El 26 de junio se conmemora el Día Internacional de la Lucha Contra el Uso Indebido y Tráfico Ilícito de Drogas, mismo que tiene por objetivo crear conciencia entre las personas para prevenir el consumo de estupefacientes. Actualmente, el gran foco rojo del mundo sobre el consumo de drogas es Estados Unidos (EU), mientras que México es el referente por el tráfico de éstas.
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en América Latina y del Caribe, existen más de 5.6 millones de personas que sufren trastornos por el uso de drogas, donde 4.4 son hombres y 1.2 son mujeres. Al respecto, define que las sustancias psicológicas activas son aquellas, de origen natural o sintético que “actúan sobre el sistema nervioso generando alteraciones en las funciones que regulan pensamientos, emociones y el comportamiento”.
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Los enfoques para combatir el consumo y trasiego de drogas tiene varias aristas y cambia el acento de éstos de país en país; sin embargo, los especialistas sugieren que lo ideal para prevenir el consumo entre los individuos es poner atención a la infancia de las personas, ello porque es el momento en el que se puede definir si dicha persona será propensa a las adicciones.
Según Emotional Care A.C., “muchos programas de prevención de adicciones no funcionan porque se aplican tarde y no llegan al origen del problema”, pues las adicciones tienen un arraigo a traumas y adversidades que se viven durante la infancia, por lo que el prestar atención a las buenas prácticas de crianza por parte de los padres debe de ser parte de una política efectiva de prevención. Aunado a ello, manifestaron que se tienen detectados casos de adicción de entre los ocho y 10 años de edad.
Por ello sostienen que la cultura de la prevención es mejor que la rehabilitación, pues el incremento en el uso de drogas ilegales puede estar relacionado con la falta de control sobre las emociones derivado de algún trauma familiar: abandono, rechazo, desamor, inseguridad, humillación, indiferencia, por lo que se podría generar una dificultad para tratar con otras emociones: enojo, dolor, ansiedad, vergüenza, etc.
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Sin embargo, este postulado no advierte particularidades sociales de mayor complejidad como la descomposición del tejido social, donde se generan ambientes nocivos para el sano desarrollo de la personalidad desde muchas instituciones (escuela, comunidad, gobierno) y no nada más la familia. Aunado a ello, descarta la responsabilidad de las grandes farmacéuticas que promueven el uso de medicamentos derivados del opio para el tratamiento del dolor.
Es en este contexto donde se destaca que los gobiernos de México, EU y organismos internacionales promueven diferentes estrategias para evitar que los problemas relacionados con drogas continúen, particularmente con el fentanilo. Ello porque, además de combatir de manera frontal a los cárteles de las drogas, los gobiernos promueven campañas sanitarias para explicar qué es lo que le ocurre a la salud humana cuando consume drogas de manea recurrente.
Una de las campañas más amplias es la de México, donde se aborda desde el sector público la salud mental, el tema de sustancias psicoactivas y se cuenta con herramientas como la línea de la vida, el observatorio mexicano de salud mental y consumo de drogas, la estrategia nacional para la prevención de adicciones y los centros de atención primaria en adicciones.
Por su cuenta, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos mantiene una campaña permanente contra el uso del fentanilo ilegal. En ella se especifican los daños que puede producir al largo plazo por su consumo regular e indica la sintomatología de sobredosis, ello para saber atender los cientos de miles de casos que muchas veces terminan en fatalidad. Sin embargo, ambas estrategias carecen de recursos y difusión si se les compara con el tamaño del problema.
