Oficio de un restaurador: devolver sonrisas al Niño Jesús

LA PAZ, Bolivia (AP) — En su infancia, Salvador Quispe Santander jugaba con un Niño Jesús en el taller de restauración de su abuelo, de quien heredaría el oficio. Ahora arregla Niños Jesús y les devuelve su esplendor para la Nochebuena. “Soy la tercera generación. Primero fue mi abuelo, después de mi madre y ahora yo”, dice el artesano.

En su casa-taller tiene arrinconados a varios santos para armar —como todos los años en esta época— los pesebres. Con ayuda de pequeñas bombillas hace lucir a sus Niños, en especial uno de 400 años de antigüedad tallado en madera por un indígena ecuatoriano, que tiene una pose de dormido sobre sus brazos. Otro Niño menos antiguo y hecho de cera, parece despertar cuando se le da cuerda, abriendo los ojos y levantando la cabeza.

“A los Niños antiguos me toca devolverles su antiguo esplendor y a los modernos les cambio de ‘look’, les remozo”, dice.

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Cuando se acerca la Navidad, su taller vuelve a llenarse de Niños Jesús, para que sean reparados. Algunos llegan quemados, otros mutilados, algunos manchados con aceite. “Cada uno de esos Niños tiene un valor sentimental para sus propietarios, por eso me los traen”, dice.

El oficio de restaurador de santos y niños está en extinción, entre otras cosas porque cuesta más barato comprar uno nuevo. “Me gusta imaginar y visualizar cómo deben lucir los niños y mis manos hacen el resto”, comenta Quispe, sentado en el recibidor de su casa en Villa San Antonio, un populoso barrio de La Paz.

Quispe es católico, pero en su oficio le ha tocado restaurar no sólo figuras de santos y Niños Jesús, sino también imágenes del diablo, que le han traído mineros. Los mineros bolivianos le rezan al demonio —al que llaman tío— cada vez que ingresan a los profundos socavones. En el ingreso de la mina ponen una imagen del diablo, le rezan y le “dan de fumar” cigarrillos. Entre ellos hay la creencia de que el diablo protegerá sus vidas y les ayudará a encontrar el mineral.

“Me ha tocado reparar los cuernos rotos del diablo”, dice Quispe.


La restauración más antigua que hizo fue de un Niño Jesús del siglo XVI tallado en piedra. Quispe investiga y se documenta antes de emprender su trabajo, pero también es un coleccionista de antigüedades.

Con orgullo muestra una copia del acta de independencia de Bolivia de 1825 que cuelga en la pared y un mueble tallado en pan de oro donde guarda la vajilla de porcelana inglesa de los primeros presidentes del país.

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