Desmond Tutu, el activista sudafricano ganador de un Nobel de la Paz, arzobispo anglicano retirado de Ciudad del Cabo y que luchó por la justicia racial y los derechos LGTB, ha muerto, según anunció el domingo el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa. Tenía 90 años.
Tutu, un enemigo acérrimo del apartheid, el brutal régimen sudafricano de opresión contra la mayoría negra del país, trabajó sin descanso y de forma no violenta por derribar el sistema de segregación.
El alegre y directo clérigo empleó su púlpito como primer obispo negro de Johannesburgo, y después como arzobispo de Ciudad del Cabo, así como frecuentes manifestaciones públicas, para movilizar a la opinión pública contra el racismo dentro y fuera de su país.
La muerte de Tutu el domingo “es otro capítulo de dolor en el adiós de nuestro país a una generación de sudafricanos excepcionales que nos legaron una Sudáfrica liberada”, dijo Ramaphosa en un comunicado.
“Desde la base de la resistencia en Sudáfrica a los púlpitos de las grandes catedrales y templos del mundo, y la prestigiosa ceremonia del Premio Nobel de la Paz, el (arzobispo) se distinguió como un campeón inclusivo (...) de los derechos humanos universales”, añadió el mandatario.
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Tutu murió de forma tranquila en el Oasis Frail Care Center de Ciudad del Cabo, según un comunicado publicado el domingo por el Desmond Tutu Trust.
¿Por qué fue tan importante Desmond Tutu?
En un gesto muy característico, señaló el comunicado del Tutu Trust, “convirtió su mala fortuna en una oportunidad de enseñanza para concienciar y reducir el sufrimiento de otros”. “Quería que el mundo supiera que tenía cáncer de próstata, y que cuanto antes se detectara, mejores eran las posibilidades de controlarlo”.
En los últimos años, vivió con su esposa, Leah, en una comunidad para jubilados a las afueras de Ciudad del Cabo.
En la década de 1980, cuando Sudáfrica sufría violentas protestas contra el apartheid y un estado de emergencia que daba enormes poderes a policías y militares, Tutu fue uno de los sudafricanos negros en posiciones más destacadas que podían denunciar los abusos.
El afinado ingenio de Tutu aligeraba sus duros mensajes y daba calidez a protestas, funerales y marchas por lo demás sombrías. Bajito, valiente y tenaz, era una fuerza formidable, y los líderes del apartheid aprendieron a no minusvalorar su talento para citar la Biblia para reunir apoyos en favor del cambio.
El Nobel de la Paz que recibió en 1984 le consolidó como uno de los mayores campeones de los derechos humanos en el mundo, una responsabilidad que se tomó en serio durante el resto de su vida.
Con el final del apartheid y las primeras elecciones democráticas de Sudáfrica en 1994, Tutu ensalzó la sociedad multirracial del país, que describió como una “nación arcoíris”, una frase que resumió el optimismo del momento.
Tutu se convirtió en una figura clave en la historia de Sudáfrica, comparable al también ganador del Nobel Nelson Mandela. Mandela fue encarcelado durante el régimen de segregación y se convirtió en el primer presidente negro del país. Ambos compartían un compromiso de construir una Sudáfrica mejor y más igualitaria.
A Tutu le sobreviven su esposa, con la que estuvo casado 66 años, y sus cuatro hijos.
Cuando se le preguntó cómo querría que le recordaran, dijo a The Associated Press: “Amó. Rio. Lloró. Fue perdonado. Perdonó. Muy privilegiado”.