Cuando Jesús Solís vio que las aguas de la presa de San Onofre comenzaban a oscurecerse y un olor putrefacto impregnaba la zona, el miedo se apoderó de él. En pocas semanas su temor se transformó en una tragedia para su familia y los habitantes de Ayotlán, una remota localidad del occidente mexicano.
Solís, un pescador de 44 años, vio cómo decenas de miles de peces, que había ayudado a criar y alimentar junto a sus compañeros de una cooperativa, aparecían muertos a las orillas de la presa ubicada en el estado de Jalisco.
Las autoridades determinaron luego que un derrame de millones de litros de vinaza de tequila -el agua residual generada tras la destilación de la bebida- que habían caído en octubre al arroyo Las Ánimas terminaron en la presa por efecto de la corriente.
La contaminación y muerte masiva de peces en San Onofre —considerado uno de los mayores incidentes ambientales que se hayan registrado en Jalisco en los últimos años— tiene conmocionados a los más de 30 mil habitantes de Ayotlán que temen quedarse sin agua para un centenar de hectáreas de cultivos y que no se pueda recuperar los miles de pesos que habían invertido en una granja de peces.
El director de Atención a Conflictos Socioambientales de la Secretaría de Medio Ambiente de la Gobernación de Jalisco, Orión Flores, dijo a The Associated Press que hasta la fecha se han retirado “entre 60 y 80 toneladas de peces muertos” y que es posible que la mortandad de especies subacuáticas continúe en los próximos días.
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Por su parte, el profesor e investigador de la Universidad de Guadalajara y especialista en gestión integral del agua, Aldo Castañeda Villanueva, afirmó que “pueden pasar años” hasta que la pequeña presa, que tiene más de cuatro décadas, pueda sanearse y sostuvo que todo dependerá de las condiciones climatológicas, de que no haya más derrames y de que se den muchas precipitaciones para que se diluya la contaminación.
Castañeda Villanueva indicó que en Jalisco, considerado la cuna del tequila, “es muy común” que ocurra la contaminación de ríos y embalses por desechos que liberan las empresas, y precisó que muchos casos no se conocen porque no salen en las noticias.
En junio de 2011 se registró en el río Tuxcacuesco de Jalisco una muerte masiva de peces. En una investigación, que formó parte de una tesis de grado en la Universidad de Guadalajara en el 2015, se reveló que el incidente tuvo que ver con una contaminación que se detectó en el río Tonaya, que alimenta al Tuxcacuesco, donde se encontró una alta concentración de aguas negras y descargas de vinazas provenientes de empresas destiladoras.
A fines de noviembre Solís y sus compañeros pescadores debieron dedicarse a recoger, ayudados por una máquina excavadora que les prestó la alcaldía, las más 60 toneladas de tilapias, mojarras, carpas y charales muertas, muchas de las cuales habían criado y alimentado con sus limitados ahorros.
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Los peces muertos fueron llevados a unas fosas donde fueron enterrados y cubiertos con cal para neutralizar el olor causado por su descomposición.
“Fue un momento muy duro ver que todos nuestros ahorros, la vida, pues, se iban en esas fosas. En ese momento sentí mucha tristeza, mucha impotencia”, afirmó Solís tras recordar que a los 8 años, de la mano de su padre, comenzó en la actividad de la pesca y que ahora su destino, el de sus hijos, esposa, hermana y madre es incierto.
Mauricio Bando, otro de los pescadores afectados por la contaminación de la presa, corrió con mejor suerte que muchos de sus colegas debido a que con parte de los ingresos que le generó la pesca montó una pequeña tienda de abarrotes que se ha convertido en el único ingreso para mantener a sus cuatro hijos y su esposa.
“Esto no me da mucho porque es muy pequeño, pero por lo menos sobrevivo”, dijo Bando, de 43 años, al reconocer que tras el derrame de vinaza se suspendieron las labores de pesca en la presa y su padre, su hermano y él se quedaron sin empleo.
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“La vida nos cambió por completo”, indicó el humilde pescador al relatar que para subsistir su padre, de 74 años, sale a las calles a vender café y su madre y su hermano tuvieron que irse al campo a recolectar maíz.
A inicios de diciembre la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial de Jalisco, la Procuraduría Estatal de Protección al Ambiente y la Comisión Estatal de Agua acordaron el monitoreo permanente de las aguas de la presa y los arroyos de la zona para definir la tecnología que utilizarán para facilitar el saneamiento. Asimismo, se abrió una investigación para determinar las responsabilidades por el hecho.
Flores explicó que cuando la vinaza de tequila cae en los cuerpos de agua genera una alteración de los indicadores relacionados con la disponibilidad de oxígeno, lo que ocasiona la muerte de peces y algas subacuáticas.
El funcionario indicó que en los próximos días se iniciará la introducción de maquinarias y equipos para retirar las malezas acuáticas que limitan la oxigenación del agua y que se realiza un estudio para determinar la calidad de las aguas de San Onofre y si pueden ser empleadas en el riego de sembradíos.
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Las investigaciones sobre el caso están en su fase inicial, pero algunas autoridades estatales y habitantes de Ayotlán señalan como presunta responsable de la contaminación a una planta privada de tratamiento de aguas residuales que se encargaba de recibir la vinaza que le enviaban empresas tequileras de la zona. La planta fue clausurada a fines de septiembre tras una inspección en la que las autoridades detectaron que una de las lagunas de vinaza presentaba una ruptura en uno de sus muros, precisó Flores.
El alcalde de Ayotlán, Rodolfo Hernández, responsabilizó a la Planta Tratadora de Aguas Residuales de los Altos por la contaminación de San Onofre. The Associated Press se comunicó con la empresa para obtener una reacción pero no atendieron las llamadas.
Al respecto, el responsable de proyectos sustentables del Consejo Regulador del Tequila, Carlos López de la Cruz, indicó que “no es una empresa tequilera” la implicada en el evento, y precisó que la planta tenía un permiso de las autoridades para tratar los residuos.
Sobre las acciones en materia protección ambiental que está llevando adelante la agroindustria tequilera, López de la Cruz expresó que para el 2019 el sector tenía documentada inversiones por más de 83 millones de dólares para el desarrollo de diferentes programas que incluyen el establecimiento de plantas de tratamiento de la vinaza y de producción de composta con bagazo y vinaza, cambios de combustible utilizando gas natural, y el uso de celdas solares, entre otros.
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Agregó que el sector también está adelantando un plan para que en el 2027 todo el agave que se utilice para producir tequila esté libre de deforestación, y en ese sentido —señaló— se desarrolló una marca de certificación que es “Agave Responsable Ambiental (ARA)”.
Castañeda Villanueva expresó que lo que ocurrió en San Onofre no es un caso aislado e indicó que “la mayor parte de las tequileras en todo Jalisco, y creo que en todo México, buscan concesiones para que sus vinazas las depositen en suelos, en terrenos supuestamente con control, pero la verdad es que muchos lo que hacen nada más es que las enfrían, la dejan sedimentar y luego la lanzan a ríos, a presas, al mar”.
Jalisco es el principal productor de la materia prima, el agave tequilana Weber variedad azul, y concentra las mayores plantas industriales. La explotación e industrialización de la popular bebida mexicana representa una de las principales ramas agroindustriales de ese estado, donde más del 40% de su superficie de cultivos industriales corresponden al agave.