Un nuevo estudio sugiere que dar dinero extra a las madres de bajos ingresos puede cambiar el desarrollo cerebral de sus hijos.
Las mediciones cerebrales a la edad de un año mostraron una actividad más rápida en regiones clave del cerebro de los bebés cuyas familias de bajos ingresos recibieron más de 300 dólares mensuales durante un año, en comparación con los que recibieron 20 dólares cada mes, según reportaron investigadores estadounidenses el lunes.
Este mismo tipo de actividad cerebral se relaciona con la capacidad de aprendizaje y otros aspectos del desarrollo en niños mayores, aunque no está claro si las diferencias encontradas persistirán o influirán en el futuro de los bebés.
Los investigadores intentan averiguar si los pagos han resultado en una mejor nutrición, menos estrés de los padres o algún otro beneficio para los niños. No hubo restricciones en cuanto a la forma de gastar el dinero.
Los resultados sugieren que la reducción de la pobreza puede afectar directamente el desarrollo del cerebro infantil, según la autora principal del estudio, la doctora Kimberly Noble, profesora de neurociencia y educación en el Teachers College de la Universidad de Columbia.
«Los cambios cerebrales hablan de la notable maleabilidad del cerebro, sobre todo en los primeros años de la infancia”, dijo.
Aunque los investigadores no pueden descartar la posibilidad de que las diferencias observadas en la actividad cerebral total de ambos grupos se deban al azar, sí encontraron diferencias significativas en la región frontal, vinculada a las habilidades de aprendizaje y pensamiento. La actividad de alta frecuencia fue alrededor de un 20% mayor en los bebés cuyas familias recibían los pagos más elevados.
Los hallazgos se basan en la evidencia de que las ayudas en efectivo pueden mejorar los logros de los niños mayores, dijo Katherine Magnuson, coautora y directora del Instituto Nacional de Investigación sobre la Pobreza y la Movilidad Económica, con sede en la Universidad de Wisconsin, en Madison.
Se trata también de la primera evidencia rigurosa de cómo los pagos pueden afectar a los niños en los primeros años de vida, dijo. Los resultados se publicaron en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences.
El estudio reclutó a las madres poco después después del parto en hospitales de cuatro áreas metropolitanas: Minneapolis-St. Paul, Nueva Orleans, Nueva York y Omaha. Las mujeres declararon un ingreso familiar medio de unos 20.000 dólares y fueron elegidas al azar para recibir 333 dólares o 20 dólares al mes en tarjetas de débito.
El dinero fue proporcionado por financiadores privados y las beneficiarias podían gastarlo como quisieran.
Los montos más grandes que otorgó el estudio eran similares a los que se distribuyeron a las familias de bajos ingresos durante la pandemia en el programa de crédito fiscal para niños del presidente Joe Biden, que finalizó el mes pasado.
El estudio “no podría ser más relevante para este momento″, dijo la doctora Joan Luby, profesora de psiquiatría infantil en la facultad de medicina de la Universidad de Washington.
Si bien la renovación de la deducción fiscal es incierta, “este estudio debería informar al Congreso sobre su enorme importancia”, dijo Luby, quien revisó el estudio para la revista científica, pero no participó en la investigación.
Las madres que participaron en el estudio eran en su mayoría negras o hispanas sin estudios universitarios. A medida que los bebés se acercaban a su primer cumpleaños, los investigadores realizaban visitas a domicilio para examinar personalmente a los niños. A los bebés se les colocaron gorras especiales cubiertas con electrodos que detectan las señales eléctricas que las células cerebrales utilizan para comunicarse entre sí.
Las visitas domésticas se suspendieron debido a la pandemia, por lo que los investigadores no tienen datos completos sobre las 1.000 madres que se inscribieron desde 2018. Realizaron su informe con los resultados de 435, pero esperan reanudar las visitas a domicilio este año.
Este estudio sigue en marcha y los pagos a las familias continuarán al menos hasta el cuarto cumpleaños de sus hijos.
La profesora asociada de política pública de la Universidad de Michigan, Natasha Pilkauskas, calificó el estudio de “muy importante”, pero dijo que se necesitan más investigaciones para confirmar los resultados y ver si son válidos para los niños mayores.