Los plásticos desechables abren guerra cultural en Israel

JERUSALÉN (AP) — En su primer día como nueva ministra israelí de Protección Medioambiental, Idit Silman repartió refrescos a pacientes de hospital en vasos desechables de plástico.

El gesto tenía un profundo simbolismo en Israel, donde los refrescos y los cubiertos y vajillas de un solo uso se han convertido en armas de una guerra cultural entre la mayoría judía secular del país y la pequeña pero influyente minoría religiosa.

Para buena parte de la población, el impuesto introducido el año pasado a los productos de plástico parecía una forma sencilla de reducir el uso de objetos que son una importante fuente de polución. Pero muchos judíos ultraortodoxos vieron ese coste adicional como un ataque a un estilo de vida que depende de la comodidad de los productos desechables para compensar los desafíos de gestionar sus familias numerosas.

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El gobierno del primer ministro, Benjamin Netanyahu, el más conservador de la historia de Israel, depende mucho de partidos ultraortodoxos y ha intervenido deprisa para retirar el impuesto a los plásticos. Su gobierno votó el domingo a favor de eliminar el gravamen, lo que remite el asunto al pleno del parlamento para lo que se espera sea su aprobación definitiva.

“Prometimos y hemos cumplido”, dijo el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, líder del Partido Sionismo Religioso. “La lucha contra el coste de la vida es una lucha que libramos todos”.

En 2021, cuando Netanyahu y sus aliados religiosos estaban en la oposición, el gobierno del entonces primer ministro Naftali Bennett autorizó un impuesto sobre las bebidas con mucho azúcar como medida de salud para frenar las crecientes tasas de obesidad y diabetes y el impuesto a los plásticos de un solo uso como medio de combatir una plaga de polución de plástico. El impuesto gravaba con 11 shekels por kilo (3 dólares por kilo, o 1,5 dólares por libra) los productos de plástico de un solo uso, lo que en la práctica multiplicaba por dos su precio de mercado.

Revocar esos impuestos era una demanda clave de los aliados ultraortodoxos de Netanyahu, que lo convirtieron en un lema de campaña antes de las elecciones parlamentarias de noviembre. Otro acuerdo de coalición entre Netanyahu y sus aliados ultraortodoxos eliminaría prácticamente un depósito reembolsable sobre las botellas de plástico impuesto el año pasado.


El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente ha descrito los residuos plásticos como “una de las mayores lacras medioambientales de nuestro tiempo” y afirma que cada minuto se vierte al océano el equivalente a un camión lleno de basura. Los plásticos pueden tardar siglos en degradarse, causan importantes daños a los ecosistemas y pueden contener sustancias tóxicas para los organismos.

Israel es un importante consumidor de plásticos de un solo uso. Según un reporte de 2021 del Ministerio de Protección Ambiental, el consumo de plásticos de un solo uso en el país se multiplicó más que por dos entre 2009 y 2019. El consumo medio por persona alcanzó los 7,5 kilos (16 libras) al año, cinco veces la media europea.

El informe estimaba que los plásticos de un solo uso suponían el 90% de la basura en la costa israelí y el 19% de los residuos en terrenos públicos, lo que suponía una importante amenaza medioambiental.

Sin embargo, los aliados ultraortodoxos, o haredim, celebraron los planes de retirar el impuesto. Los plásticos desechables se han convertido en una pieza clave del estilo de vida haredi en Israel en las últimas décadas, señaló Yisrael Cohen, analista político ultraortodoxo.

Familias con una media de seis hijos por hogar utilizan productos desechables, tanto para las comidas de entresemana como para las grandes reuniones de Sabbath para ahorrar trabajo en la limpieza. Los plásticos de un solo uso son la norma en los seminarios judíos donde los hombres ultraortodoxos estudian y toman sus comidas.

“Es toda una industria, una institución”, dijo. “El plástico de un solo uso es una gran solución para la comunidad haredi".


Para los políticos ultraortodoxos, esos impuestos eran un símbolo de lo que interpretaban como un ataque del gobierno anterior a su estilo de vida. Los medios haredi se referían habitualmente a esas normas como “decretos” emitidos por el ministro secular de Finanzas del momento, Avigdor Lieberman, dirigidos contra la minoría religiosa.

“A Lieberman se la ha descrito como el que atacaba a los ultraortodoxos en cualquier asunto”, dijo Cohen. “Automáticamente, esto se presentó como algo dirigido contra los haredim”.

Grupos ecologistas dicen que durante 2022, el año en el que el impuesto estuvo en vigencia, el consumo de plásticos de un solo uso se redujo en un tercio.

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Un estudio de dos grupos ambientalistas, Zalul y la Unión Israelí para la Defensa Ambiental, mostró un descenso considerable en la cantidad de plásticos de un solo uso y botellas de plástico en las playas israelíes. Atribuyeron el descenso a los impuestos al plástico y a las bebidas azucaradas.

Además del impacto ambiental, el impuesto generó casi 100 millones de dólares en ingresos, según la autoridad fiscal del país.

Revocar el impuesto sería “como una luz verde de volver a utilizar estos utensilios de forma aún más intensiva”, dijo Meirav Abadi, abogado de la Unión Israelí para la Defensa Ambiental.

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Limor Gorelik, responsable de prevención de polución de plástico en Zalul, tachó de “muy bochornoso" el acto de la ministra con los vasos de plástico.

“Es muy frustrante porque llevábamos mucho retraso en intentar tomar medidas en comparación a otros países” en varias cuestiones medioambientales, señaló. Gorelik temía que Israel pudiera “retroceder” también en otros asuntos.

Smotrich, el ministro de Finanzas, también ha ampliado la exención fiscal sobre el carbón hasta finales de 2023 en un intento de mantener bajas las facturas de electricidad, algo que según los ecologistas aumentará el consumo de ese combustible contaminante.

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Silman, que formaba parte del partido de Bennett antes de desertar al Likud de Netanyahu el año pasado, indicó el domingo que aún podría cambiar de posición.

Silman votó en contra de la decisión del gobierno de revocar el impuesto al plástico y dijo que tras estudiar el asunto las últimas semanas, había comprendido el “enorme” coste medioambiental de los plásticos desechables. Indicó que el gobierno debía encontrar una forma alternativa de reducir el consumo de plástico antes de eliminar el impuesto.

Sin embargo, dijo que el impuesto original había sido un error y no debería haberse hecho de forma que “provoque antagonismo hacia una población en particular”.

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