Si bien hay muchas cosas que temer dentro de las paredes de una prisión rusa, el yoga no es algo que venga a la mente al instante. Sin embargo, el mes pasado, en dos centros de detención separados en Moscú, las autoridades rusas suspendieron las clases de kundalini yoga por temor a que la práctica perturbara la paz. Más específicamente: un erudito religioso y un legislador conservador estaban preocupados de que el yoga pudiera estar volviendo homosexuales a los reclusos y que esto pudiera provocar disturbios en la prisión.
El periódico local Moskovsky Komsomolets cita una carta que el profesor Alexander Dvorkin, considerado el principal experto del sectarismo del país, envió a la senadora Elena Mizulina, miembro de la cámara alta del Parlamento de Rusia. Según se reportó, la carta declara que «las posturas de yoga causan una excitación sexual incontrolada, lo que llevará a la homosexualidad tras las rejas».
Dvorkin afirmó que sus palabras fueron sacadas de contexto y acusó al periodista que lo citó de un conflicto de intereses, según The Moscow Times. Por su parte, Mizulina descartó la noticia como fake news. En cualquier caso, Radio Free Europe —una corporación supervisada por la Agencia de Medios Globales de Estados Unidos— dijo que la carta había sido enviada al fiscal general Yury Chaika, en la cual se le imploraba que investigara la legalidad de las clases de yoga y le advertía sobre posibles disturbios en la prisión si la práctica continuaba. Uno de los temores es que el yoga, que se ofrece principalmente a los reclusos que trabajan en el servicio de comedor, convertiría a los prisioneros en homosexuales, y que los demás prisioneros que no estuvieran dispuestos a «recibir comida de las manos de los homosexuales» provocarían huelgas de hambre y disturbios.
Como resultado de esa carta, se suspendieron las clases. Pero desde entonces las autoridades de la prisión han decidido reanudar su iniciativa de yoga en la prisión, citando los beneficios de salud como una razón para continuar con la práctica terapéutica. Valery Maksimenko, jefe adjunto del Servicio Penitenciario Federal, le dijo al medio Govorit Moskva que «las clases continuarán. Realizamos un estudio y entre las personas que practicaban yoga, [hubo] una gran reducción en las visitas a los médicos para obtener ayuda. Es un efecto muy positivo… [y] hay planes para extender la práctica a otras instituciones. No solo en Moscú, sino en todo el país”.
Maksimenko calificó a Dvorkin como un pseudo-sanador y una «persona extraña», y denunció con firmeza la afirmación de que el yoga causa homosexualidad. «Este camarada tiene una visión arcaica del mundo», dijo. «Vivimos en un país democrático y la gente puede hacer lo que quiera dentro de la ley».
También señaló que, a la luz del éxito de las clases de yoga, las prisiones ahora buscan introducir clases adicionales de qigong: una práctica que involucra movimientos lentos y respiración coordinada.
«El mundo entero está haciendo esto y no ha causado ningún daño a nadie», dijo. «Y no va a hacer que nadie se vuelva gay. Pero incluso si ocurre, tenemos democracia en nuestro país y todos tenemos el derecho de elegir nuestro propio camino».
“No existe ningún artículo sobre la homosexualidad. Y para aquellas personas que lo solicitan, deben mirarse bien a sí mismos».