta su biógrafo Ariel Senosiain, encontró la calma.
Corría el año 1993. Lo cuenta Senosiain en su biografía Lo suficientemente loco.
Por primera vez tuvo tiempo libre
“(La mexicana) se trata de una liga sin presión, donde el resultado maneja la continuidad de los técnicos con mucha menor celeridad”, cuenta el periodista. Al menos así era en aquellos tiempos.
Bielsa recibió todo lo que pidió, incluyendo las facilidades económicas y la construcción de un espacio de trabajo a su gusto. “Por primera vez (tuvo) el espacio para compartir con su esposa”, narra Senosiain.
“Tuvo tiempo libre”.
Cuenta Bielsa que se fue a México “porque necesitaba limar algunos aspectos exagerados. Allá me volví más reflexivo y menos evidente”.
En el verde, Marcelo Bielsa
Uno de los primeros gustos que se dio el rosarino fue jugar al golf. La calma de los campos le hacía bien. Lo jugaba en las mismas instalaciones de Atlas.
Pero también se llevó a México un gusto que intentó implantar en Argentina: el comer chupetines durante los partidos. Le servían “para calmar la ansiedad”, rememora Senosiain. De hecho, se los enviaban a Guadalajara, junto con diarios y revistas.
“Así fue calmando su intranquilidad (…) le servía para no caer en el vicio del cigarrillo”, se cuenta en la biografía.
Su comida favorita
Otro gusto que desarrolló Bielsa viviendo en Guadalajara fue el de comer tacos. Esto lo recuerda Oscar Clériga en Marca.
“El Loco’ se enamoró de los tacos desde el primer día que los probó en un puesto de la calle, cercano al hotel donde había sido alojado”, relata Clériga.
Efraín Flores, entrenador que le asistía, lo llevaba a comer en lugares variados. Pero había algo que no cambiaba: Bielsa prefería comer en los puestos de la calle, donde podría sentarse a hablar de futbol con el taquero, que en el hotel o en un restaurante.
Para 1995 llegaría al América. Pero esa… es otra historia.