A casi dos años de la declaración de la pandemia de Covid-19 el próximo 11 de marzo, el cansancio y el hartazgo se han elevado por la prolongación de la emergencia sanitaria, en gran medida gracias a la aparición de la variante ómicron, y el respeto estricto de la conservación de las medidas de prevención, lo cual se conoce como fatiga pandémica.
El fenómeno volvió a manifestarse ante lo nuevos máximos de contagios diarios en todo el mundo, la saturación de los servicios de aplicación de pruebas de detección del SARS-CoV-2, la obligación del uso de cubrebocas, el aislamiento o el mantenimiento del distanciamiento físico.
El desgaste por las consecuencias de la pandemia de Covid-19 y el agotamiento a nivel social fue contemplado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), pues la agencia tomó el concepto entre su clasificación de padecimientos de salud.
Por lo general, la fatiga pandémica se manifiesta a través del comportamiento irritable de las personas, acompañado de cansancio, dificultad para conciliar el sueño, ansiedad y depresión; sin embargo, la detección de este padecimiento no amerita un tratamiento clínico específico.
Las recomendaciones para enfrentar este fenómeno emocional, el cual puede desencadenar otros padecimientos de salud, se basan en disfrutar de momentos de ocio, ajenos a la rutina impuesta por la pandemia de Covid-19.
Además, otra de las respuestas ante la emergencia sanitaria es mantener un límite a la cantidad de noticias acerca de la pandemia, es decir, reducir la exposición a los canales de comunicación que difundan información capaz de perjudicar el bienestar de quienes padecen la fatiga pandémica.
La convivencia entre personas con las que se cohabita y la actividad física también contribuyen a evitar el impacto emocional de la pandemia de Covid-19, de la que algunos expertos se han atrevido a pronosticar su fin tras el pico de la variante ómicron en todo el mundo.