Unas horas después de los primeros ataques de Rusia a Ucrania, Alexandra Kovalyóva huyó junto a su familia de Kiev, la capital de Ucrania, a Lviv, una ciudad cerca de la frontera con Polonia, la cual se ha convertido en un punto de refugio para miles de personas que buscan resguardarse del fuego armado.
En entrevista con Publimetro, la ciudadana de Ucrania relató que gracias a la ayuda de amigos pudieron alejarse de los ataques de forma inmediata de lo que sería uno de los principales blancos de Rusia.
Esto, dijo, significó huir de la ciudad con una maleta de ropa y papeles oficiales únicamente, por lo que dejaron todo su patrimonio atrás de momento.
¿Qué hiciste durante los primeros ataques de Rusia a Ucrania?
El 24 de febrero me desperté a las 5 de la madrugada por oír unos sonidos fuertes de explosiones que sacudieron mi cama y a todo el edificio de 11 pisos en el cual está mi departamento. Primero yo no podía entender qué estaba pasando, pensé que podía ser solo mi sueño, pero luego noté que en muchos departamentos en los edificios vecinos la gente empezó a encender la luz.
Durante unos meses Rusia estaba juntando tropas en la frontera de Ucrania en cantidad sin precedentes. Ejercicios militares de una escala tan grande pudieran afectar a una economía tan debilitada como la de Rusia.
Pero a pesar de esto para mí era difícil creer que el gobierno de Rusia, cual astuto que sea, pueda animarse a una verdadera locura como ésta, especialmente después de advertencias de gobiernos de Estados Unidos y países de Europa sobre probables sanciones duras en el caso de intervención militar.
Así que para mí es un estrés, pero no puedo ni imaginarme qué tan terrible podría ser el estrés para toda aquella gente –la mayoría de la población– quienes no podían creer que algo como esto pudiera ocurrir en el siglo XXI.
Sé que habían colas largas en tiendas de alimentos, en farmacias y en bancos donde la gente intentaba sacar toda la plata posible de sus cuentas.
Desde las ventanas pude ver el terrible tráfico en la carretera que va desde Kyiv al suroeste de la región: mucha gente intentaba llevar a sus familias fuera de la ciudad. Unos se fueron a sus casas de verano en el campo, otros intentaban salir del país, principalmente mujeres con sus hijos.
Las horas siguientes se convirtieron en un sueño horrible de sonidos de explosiones y de cañoneo, de noticias terribles de todos lados de nuestro país, de llamadas telefónicas y mensajes de familiares y amigos asustados, de cansancio por insomnio y de intentos de calmarse e intentar a pensar con mayor razonabilidad sobre lo que se pudiera hacer para proteger a mi familia.
Todo fue muy rápido, el gobierno insistió en decir que no había peligro hasta que ya era demasiado tarde, durante los primeros ataques mi familia y yo decidimos que no podíamos quedarnos aquí en Kiev, pues resultó ser uno de los blancos principales.
Gracias a unos amigos pudimos trasladarnos de una ciudad a otra, en un lapso de media hora agarramos lo que pudimos y salimos rumbo a la ciudad de Lviv, en donde tenemos a familiares que nos recibieron en su casa de forma temporal.
Hoy pienso que hubiera sido muy difícil salir después de ese momento si no hubiéramos tomado esa decisión, dadas las condiciones que vive nuestro país.
Esta guerra empezó desde 2014, y pese a ellos te puedo decir que mi familia no piensa en huir del país, porque es su casa y su tierra; mi familia está preparada para que Putin haga algo horrible ahorita o en un futuro. Así han sido las cosas.
¿Cómo ha sido tu rutina en esta ciudad en los últimos días?
Primero no pensábamos en irnos de nuestro departamento, sino en buscar posibilidades de refugiarnos durante los ataques aéreos, porque en nuestro barrio joven, construido en los últimos seis años, no hay ningún refugio especial para el caso de la guerra. En los barrios más viejos construidos durante la época soviética sí hay refugios, pero se ve que desde hace tiempo están abandonados y se destruyen.
En el primer día de la intervención vimos dos aviones de bombardeo rusos que pasaron muy cerca de nuestro edificio a poca altura, no más alto que el piso nueve. También un helicóptero ruso pasó volando justamente por encima de nuestro departamento, muy cerca del techo.
En el segundo día oímos explosiones muy cerca y luego nos enteramos que cerca a nuestro edificio cayó un misil de crucero. Por eso no nos tomó mucho tiempo tomar la decisión positiva y juntar las cosas cuando nuestros amigos nos ofrecieron llevarnos en su carro a otra ciudad de Lviv donde viven nuestros familiares –que está más cerca a la frontera de Polonia y se cree estar más seguro por el momento–.
Desde que llegamos tuvimos que irnos corriendo al refugio por más de seis veces, incluso tres veces en el primer día. No es propiamente un refugio sino el piso sótano de un hotel que está en un edificio antiguo del siglo XVI, el fundamento del cual fue construido en el siglo XV. En Ucrania no hay refugios preparados, la gente se esconde en pisos sótanos y en ciudades grandes en el ferrocarril subterráneo.
Desde los tiempos de la independencia en Ucrania no se construían refugios y ni siquiera reparaban los construidos en la época soviética: porque nadie pudiera imaginarse que nos pudiera atacar uno de los países que eran garantes del acuerdo suscrito el 5 de diciembre de 1994, llamado el Memorándum de Budapest sobre Garantías de Seguridad.
Según este acuerdo Ucrania entregó todas sus armas nucleares, y los países garantes que eran potencias nucleares: Rusia, Estados Unidos y Reino Unido, a quienes más tarde se juntaron: Francia y China, le prometieron que si alguien la iba a atacar, iban a defenderla.
No hay transporte y escuchamos fuertes ataques todos los días, seguimos muy nerviosos porque en casa no hemos comprado nada en los mercados, porque, insisto, el gobierno se cansó de decirnos que no pasaba nada y no tomamos previsiones.
No estamos preparados para llevar una vida así, fuera de nuestra ciudad y sin recursos para estar en casa más días; nuestros recursos son limitados tanto en dinero como en la despensa, lo peor de todo es que no sabemos qué pasará en las próximas semanas y si podremos regresar de manera segura.
¿Has considerado pedir refugio en otro país ante esta situación?
Para mí y mi familia la guerra con Rusia se empezó en 2014, porque somos de Crimea –de una península en la parte sur del territorio de Ucrania– que fue ocupada el 27 de febrero, 8 años atrás. Aquel momento yo estuve trabajando en la capital de Ucrania Kyiv en la Academia de Ciencias de Ucrania, y mi familia se quedaba en Crimea.
Mi hermano fue forzado a irse de Crimea en el otoño de 2014 porque había renunciado oficialmente a obtener la ciudadanía rusa que toda la gente de Crimea debía obtener forzosamente. Nuestra mamá se mudo a Kyiv más tarde. Ella pudo vender un departamento en Simferopol y fue así como pudimos comprar un departamento en un barrio nuevo en una ciudad pequeña de Vyshneve cerca de Kyiv - a unos 4 kilómetros de su borde.
Rusia justificó la ocupación de Crimea insistiendo que Ucrania pudiera permitir a la OTAN instalar sus bases en Crimea y también iniciar represiones en contra de la población rusohablante.
Por supuesto que tenemos razones históricas para odiar a rusos. Solo durante dos años 1932-1933 mataron a unos 10 o más millones de ucranianos con una hambruna artificial: los comunistas rusos que querían prevenir al separatismo en Ucrania expropiaron todos los productos de la gente en el campo y luego pusieron soldados alrededor del cada pueblo para que la gente no pueda huir.
Cada familia aquí ha perdido algún ser querido, incluso la mía. Pero lo que pasó en el inicio del siglo XX no significa que podíamos convertirnos hasta en fascistas.