En España se realizó un estudio en el que participaron 105 hombres y 105 mujeres, dentro de un laboratorio que simulaba ser un bar, con meseros y sillones cómodos para que los participantes se sintieran en un ambiente adecuado.
Los participantes se distribuyeron en grupos, y a la mitad les dieron bebidas alcohólicas y a la otra mitad les dieron bebidas sin alcohol.
Mientras les hacían experimentar situaciones de estrés para analizar su comportamiento.
En el estudio se comprobó que las mujeres son más propensas a beber alcohol en situaciones de estrés ya que una vez que lo toman es más difícil para ellas controlarse.
Mientras que los hombres solamente toman alcohol en exceso, cuando ya han tenido un problema previo.
“Algunas personas pueden tener la intención de tomarse una o dos bebidas alcohólicas y dejar de beber, pero otras personas no dejan de hacerlo. Este deterioro del control sobre la bebida es uno de los primeros indicadores de los trastornos por consumo de alcohol, y sabemos que el estrés contribuye tanto al deterioro del control sobre la bebida como a la desregulación del consumo. El papel del estrés en el deterioro del control sobre la bebida está poco estudiado, especialmente en las mujeres”, comentó Julie Patock-Peckham, autora del estudio.
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“Sabemos que tanto los genes como el entorno desempeñan un papel en el consumo problemático de alcohol. No podemos hacer nada con los genes, pero podemos intervenir con el entorno. El estrés y la falta de control sobre la bebida están estrechamente relacionados, y como el estrés es algo que podemos manipular, comprobamos si los factores de estrés provocan una desregulación del consumo de alcohol”, señaló Patock-Peckham.
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