La pandemia de Covid-19 llega a su segundo año en México con un saldo de más de 5.5 millones de contagios confirmados, 318 mil muertos y un severo cansancio y hartazgo entre la población luego de meses de confinamiento, el cual evidenció otro grave problema que aqueja a la sociedad: la violencia de género.
Ese encierro, particularmente el que se alcanzó en la primera etapa de contagios con gran parte de la población resguardada ‘a piedra y lodo’ en sus hogares, arrojó cifras alarmantes de agresiones a mujeres y menores.
Y así, al cabo de dos años, se confirma que se dispararon los casos de violencia familiar; las llamadas a los números de emergencia dan cuenta de esa otra pandemia que surgió se manera silenciosa en los hogares de México.
Por ejemplo, el Consejo Ciudadano reporta que en este periodo ha brindado cerca de ocho mil 500 atenciones por violencia familiar, particularmente contra mujeres, de las cuales el 70% tiene entre 18 y 40 años de edad.
En esos casos hay denuncia, algún antecedente; sin embargo, precisamente la violencia doméstica es de las que no se tiene registro, frecuentemente ocurre en la intimidad del hogar, tras una chapa cerrada que muchas veces es señalada como la causante de un moretón en la cara de la víctima.
La violencia que corre riesgo de escalar
El propio Consejo Ciudadano comparte un testimonio de esta violencia de género, se trata de una mujer de 36 años que vive violencia domestica, la cual describe como verbal y psicológica.
La pareja cumple cuatro años de relación, esto implica que la mitad de su convivencia ha sido en pandemia.
Ella reconoce que su novio en ocasiones mostraba conductas controladoras incluso frente a familiares, pero a nadie le pareció extraño, todo en aras de la preocupación por su bienestar.
La relación continuó y decidieron iniciar una etapa juntos, vivir en pareja, y en ese lapso se convirtieron en padres de una niña.
Ambos son profesionistas, y en el contexto de la pandemia surgió la propuesta de que ella dejara de trabajar, que se refugiara en casa por su bienestar y el del bebé que venía en camino.
De ese modo, el Covid-19 aceleró la necesidad de confinamiento y ahora esta mujer no puede trabajar, quedó atrás la posibilidad de que realice actividades profesionales y sólo se dedica a su hogar, pero no por estar imposibilitada, sino porque no cuenta con el ‘permiso’ de su pareja.
El confinamiento por el coronavirus prácticamente quedó en el olvido, y aunque aún no se confirma que el país e incluso el mundo haya superado la pandemia, hay otras consecuencias que prevalecen y tardarán más en sanar.
Ahora esta mujer analiza las posibles implicaciones de dejar su domicilio, y su mayor preocupación es hacerlo sin poner en riesgo la tutela de su hija, pero sabe que el tiempo se agota, siente cada vez más cerca el riesgo de que la violencia escale y teme que las consecuencias sean devastadoras.