“Los niños y -en especial- las niñas necesitan aprender ciencia. Ellos tienen muy buenas preguntas y no puedes saciar su curiosidad si no es a través de la ciencia”, comenta la química Ana Isabel Lincoln Strange, quien admite que en el caso de México aún tenemos un asunto pendiente en este ámbito.
Este 11 de febrero se conmemora el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, el cual busca visualizar el trabajo de las mujeres en las distintas áreas de la ciencia y luchar por una igualdad de género en el quehacer científico y de investigación.
Lincoln Strange, quien estudió química y cuenta con una maestría en docencia para la Educación Media Superior, ambas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), considera que pese a que en nuestro país el sistema educativo actual no es el idóneo, los docentes deben buscar desarrollar en los niños y sobre todo en las niñas, el interés por la ciencia.
“Habíamos planteado una reforma educativa que me parecía adecuada, sentí que era ambiciosa y sí quería lograr un cambio muy radical... Se había buscado que el modelo fuera constructivista, que el alumno construyera de manera activa su aprendizaje. Creo que con las modificaciones se quedó un tanto ambiguo”, explica en entrevista la también colaboradora del Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (Ceneval).
Por ello los profesores tienen que asumir nuevamente en su totalidad la enseñanza y divulgación de la ciencia entre los niños y jóvenes, considera. “Quisiera pensar que los profesores que son realmente comprometidos van a buscar que el alumno realmente aprenda, más allá de los vicios que nuestro propio sistema educativo tiene”.
La historia tiene una deuda con las mujeres en la ciencia
Históricamente, la humanidad tiene una cuenta pendiente hacia las mujeres científicas, comenta la química Lincoln Strange. “Hay que reconocer a las mujeres científicas. Hay muchas mujeres que en el último siglo hicieron contribuciones y que no se les dio su reconocimiento. Como en el caso de Rosalind Franklind, quien contribuyó al descubrimiento del ADN. Ella participó con James Watson y Francis Crick, y aun así no le dieron el reconocimiento en el premio Nobel y ella murió sin que su trabajo fuera reconocido. O la esposa de Albert Einsten (la matemática serbia Mileva Mari?) que colaboró mucho con él y no le dieron un mérito. En ese sentido, considero que también es importante que sepamos que existan esas mujeres que han hecho una contribución y luego no se les reconoce su trabajo”.
Por ello, Lincoln Strange comenta que es necesario reconocer y celebrar este día. “A veces es necesario mencionar las cosas para que sepan que existen. En el caso de las niñas y las mujeres sí se debe de fomentar. Hace poco leí un texto que decía que las niñas, cuando son chiquitas, sí les gustan estos temas, pero la forma en que sin querer las vamos criando las empuja hacia roles más tradicionales y cuando llegan a la adolescencia y se les enseña química y física pierden el interés o sienten que no pueden hacerlo y esa vocación se pierde”.
El problema se agrava cuando llega el momento de elegir una profesión pues de acuerdo con la maestra y colaboradora del Ceneval: “hay una cantidad gigantesca de niñas que no estudian una carrera científica porque creen que no pueden o les da miedo. En ese sentido, siento que este esfuerzo para darles esa igualdad es importante. Que decidan lo que decidan, se sientan seguras de que pueden triunfar y que pueden desarrollarse en otro ámbito que no sea necesariamente la casa”.
¿Qué se necesita hacer?
Para la académica de la Universidad Latina, para que los niños y en especial las niñas se enfoquen en la educación científica hay que partir del fomento a la lectura y desarrollar la curiosidad de los pequeños. “Hay que dejar que ellos se expresen, que te pregunten lo que ellos quieran, pero también enfocarlos a la divulgación científica. Hay buenos científicos que se dedican a la divulgación de temas que son complejos para lleguen a toda la población y que se puedan asimilar y la última recomendación tiene que ver con las aulas. Que los profesores busquen que los alumnos vivan la ciencia, la experimenten en algo grato. Que se sientan empoderados de que pueden hacer ciencia. Ahí es donde se puede generar un cambio. Si los niños sienten que pueden ser científicos lo van a hacer”.
Ana Isabel es consciente de que la educación científica en edades tempranas ayuda a que los niños se interesen en estos temas, por ello recomienda también involucrarse más allá del salón de clases para despertar la curiosidad de los menores, como ella busca hacer con sus hijas de tres y seis años.
“Lo que yo he intentado con mis hijas es que la tarea no sea una carga para ellas. Me gusta la idea de que siempre se estén preguntando cosas, despertarles esa curiosidad no solo por la ciencia sino por el conocimiento en general. Si uno es abierto a las preguntas de tus hijos ellos van creciendo”.