José José, un príncipe humilde

El cantante, exponente del amor y el romanticismo, se toma su selfie y nos comparte su pesar sobre la realidad del mundo “¿Cómo en estos tiempos donde la ciencia ha alcanzado un desarrollo único, seguimos en la barbarie, en el hambre, en la guerra, en el no respeto por los derechos humanos?”

Sabemos que viene corriendo con el tráfico de la ciudad…

Sí, ya lo extrañaba (risas).  

¿Listo para el concierto del domingo en el Metropólitan? 53 años de carrera y más de 90 millones de discos vendidos…

Es algo mágico, porque la gente lo hace todo: comprar los discos, llenar los lugares, estar pendientes de uno a todo nivel. ¿Qué disco salió?  Si se enfermó. Si hay hasta necesidad de rezar por ti, como aconteció cuando estuve muy enfermo y en crisis de alcoholismo.  Son mi familia.  Todo lo hacen ellos, yo nada más trato de corresponderles.  Por eso ya ves que siempre nos quedamos a atender a la gente después de los shows.  Es la única oportunidad que tengo de abrazarlos, de firmarles un disco, de tomarme la foto con ellos y de agradecerles todo o que han hecho por mi. 

¿José Rómulo quería ser cantante?

No.  Yo no sabía que tenía facultades para cantar.  Mis papás eran cantantes de ópera.  Mi papá se negó siempre a que siguiéramos la carrera de la música y yo lo entendía, porque ópera sólo había dos veces al año.  Entonces mi papá nos mantenía de tocar el órgano en una iglesia y de cantar música sacra, a 17 pesos por misa, en la colonia Clavería, donde vivíamos.  Nos decía:  “Párate del piano, no estés jugando ahí”.  Él quería licenciados, ingenieros, doctores, gente que en su futuro inmediato tuviera una carrera y no lo que a él le sucedía.  Pero ya viene uno predestinado.  Él no nos dejaba oír música de Rock and Roll o Twist, que era lo de mi generación.  Sin embargo nos dio la educación musical más grande que pudimos soñar mi hermano y yo,  siempre oyendo música clásica y a los grandes cantantes de ópera.  Mi hermano, que tenía más facultades que yo para entender el cifrado de la música, llegó a escribir y a hacer arreglos a nivel sinfónico.  Él era el que escribía, entendía y leía música, yo no.  Yo salí con la disposición de cantar y tocar instrumentos de oído.  Increíble.

¿En ese momento se veía interpretando la música como ahora lo hace?

No.  Yo comencé en la música por ayudar a mi mamá cuando mi papá se fue de la casa y formó otra familia.  Tenía apenas 15 años y empecé a dar serenatas con mi primo Paco Ortiz y un amigo de nosotros, Alfredo Benítez.  Ahí es donde yo me involucro en la música, participando como primera voz de trío para dar serenatas.  Después aprendí a tocar la guitarra y empecé a dar serenatas yo solo y a tocar en cafés cantantes, con música de bolero. Comenzaba a entender el inglés para hacer baladas americanas que estaban de moda.

Después entré a tocar el bajo en las tardeadas y ahí fue mi desarrollo como músico cantando Rock and Roll en inglés y en español, las baladas.  Luego tuve la oportunidad de entrar al trío Los Peg tocando el contrabajo, desarrollando la música de blues, jazz y bossanova, que es lo que estaba de moda en todo el mundo.  Llegaron los músicos brasileños a México. Aprendí a hablar portugués y a cantar en italiano y en francés, las baladas románticas que llegaban de Europa.  La música de Johnny Mathis que se convirtió en mi primer maestro de canto y de respiración.  Luego Barbra Streisand que fue mi segunda maestra, y luego para cantar música americana, la música de don Frank Sinatra. Allí ya participé activamente tres años en los mejores lugares de México como El Señorial, el Bar Farolito acompañando a don Pepe Jara; los mejores bares de la vida nocturna de México, hasta que salí del Apache 14 de Carmela y Rafael directo a la (disquera) RCA Víctor a grabar otra vez, porque mi primer intento fue a los 17 años en la marca Orfeón con la canción El Mundo de Jimmy Fontana y no pasó nada. Y fue después de todo eso que desarrollé un estilo propio.  Mi primera grabación en 1969 en LP.  De ahí se me bautizó como José José y tampoco pasó nada hasta fines del año 69 con La Nave del Olvido y principios del 70 con El Triste. Empiezo a cantar en todo el país y en todo el continente. 

 

¿Por qué José José?

 

Por honrar la memoria de mi padre que acababa de morir cuando yo cumplí 17 años y ya era músico. Se llamaba José Sosa. La única grabación mía que escuchó mi padre fue la del disco sencillo de la marca Orfeón de El Mundo.  Lo demás ya no lo alcanzó a escuchar. 

¿Cómo es para un niño de 15 años de pronto hacerse cargo de su casa?

Fue un shock enfrentar la calle, la realidad de andar en camión, cómo te trata la gente porque eres un jovencito.  Como tenía que trasladarme, cruzar la ciudad primero en camión, luego caminar diez cuadras en la colonia Álamos para llegar a mi trabajo, decidí comprarme una bicicleta a diez pesos semanales, pero tenía que ir a pagarlos de la colonia Álamos a las calles de Argentina en el Centro Histórico (Ciudad de México) y trasladarme de Clavería, en Azcapotzalco, Tacuba, hasta la colonia Álamos en bicicleta 40 kilómetros de ida y 40 kilómetros de regreso.  Ahí fue donde hice mi condición física para cantar, porque iba cantando siempre en la bicicleta.  

¿Cuál era el motor para no desfallecer?  

El hecho de poder ayudar a mi mamá y a que mi hermano siguiera estudiando la secundaria.  Después lo dejó, ya no le importó, y tampoco le importó trabajar.  Entonces yo era el único sostén de mi mamá por un lado, porque ella, todo lo que ganaba con una super cocina que le puso mi tío, su hermano, junto a la repartidora del agua Electropura, les daba de comer a los mecánicos y a los repartidores, a los choferes y a los que cargaban los garrafones de agua.

Pero cuando comencé a trabajar en los bares la saqué de trabajar porque ya empecé a ganar hasta 10 mil pesos al mes.  Trabajaba en varios bares de la Zona Rosa al mismo tiempo.  Eran bares de lujo.  Saqué mi coche último modelo en abonos para cargar el contrabajo.  Primero empecé con el bajo eléctrico y cargábamos el amplificador y el bajo, pero nos lo robaron un día, entonces tuve que conseguir un contrabajo y lo metía en el coche para poder trabajar en las noches. Cuando me metí al elenco de la RCA Víctor gracias al apoyo de don Armando Manzanero y Nacho González,  con don Rubén Fuentes, mi mamá abrió otra vez un restaurancito a media cuadra de la casa, pero pequeño, había dos mesas y el refrigerador de los refrescos y su comal para hacer comida enfrente de una tornería.  De ahí nos mantuvo todo el año de 1969.  Yo tuve que volver a dar serenatas y dejé la carrera de litógrafo porque ya estaba grabando el LP y participando otra vez en los cafés cantantes.  Trabajé entonces en el café cantante de Víctor Iturbe “El Pirulí” y en uno muy famoso que se llamaba Café Ipanema. 

¿Y su mamá cocinaba rico?

Siempre comimos muy rico.  Mi abuela cocinaba excelente.  Las dos como buenas veracruzanas.  

El platillo de su mamá que recuerda con más gusto…

Las milanesas de mi mamá. Y el espagueti, era único.  Era mi regalo de cumpleaños, comer eso, sí. 

¿Qué sucede con el muchacho que recorría en bici la Ciudad de México y de pronto se enfrenta al éxito, al público de pié, aplaudiéndole en el Festival de la Canción con El Triste?

Fue muy difícil para mi ser solista.  No tenía ni idea de lo que era mover las manos.  Siempre tuve un instrumento.  Y enfrentar al público y al éxito también fue muy difícil.  No estaba preparado.  Fue otra vez un frentazo con otro tipo de realidad, el ambiente artístico con toda la gente que ya estaba instalada, que yo ni conocía y que empezaron a manejarme la carrera y luego la vida,  porque uno no sabe nada de nada.  Yo 

Tenía un manager que siempre estábamos de fiesta.  La noche anterior a las presentaciones no había fiesta, me acostaba temprano, me daba un beso en la frente y me decía: “A dormir hijo mío, a descansar, que mañana hay que cantar muy bien”.  Y así, me levantaba entero a trabajar, a cantar, y luego la fiesta.  Tenía yo, desgraciadamente, una ignorancia absoluta en lo que era cobrar y manejar dinero.  El primer manager fue “El Chumo” Raúl Ortiz, que le entregaba a mi mamá peso sobre peso de lo que ganábamos.  Nos cambiamos de Clavería a San Jerónimo, pero “Chumo” muere en un accidente automovilístico y yo entro a trabajar con estas personas que me explotaron por todos lados.  Me dieron una tarjeta de crédito para que no anduviera repartiendo dinero a mis amigos, que fue lo que hizo mi mamá con todo lo que gané con Raúl Ortiz, prestárselo a toda la colonia Clavería.  Nos quedamos sin dinero.  Cuando a mi me dio pulmonía y perdí las facultades para cantar, no teníamos un peso.  

¿Usted es aventado o tímido en el amor?

Soy muy tímido.  Todo lo que logré hacer en el amor fue gracias a la guitarra.  Así es como yo me comunicaba con las mujeres y luego ya ellas me abordaban a mi.  

¿Sabe que es el causante de tanto amor en el mundo, y además de la sobrepoblación mundial?

(Risas). No tanto. Al menos de este lado del mundo, sí (risas).  Un privilegio poderme convertir en amigo y cómplice de millones de parejas que se han unido o se han consolado con las grabaciones de nosotros.  

¿En algún momento pierde el piso?

No, porque mi mamá fue humildísima y yo heredé su humildad. Siempre me hablaba de cómo sobrellevar todo, cómo respetar a mi público, cómo atender a la gente, porque todos traemos a Dios dentro.  Todos tenemos ese valor inmenso, divino.  Todos somos criaturas de Dios, con una divinidad interior que desarrollar.  Por eso siempre el respeto al público, a los compositores, que son los iluminados de Dios, para que nosotros los intérpretes podamos llegar al público cantando.

El alcoholismo…

Lo más difícil que he enfrentado en mi vida.  Mi padre murió de alcoholismo, yo estuve a punto de morir a la misma edad, a los 45 años.  Mi hermano murió de alcoholismo y de mis medios hermanos, de los cinco, cuatro tienen problemas de alcoholismo.  Sólo se salvó de contraer la enfermedad el que era un bebecito cuando mi padre murió y no tuvo conciencia de verlo beber, que es lo que luego imitamos todos sus hijos.  Fue muy difícil, pero bendito sea Dios logré superarlo gracias al programa de Alcohólicos Anónimos y poniendo mi vida en manos de Dios, dejando que él la manejara.  Las dieciséis horas que estoy levantado las pongo en manos de Dios, las otras ocho que duermo, estoy en sus brazos. 

Les recomiendo a todos los enfermos de adicciones que en la mañana se levanten y digan: “Padre, yo pongo mi vida en tus manos y la de los demás”.  Siempre hay que poner y hablar por los demás.  “Padre, yo pongo mi salud en tus manos y la de los demás.  Yo pongo mi enfermedad de alcoholismo en tus manos y la de los demás.  Yo pongo mi familia en tus manos y la de los demás”.  Diario en la mañana, te tardas un minuto en poner toda tu vida en manos de Dios para que él la maneje.  No tú, que él maneje todo lo que hagas ese día.  “Sólo por hoy”, como dice el programa de Alcohólicos Anónimos.  No preocupaciones ni andar cargando el pasado que no tiene arreglo, ni andarnos preocupando por el futuro que es de Dios.  Sólo él sabe qué sigue.  Eso me ha llevado ya a 23 años de sobriedad. Limpio gracias a Dios.  

José José como el Ave Fénix

Bueno, es a lo que te lleva el programa de Alcohólicos Anónimos, a convertirte en un Ave Fénix.  El haber tenido una problemática casi insuperable que de seguro te llevaba a mal morir, en una vida como la mía que la vivo al día pero hermosamente, sin preocupaciones ni problemas de ninguna especie. 

¿A quién admira?

Con todo lo controversial que fue su carrera y su vida, a don Frank Sinatra.  Todos quisimos ser alguna vez Frank Sinatra.  Yo le pregunté a Julio Iglesias: “Ahora que ya estás instalado en el mercado americano, ¿qué más quieres?” “Quiero ser Frank Sinatra”, me dijo.   Todos queremos ser Frank Sinatra.  Una carrera excepcional a todos los niveles, como músico, como cantante.  Como músico dirigía la sinfónica y como cantante vendía a todo el mundo su música, sus grabaciones.  Era el más reconocido en lo que se refiere al manejo de la promoción.  Él fue el que nos enseñó que la Coca Cola tiene cien años y la siguen anunciando, y que siempre había que estar de promoción para que la carrera se mantuviera arriba.  Pero él no era tonto,  siendo el cantantazo que fue, siempre presentaba a don Tony Bennett como el mejor: “Con ustedes, el mejor de todos”. 

¿Cuál es el escenario que más lo ha impactado?

He tenido experiencias fabulosas, los estadios con miles de personas.  Pero trabajar en Nueva York y llenar el Madison Square Garden, fue algo fabuloso.  Y llenar en Las Vegas igualmente los casinos.  Sentirte parte del top de la vida artística, porque es el centro más importante de distribución de la carrera para el resto del mundo, es algo verdaderamente excepcional.  

Antes de salir al escenario…

Mi mamá me preparó para subir al escenario: “Acuérdate y sabe, José Sosa, que eres el instrumento por medio del cual Dios va a demostrar su grandeza porque él va a cantar a través de ti, de tu garganta”.  “Padre, ayúdame a obtener un triunfo más para que tú obtengas un triunfo más”. 

Sus hobbies…

El jazz, la música clásica, los deportes, la televisión.

¿Qué deporte le gusta?

Todos.  Los jugué y los practiqué todos, muy mal.  El único que me salió bien fue el ciclismo, yo solito.  Me encanta el dominó, el póquer también.  Y comer bien, porque siempre he comido muy bien, gracias a Dios. 

Su equipo favorito…

El Guadalajara, desde niño, porque era el quíntuple campeón. En el beisbol, los Dodgers de Los Ángeles, que primero estuvieron en Brooklyn, en Nueva York, y mi papá me ponía a oír el partido en uno de esos radios de bulbos que hacía: “uiu…uiu…uiu…” (risas).  Yo escuchaba a Buck Canel, el narrador cubano que era lo máximo narrando los partidos entre los Dodgers y los Yankees.  Toda la vida le he ido a los Dodgers.  Y muy en especial, una época a los Vaqueros de Dallas en el futbol americano, y ahora a San Francisco

Su comida favorita…

Toda, pero me mata la comida mexicana y la comida italiana. Pero como de todo, japonés, chino, etcétera.  Como bote de basura: lo que le eches (risas). 

La música…

Es el lenguaje de Dios para toda la humanidad. 

El amor…

Es el carácter de Dios.

La amistad…

Tener un amigo es un compromiso de derechos y obligaciones.  Imagínate una novia.  Imagínate una esposa. 

La vida…

Es lo más preciado y maravilloso que existe.  Todos los que podemos respirar somos privilegiados.  Ya no hablemos de los que podemos desplazarnos, movernos, que hay muchos hermanos humanos que no pueden.  Pero pudiendo manejar tus facultades mentales, estás del otro lado.  Participas del don maravilloso de la vida.  

Su mayor defecto…

Haber heredado algo inconscientemente, así como heredé el alcoholismo y la neurosis de mi padre: la paciencia infinita de mi madre, un don de gentes impresionante que me ha ayudado mucho, pero también mamá era naive (ingenua) y yo heredé eso también.  La gente te usa facilísimo, detectan de inmediato que tu no tienes malicia, nunca eres malintencionado, te usan, no te respetan.  Eso duele mucho porque no se quita.  Un día dije: “Van a ver, ahora voy a cambiar y voy a ser malo.  Se van a acordar de mí”.  No puedes, no cambias.  Es una herencia maravillosa por un lado y muy problemática de manejar por otro, darte tu lugar.  Cuando llegué a la Universidad de las Adicciones me dijeron: “Aquí te vamos a enseñar a recuperar tu dignidad y a aprender a decir: no”. En eso voy ahorita. 

Su mayor virtud…

La comprensión.  El aprender a vivir es un regalo de Dios.  Tenemos que entender que la tolerancia que le debemos a nuestros congéneres, debe de ser eterna.  Yo oía a Jacques Cousteau a los 94 años: “Hay que respetar y querer a la gente porque todos traemos a Dios dentro”.  La tolerancia para el que está creciendo, para el que va evolucionando,  para el que ya no evolucionó.  Es duro. La gente lastima muy feo.  Sobre todo tus seres queridos.  Es a donde más tolerancia y más amor debemos depositar. 

De qué se ríe…

Tengo buen humor.  Mi mamá tenía muy buen humor y mi papá también.  Mi mamá como buena veracruzana siempre me tuvo lleno de un ámbito de risa y de buen humor.   Me encantan los chistes.  Adoro a mis compañeros cómicos. Los músicos son excepcionalmente alegres, tienen un sentido del humor excepcional y yo lo tengo también, gracias a Dios. 

Se sabe algún chiste…

Estaba en el hospital, sobreviviendo de una pulmonía fulminante con los dos pulmones parados, viviendo con oxígeno, llenos de esputo mis pulmones.  En eso entra Flavio el comediante y lo primero que me dijo fue: “Compañero, qué bien estás.  Qué bien te veo”.  Y yo lleno de tubos por todos lados (risas).  Y me dice: “Estaban los peleadores en el ring y de repente el de calzón blanco al suelo.  Cuenta de protección: seis, siete, ocho… Le limpia los guantes el réferi y le pregunta: ¿Puede seguir peleando?.  Y el tipo dice: Sí, pero hoy no (risas)”.  Empecé a expectorar de la risa.  Flavio iba todos los días a contarme chistes para que me riera y expectorara toda la infección hasta que se me limpiaron los pulmones. 

¿A qué le llora?

A la injusticia humana.  No cabe duda que los peores enemigos que tenemos somos nosotros mismos. ¿Cómo en estos tiempos, donde la ciencia ha alcanzado un desarrollo único, seguimos en la barbarie, en el hambre, en la guerra, en el no respeto por los derechos humanos?  Me da un sentimiento horrible.  Le pido todos los días a Dios que nos humanice, que nos ayude a cambiar nuestra forma de pensar, que nos llene de su amor, porque el amor al dinero es lo que tiene así al planeta y a la humanidad. 

 

Su esposa…

 

Es mi ángel de la guarda.  

 

Sus hijos…

 

Mi máximo orgullo.  Poder llegar a ser padre, tener el privilegio de ser padre. Que todos nacieran músicos y cantantes;  y ahora ser abuelo, que es otro privilegio todavía mayor.  Ahorita ya me voy a ver a Francesca. 

México…

Es el país más bello del planeta, donde está la gente más cariñosa del mundo.  Somos los mejores anfitriones, somos la gente más alegre que hay, somos musicales, somos los más románticos que hay en el mundo.  Por eso bebemos cuando el amor se nos va, la pareja; lo enseñamos, en carne viva que estamos sufriendo.  Somos los más sentimentales y también los más trágicos en ese sentido, porque lo que más amamos es a la mujer. 

¿Queda algo de aquél niño de Clavería?

Si.  Sigo siendo el mismo.  No cambio, gracias a Dios.  Siempre digo: “Gracias Dios mío, que sigo siendo el mismo”. 

Saludo a Publimetro

Gracias Publimetro.  Gracias Xavier, a ti también, por la entrevista, por darme la oportunidad de explayar mi verdadera personalidad desde niño hasta la fecha, donde ahora a través de todo lo que Dios me ha enseñado, llevo una existencia completa, más acorde a lo que he ido aprendiendo en estos 67 años de vida.

#SelfieSecret

Soy nocturno, ciento por ciento.  Me la paso hablando por teléfono, viendo y oyendo noticieros todo el día y en la noche.  Me encanta la tele, las películas, me encanta comer en la noche. Mi horario es totalmente al revés.  Yo como a las cuatro de la mañana y me duermo a las seis de la mañana, y trato de levantarme a las dos de la tarde. Luego hay impedimentos para dormir de día en los hoteles: la aspiradora, la camarera, los gritos, el tráfico.  Pero yo lo tomo como circunstancias que he aprendido a eliminar: mis tapones en los oídos, las cortinas, mi antifaz y ahí nos vemos (risas). 

Hay días que me duermo dos días seguidos, para recuperarme de las desveladas, de los aviones, de no comer, de no descansar en las giras.  Llego a la casa de ustedes y ya saben que hasta que no les toque una corneta que tengo de militar, ahí es que no he reaparecido (risas).

¿QUIÉN ES?

José Rómulo Sosa Ortiz

Ciudad de México, 17 de febrero de 1948.

Profesión: Cantante

Lo conoces por: Temas como El Triste, Lo pasado pasado, Gavilán o Paloma.

Actualmente:  Este domingo se presenta a las 18:30 hrs. en el Teatro Metropólitan.

@JoseJoseOficial

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