Desde que nacieron Geiner, de nueve años, y su hermana Kimberly, de dos, son los reyes de la casa de sus abuelos. Corretean, juegan, comen mangos y ciruelas que sacan de los frondosos árboles frutales del fondo o ayudan en la huerta. Ese es su hogar, no conocen otro.
“Uno quiere a un hijo, pero los nietos… te vuelves loca con ellos”, dijo orgullosa a The Associated Press, Sura Victorero, de 56 años, abuela de los pequeños y en cuya vivienda en las afueras de La Habana reside junto con su esposo, un hijo -padre de los menores- y los niños.
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Pero si hubiera algún malentendido en la familia o uno de los progenitores decidiera llevarse a los niños e impedir que ella los viera, Victorero no podría a hacer mucho porque la ley no la ampara. Algo que ahora podría cambiar.
La adopción por parte de parejas del mismo sexo y el matrimonio igualitario fueron el centro de las polémicas sobre el nuevo Código de las Familias de Cuba, sometido a tres meses de consultas populares que terminaron este fin de semana.
Sin embargo, lejos de los reflectores, la nueva norma contiene otros puntos novedosos como la ampliación de los derechos de los abuelos para garantizar su comunicación o entregarles la “responsabilidad parental” de sus nietos, algo vital en la isla donde suelen convivir en un mismo hogar hasta cuatro generaciones y la emigración hace que muchos menores sean criados por los ancianos.
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Desde febrero en todo el país se realizaron 79 reuniones populares para debatir el proyecto de Código de las Familias en las cuales participaron seis millones de cubanos, informó la semana pasada el Consejo Electoral Nacional.
Fueron pequeñas asambleas en barrios y centros de estudios en las cuales los ciudadanos expresaron su apoyo o rechazo, realizaron propuestas o plantearon sus dudas.
El nuevo Código de las Familias es una de las normas que deben actualizarse tras la reforma de la constitución en 2019 y sus redactores buscaron reflejar las relaciones personales en toda su diversidad, aunque algunos temas han generado la resistencia de grupos conservadores.
Según el mecanismo establecido, ahora la Asamblea del Poder Popular -el Parlamento cubano- deberá tomar las propuestas de las consultas, reformular el proyecto y fijar una fecha para un referendo, posiblemente antes de fin de año, para convertirlo en ley.
“Cuando la Asamblea se planteó la necesidad de llevar el Código a consulta popular y referéndum, precisamente por ser un Código tan amplio que generaba tantas contradicciones…realmente, a mí me generó un poco de impaciencia”, reconoció a AP Mariela Castro, diputada y directora del Centro Nacional de Educación Sexual y quien participó de la comisión redactora de la nueva norma. “Pero comprendí que era necesario, que iba a ser útil”.
Castro -hija del expresidente Raúl Castro- es una de las más reconocidas impulsoras de los derechos de la comunidad LGTBI en la isla y para ella llevar a las calles el debate ayudará a educar y generar diálogo con sectores que todavía oponen resistencia.
El Código vigente es de 1975 y en su momento también fue sometido a un referendo.
El nuevo Código va más allá del matrimonio igualitario, la posibilidad de adoptar por parte de parejas del mismo sexo o la subrogación de vientres sin fines de lucro.
También impone sanciones por violencia doméstica por ejemplo a la hora de una separación de bienes, incorpora legalmente a madrastras y padrastros como partes -dándole lugar a las familias ensambladas- y reglamenta los regímenes de comunicación con los abuelos y padrastros en caso de divorcio así como la posibilidad de dar cuotas alimentarias o tener la custodia de los menores.
A su vez contempla regímenes opcionales de bienes para los matrimonios, la posibilidad de que los niños lleven los apellidos de su madre y padre en el orden que éstos lo dispongan y amplía la protección para que los adultos mayores o discapacitados no queden vulnerables.
Según el reporte del Consejo Electoral Nacional, el 61% de la población presentó propuestas favorables al texto, pero en las calles las opiniones son dispares.
“No estoy de acuerdo con que se permita la adopción de niños por parte de personas del mismo sexo o que se quiera formalizar ese tipo de matrimonios porque para mí esa no es la estructura que debe llevar una familia”, dijo a AP Melissa Álvarez, una estudiante de Turismo de 21 años.
Como Álvarez, algunas iglesias se pronunciaron contrarias tanto al matrimonio gay como a otro nuevo concepto del Código que elimina la “patria potestad” y la reemplaza por la “responsabilidad parental”, dando más peso a las decisiones que niños y jóvenes tomen por sí mismos.
Grupos evangélicos hicieron un inusual activismo contra el nuevo Código alegando que la Biblia establece que el matrimonio debe ser entre un hombre y una mujer para dar lugar a la “familia original” y exhortando a sus feligreses a votar en contra.
Por su parte, la Iglesia católica dio a conocer un documento en el cual reconoció el valor de muchas partes de la ley para la protección de las personas pero rechazó el matrimonio igualitario. La carta de la jerarquía eclesiástica sugirió que se lleven a plebiscito sólo los artículos conflictivos.
Aún así los defensores del nuevo Código se sienten ilusionados con su aprobación.
“Creo que lo mejor que tiene el Código de las Familias es que todas las personas se pueden encontrar en él”, expresó Francisco Rodríguez, un bloguero y activista. “Esto es una evolución social y cultural”.