Por primera vez en la historia de México, y en medio de una constante confrontación con los medios de comunicación, este viernes 23 de diciembre el presidente Andrés Manuel López Obrador encabezará su conferencia de prensa matutina número mil, ejercicio que él considera un “diálogo circular” que inició el lunes 3 de diciembre de 2018, a dos días de haber asumido el poder.
Mil mañaneras después, la polarización entre la prensa y el poder es más marcada que nunca. Al respecto, Publimetro conversó con Raúl Cortés, periodista internacional y profesor de Ética Periodistica en la Escuela de Periodismo “Carlos Septién García”, quien está presentando “El Choque Invitable: prensa, discurso y poder durante el sexenio de López Obrador”, su primer libro en el que narra cómo se ha interiorizado la división entre AMLO y la prensa.
Buenas tardes Raúl, cuéntanos, ¿cómo surgió “El Choque inevitable”?
Muy buenas tardes, pues aquí estamos con el libro “El Choque Inevitable”, que acaba de salir prácticamente de la imprenta ahora en diciembre, y en el que he trabajado durante bastantes meses –años en realidad–, porque firmé el contrato con la editorial en 2019 y se está publicando ahora en 2022.
Espero que sea de interés para la sociedad mexicana, porque es un libro pensado para las personas que tienen interés en cuestiones de política, de comunicación, por supuesto estudiantes de periodismo, colegas periodistas, pero también para la sociedad en general; para ciudadanos a los que les interesen estos temas y que estén pegados a la realidad mexicana, a todo lo que está pasando en torno a las mañaneras del presidente López Obrador y la relación que él tiene con los medios.
Lo que trato de explicar en el libro es todo lo que tiene que ver con la ética periodística, que es una materia que doy en la universidad, en una maestría en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, desde el año 2017.
Creo que es un elemento sobre el que, a veces, hace mención el gobernante López Obrador, AMLO, pero que la gente desconoce bastante. Es importante que la sociedad entienda más todo lo que está pasando a partir de los autores -que hay muchos que tocan este tema- y de los propios códigos deontológicos, los manuales de estilo que tienen muchos medios y que rigen su forma de trabajo, que eso la gente realmente no lo sabe.
¿Qué te llevó a escribir este libro?
La idea inicialmente era hacer un libro sobre “Fake News a la mexicana”. Con el paso de los meses elaboré una primera parte de ese libro, pero la editorial me pidió centrar un poco más en lo que estaba sucediendo en términos de la relación entre el poder y la prensa en la relación entre AMLO y los medios.
Trabajo con la agencia de noticias Reuters y doy clases en la universidad, como decía, y como parte de mi trabajo sigo “las mañaneras” a diario. Entonces, esa fue una gran fuente de información.
Menciono en la introducción que, en parte, el libro está escrito por el presidente López Obrador, porque es una de las personas que más aparecen citadas en él y porque es un análisis –en términos de opinión pública– de lo que surge todos los días en la mañanera, que de alguna manera, marca la pauta y la dirección de los temas que se vuelven agenda informativa, de forma muy hábil por parte del gobernante.
¿La mañanera es un buen ejercicio? ¿Por qué no hay otros presidentes que estén haciendo mañaneras como AMLO?
Para mí es un ejercicio sorprendente. Yo llevo dos décadas ejerciendo de corresponsal extranjero en distintos países de América Latina y antes trabajé en España. Jamás vi algo parecido en términos de la comunicación gubernamental.
Es cierto que, por ejemplo, en México los presidentes anteriormente tenían actos diarios en distintas partes de la República donde se dirigían a un auditorio, pero el caso de la mañanera es muy especial.
No voy a referirme al contenido y al formato de la mañanera, porque creo que ese es otro tema, pero si consideramos a la mañanera como una conferencia de prensa, es algo inédito no solo en la historia de México, por supuesto, sino también en la historia universal, por lo menos entre los países que tienen cierto peso geopolítico como México.
Hay casos como el del presidente Chávez, que se exponía mucho en televisión pero no se trataba de ruedas de prensa, sino que eran actos más bien gubernamentales donde hablaba con los ciudadanos, el famoso “Aló Presidente”.
Otro ejemplo que algunos expertos citan que es la Bundespressekonferenz en Alemania, que es un formato interesante, pero que en realidad es diferente a la mañanera en periodicidad y también porque no es convocado por el gobierno o por la Presidencia, sino por un grupo de periodistas que están asociados. Son un gremio de corresponsales, cerca de 900, y son ellos los que piden que una autoridad se ponga frente a los micrófonos dos días a la semana para responder a sus inquietudes.
En Estados Unidos existe la American President Project (de la UC Santa Barbara), una asociación de una universidad que analiza la cantidad de veces que los presidentes de ese país han atendido las preguntas de la prensa. El presidente norteamericano que más conferencias dio durante sus cuatro años de mandato fue Calvin Coolidge, que entre 1923 y 1929 lo hizo 73 veces. Si vemos a los presidentes de los últimos tiempos: George W. Bush, Obama, Trump, el promedio anual es de unas 20 veces, lo cual es muchísimo menos de lo que se da en el Palacio Nacional y en México todos los días.
Definitivamente es algo extraordinario en términos de su originalidad y bueno, yo creo que luego está el tema del contenido y el formato que es otro asunto, pero si se presenta como una conferencia de prensa es absolutamente única.
Del lado de la prensa, ¿qué opinión tienes de la participación de los periodistas y de los llamados periodistas independientes / youtubers que asisten?
Creo que ese es uno de los elementos más interesantes respecto a la mañanera, desde el punto de vista del análisis. Yo digo que mi libro es una crónica analítica de este tiempo que nos está tocando vivir y uno de los focos precisamente son esas figuras.
Yo los catálogo como las estrellas de la nueva fuente presidencial, porque su papel estelar les ha sido otorgado no necesariamente por su función o su labor, sino por la preeminencia que le ha dado la presidencia al darles la posibilidad de acudir a una rueda de prensa del presidente.
En el caso de Estados Unidos y de las ruedas de prensa en la Casa Blanca, por ejemplo, las personas que están preguntando pertenecen a medios que pueden demostrar con estudios de audiencia su trayectoria y que tienen un peso específico en el mundo de los medios en ese país. Además, les dan la palabra y los colocan en función de eso para que puedan hacer consultas y hacer las preguntas.
Pero en el caso de México es muy diferente. Hay dos cuestiones aquí. Por un lado, a mí no deja de llamarme la atención el hecho de que muchos medios –tanto nacionales como internacionales– hayan preferido no entrar al juego de la mañanera y, o bien no acudir prácticamente nunca, o acudir y no realizar preguntas, o realizar preguntas de forma muy puntual. Es un punto clave porque yo creo que la prensa tiene que preguntarse “¿nos interesa o no nos interesa realizar nuestra función?”.
La función de la prensa, al final, es ser intermediarios entre el poder y los ciudadanos, pedir al poder que rinda cuentas respecto a las cosas que realiza.
Aunado a esto está el otro aspecto que me interesa que son estos personajes que han ido surgiendo: estas estrellas de la nueva fuente presidencial que, efectivamente, no solamente son youtubers o blogueros, si no que lo más grave –en mi opinión– es que muchos de ellos ni siquiera son periodistas o no tienen una trayectoria periodística refrendable. Algunos incluso tienen activismo político previo y actual, en realidad.
Eso hace que la mañanera no sea realmente una rueda de prensa como nosotros los periodistas en otras partes del mundo la vemos o creemos que debería ser.
¿Por qué ocurre “el choque inevitable” entre AMLO y la prensa?
Creo que el título es, en realidad, un reflejo de algo que yo he percibido desde que llegué por primera vez a México.
Yo llegué en el año 2006, cuando el presidente López Obrador –entonces candidato presidencial derrotado en una elección muy competida ante Felipe Calderón– lideró el plantón en el Paseo de la Reforma.
Luego salí de México y volví a entrar pero, de la figura de López Obrador, yo ya había percibido cómo era en términos de su relación con el establishment y, en el caso de México, los medios están muy relacionados con lo que consideramos el establishment.
Creo que “El Choque Inevitable” no es más que la descripción de una crónica de algo que iba a suceder. La crónica del choque anunciado porque era clarísimo que, si López Obrador como opositor había estado en constante confrontación con los medios de comunicación de la misma forma cuando llegará al poder, iba a tener en los medios de comunicación un férreo contrincante y él los iba a tratar como adversarios, como él dice en ocasiones “no enemigos sino adversarios”.
Al final, eso tiene que ver con la figura que él se ha creado. Ese “personaje” que -como todo político- él ha creado su propio personaje.
Y también tiene que ver con la forma en que los medios de comunicación lo han tratado durante muchos años, a veces yo creo que con falta de objetividad o de neutralidad.
Lo que está pasando ahora: es cierto que desde Palacio Nacional existe un ataque constante a los medios y a los periodistas más connotados por parte del presidente, pero también es cierto -y yo creo que no hay suficiente análisis en eso– que los medios de comunicación en general tampoco están dando informaciones positivas del gobierno, aún cuando éstas se dan, o dan muy pocas informaciones positivas.
En términos de ética periodística –y lo dice Edmund Lambeth, que es un analista teórico en su libro Periodismo comprometido, citando a un ex corresponsal de la Casa Blanca que se llama William L. Rivers, autor de The Adversaries: Politics and the press–, es cierto que el periodista tiene que ser, de alguna manera, adversario del poder. Tiene que estar todo el tiempo reclamándole, exigiéndole, preguntándole, confrontándole, pero –al mismo tiempo– la pregunta que deberíamos hacernos es: ¿esa es la única función de la prensa o la prensa tiene que también que informar de las cosas positivas que hacen los gobiernos?
Al final, nosotros como medios de comunicación, lo que tenemos que hacer es informar a la ciudadanía. Entonces, si el gobierno hace algo que está bien, también tenemos que trasladarlo a la ciudadanía para que esté informada y sepa que eso está sucediendo, de la misma manera que si hay un acto de corrupción en las filas del gobierno, pues hay que denunciarlo.
“El choque inevitable” en realidad es algo que se veía venir y yo creo que lo que reflejo en el libro es eso, una situación que era muy previsible antes de que llegara López Obrador al poder.
Esta semana se cumplen mil mañaneras. ¿Qué legado nos va a dejar este enfrentamiento entre el presidente López Obrador y la prensa?
Yo termino el libro, en las conclusiones, justamente exhortando a los colegas de la prensa nacional, e internacional, para que definan cuál debe ser su papel en medio de todo esto que está sucediendo con las mañaneras, con los ataques del presidente a la prensa, etcétera.
Creo que, de entrada, algo que es muy grave es que el mandatario, sin ser periodista y teniendo la posición de poder que tiene como primer ciudadano del país, haya monopolizado el debate de la ética periodística.
Él, a través de sus palabras, su discurso y a través de la sección ¿Quién es quién en las mentiras? se ha hecho con el monopolio de decir qué es éticamente reprobable, qué es éticamente válido y no olvidemos que él tiene una visión del periodismo que se remonta a los tiempos de Francisco Zarco y los hermanos Flores Magón, en una época que es muy diferente al actual, donde el periodismo comprometido –como él lo define– tenía un papel más de activismo que de periodismo.
Entonces, ¿qué tienen que hacer los medios frente a esta situación? ¿Tienen que seguir aceptando esos ataques sin encarar en las mañaneras al presidente? ¿Qué más nos espera en realidad? No lo sé, no lo sé exactamente.
Creo que, después de que el presidente López Obrador deje el poder en 2024, independientemente de si pensamos que puede ganar alguien del partido gubernamental Morena, lo más probable es que haya un cambio en la estrategia porque, la verdad, es que López Obrador sólo hay uno. Es absolutamente único en muchos aspectos y en la parte de la comunicación gubernamental, él tiene un perfil totalmente singular, como todos los presidentes, pero en su caso, él tiene un gran manejo en términos de los resultados políticos y electorales, especialmente ahora.
También es cierto que ha perdido elecciones en el pasado, pero en cuanto a congregar a gente, a conseguir apoyo, él es muy habilidoso y por supuesto que la mañanera le sirve mucho.
Él utiliza muy bien el lenguaje, es un gran creador de slogans. Hay tantas expresiones que utiliza a diario el presidente López Obrador, desde el “Me canso ganso” hasta el “Frijol con gorgojo”, en fin. Hay muchísimas expresiones (que, de hecho, las recogí en el libro) que ya se han convertido en parte del habla popular de la gente y los propios medios las replican y les dan más eco.
Ese fenómeno único, que es López Obrador, es muy difícil que se replique en el futuro. Ciertamente hay una parte muy preocupante que tiene que ver con la polarización que se está generando a raíz de la postura tan crítica y agresiva, a veces del mandatario, con los medios y también de los medios con él. Pero los medios de comunicación también, de alguna manera, estamos para cuestionar al poder hasta ahí, o sea es lógico.
Yo estoy muy sorprendido especialmente con el trato que el presidente ha dado, por ejemplo, a la periodista Carmen Aristegui o a la revista Proceso. Siguiendo la trayectoria, tanto de la comunicadora como de esa publicación, durante el tiempo en el que denunciaban situaciones que de alguna manera favorecían al movimiento de López Obrador sí es sorprendente que ahora hayan sido colocados también en ese apartado de los neoliberales conservadores.
Es cierto que las redes sociales se han convertido en una gran herramienta para el presidente y plataformas digitales como YouTube, pero también es cierto que cada vez quedan menos aliados, o sea, medios que estén que sean más o menos afines en términos editoriales con el mensaje de López Obrador, porque él mismo los está eliminando. Quedaría La Jornada y luego los nuevos medios que están apareciendo, los nuevos youtubers, pero definitivamente eso hace que él se esté arrinconando cada vez más y recurriendo cada vez más a la comunicación horizontal de las mañaneras –que es muy efectiva– porque le permite llegar directamente a sus votantes, a los ciudadanos y a aquellos ciudadanos a los que quiere convencer de que voten por su proyecto político.
Yo creo que puede que se radicalice un poco más eso, que se profundice más esa situación, porque el propio presidente parece encaminado hacia ello confrontándose cada vez más con más medios y con más periodistas y centrándose más en esas herramientas digitales que son un arma de doble filo también.
Más allá de las críticas que ha recibido –no ahora sino desde hace mucho tiempo, por sus supuestos vínculos con el poder económico-político (que a veces no son supuestos, a veces si los hay)– el periodismo realmente es una institución clave en una democracia.
Sin que haya reporteros especializados en procesar información, en investigar determinadas situaciones, en hacer entender a la gente el mensaje del gobierno y de la oposición y de cualquier institución, empresa o ciudadano que quiera pronunciarse sobre algún tema, sin ese filtro que somos los medios, la ciudadanía queda desguarnecida en parte porque es víctima, por ejemplo, de la posverdad, de las noticias falsas y de la desinformación y creo que es muy grave si en México los medios dejan de tener la preeminencia que siempre han tenido.
No solo en México. Este fenómeno es global. Lo hemos visto en Estados Unidos, se da en España, se da en toda América Latina y en el mundo entero.
Creo que nos queda un año y meses hasta que termine la gestión del presidente en la que vamos a ver si realmente sucede esta profundización del choque inevitable del mandatario con los medios, y yo creo que vamos encaminados por ahí
¿Consideras que existe autocensura de los medios al no cuestionar a AMLO por el tema de no ser atacados por el presidente?
Yo no creo que sea autocensura. En términos generales, los medios han seguido haciendo lo que tienen que hacer, que es investigar, denunciar situaciones que no están bien, preguntar y ser incisivos sobre lo que está haciendo la administración pública. Al final, los medios lo que tienen que hacer es transparentar la labor de las autoridades, porque los ciudadanos necesitan saber más sobre lo que pasa en el país en el que viven.
Es cierto que algunos medios de comunicación y algunos líderes de opinión, sobre todo en radio y televisión, en ocasiones editorializan en exceso a la hora de referirse al presidente y lo descalifican en formas que no tienen que ver con un periodismo objetivo, que es lo que uno querría ver y escuchar.
Creo que, como parte del debate sobre lo que viene en México, es clave que los propios medios de comunicación y periodistas mexicanos recapaciten respecto a la importancia de transparentar más su labor.
Algo a lo que recurre muy a menudo el presidente López Obrador en sus ataques es a decir que los medios se inventan las noticias y que las fuentes anónimas, por ejemplo, son una trampa y que el secreto profesional no debería existir. Eso lo ha llegado a decir, lo cual es grave.
Los medios de comunicación tendrían que, de alguna manera, divulgar entre la ciudadanía que existen esos valores periodísticos que hay que defender porque, si uno no protege la identidad de una fuente anónima, puede poner en riesgo a esa persona y su vida o puede poner en riesgo la propia vida del periodista, al dar esa información, de ahí que exista el secreto profesional.
Existe justamente para que determinadas informaciones, que le son incómodas al poder, salgan a la luz. Tenemos el caso más emblemático del Watergate en Estados Unidos, que causó la dimisión de un presidente -Richard Nixon- a partir de una fuente anónima, que era la garganta profunda y que es la fuente anónima más famosa de la historia de la humanidad y del periodismo.
Es muy importante que los medios se centren más en explicar cómo hacen su labor, que se tomen más en serio también la ética periodística. El único estudio que hay reciente sobre los códigos éticos en México en los medios es del año 2014, fue realizado por Omar Raúl Martínez -ya fallecido- y quien fue un gran teórico en la Universidad Autónoma Metropolitana. La investigación habla de que, de los tres mil medios que tenía registrada la Secretaría de Gobernación, apenas 30 tenían un código de ética. Es decir, estamos hablando de un 1%.
Si los medios no se preocupan también por cuidar la forma de hacer su trabajo, es más fácil también que sean atacados.
Más sobre el autor:
Raúl Cortés es licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona. Trabajó en radio y televisión en España antes de desarrollar una carrera de dos décadas como corresponsal y directivo en América Latina, la mitad de ellos en México.
Ha sido director de la Agencia EFE en Bolivia, Uruguay y México, reportero en Perú y enviado especial a Argentina, Chile, Cuba, Estados Unidos, Panamá y Paraguay.
Ha cubierto la fuga y recaptura del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán, la visita del papa Francisco a México, la llegada al poder de Evo Morales en Bolivia, el inicio de las negociaciones del gobierno colombiano y las FARC en Cuba, elecciones, revueltas sociales, terremotos y huracanes.
También ha entrevistado a los presidentes Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón, Vicente Fox, José Mujica, Evo Morales, Rafael Correa y Fernando Lugo.
Actualmente trabaja para la agencia de noticias Reuters como corresponsal y editor en el Breaking News Hub de Latinoamérica. También es socio director de la agencia de comunicación ACME.
Desde 2017 es profesor de Ética Periodística en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Además, ha impartido clases en el Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset de México, en la Universidad Anáhuac y en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
Nacido en Barcelona en 1975, está casado con Beatriz Fenner Hudolin, periodista como él, y tiene dos hijos, Matías y Nicolás.
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