Legado de la pandemia: menores que no volvieron a la escuela

Ella debería estar en su último año de escuela en estos momentos, preparándose para la graduación en unos meses, probablemente al frente de un grupo de danza moderna de su escuela y tomando clases de arte.

En cambio, Kailani Taylor-Cribb no ha tomado una sola clase en la que solía ser su escuela secundaria desde el apogeo de la pandemia del coronavirus. Se desvaneció en 2021 de los registros de las escuelas públicas de Cambridge, Massachusetts y, desde un punto de vista administrativo, no se sabe nada de ella desde entonces.

Ella es uno de los cientos de miles de estudiantes de todo Estados Unidos que abandonaron las escuelas públicas durante la pandemia y que no reanudaron sus estudios en otro lugar.

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Un análisis de The Associated Press, el proyecto Big Local News (Noticias locales importantes) de la Universidad de Stanford y Thomas Dee, profesor de Educación de Stanford, detectó que unos 240.000 estudiantes en 21 estados han desaparecido de los registros escolares. Estos estudiantes no se mudaron de estado y tampoco se inscribieron en escuelas privadas o en mecanismos de enseñanza en casa, según los datos disponibles públicamente.

En resumen, se desvanecieron.

Los estudiantes ahora “desaparecidos” recibieron una atención crítica en 2020, después del cierre de las escuelas en todo el país por la pandemia. En los años transcurridos desde entonces, se han vuelto principalmente un problema presupuestario. Los líderes escolares y algunos funcionarios estatales expresaron su preocupación por los desafíos fiscales que enfrentarían sus distritos si estos estudiantes no regresan a clases. Cada estudiante representa dinero de los gobiernos locales, estatales y el federal.

Ya quedó atrás la urgencia de encontrar a los estudiantes que se fueron: aquellos elegibles para educación pública gratuita, pero que no reciben ninguna enseñanza académica. Al principio de la pandemia, el personal de las escuelas fue de puerta en puerta para acercarse a los chicos y atraerlos de nuevo. La mayoría de estos esfuerzos terminaron.


“Todo el mundo habla de la disminución de la inscripción, pero nadie habla de quién abandona el sistema y por qué”, se lamenta Tom Sheppard, un padre de familia en la ciudad de Nueva York y representante en el Panel de Política Educativa de la ciudad.

“Nadie”, dijo, “se está acercando”.

UN PROBLEMA DEL QUE NADIE HABLA

Los niños desaparecidos identificados por la AP y Stanford representan mucho más que una cifra. El análisis destaca la existencia de miles de estudiantes que pueden haber abandonado la escuela o haberse perdido los conceptos básicos de la lectura y las rutinas escolares en el jardín de infantes y el primer grado de primaria.

Esos son miles de estudiantes que le importan a alguien. Miles de estudiantes que necesitan ayuda para reinsertarse en la escuela, el trabajo y la vida cotidiana.

“Esas son las cosas de las que nadie quiere hablar”, afirma Sonja Santelises, directora ejecutiva del sistema de escuelas públicas de Baltimore, al referirse a sus compañeros superintendentes.


“Queremos decir que son factores externos” los que impiden que los menores regresen a la escuela, agrega, como cuidar a hermanos menores o tener la necesidad de trabajar. Pero le preocupa que los adolescentes a veces no tengan adultos afectuosos en la escuela con quienes puedan hablar de sus preocupaciones sobre la vida.

“Eso es realmente aterrador”, expresa Santelises.

La discusión sobre la reincorporación de los chicos tras la pandemia se ha centrado en gran medida en los resultados en pruebas académicas y el rendimiento, pero Dee afirma que los datos indican la necesidad de comprender más acerca de los menores que no están en la escuela y cómo afectará eso a su desarrollo.

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“Esta es una evidencia importante que nos dice que debemos observar más detenidamente a los chicos que ya no están en las escuelas públicas”, advierte.

Durante meses de investigación periodística, la AP se enteró de estudiantes y familias que evitaban la escuela por una variedad de razones. Algunos todavía tienen miedo al COVID-19, no tienen hogar o han dejado el país. Algunos estudiantes no pudieron estudiar en línea y en su lugar encontraron empleo. Otros cayeron en la depresión.

Durante el prolongado aprendizaje en línea, algunos estudiantes se quedaron tan atrás en términos académicos y de desarrollo que ya no sabían cómo comportarse o aprender en la escuela. Muchos de estos estudiantes, aunque en gran parte están ausentes de clase, siguen oficialmente en los listados escolares. Eso dificulta más contar con precisión el número de estudiantes desaparecidos. Es probable que el número real de jóvenes que no reciben enseñanza sea mucho mayor que la cifra calculada por la AP y Stanford, de 240.000.

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En algunos casos, esto no fue repentino. Muchos estudiantes tenían dificultades mucho antes de que llegara la pandemia.

Kailani, por ejemplo, había comenzado a sentirse aislada en su escuela. En noveno grado, unos meses antes de que llegara la pandemia, no era feliz en casa y la cambiaron a otra clase de Matemáticas debido a sus malas calificaciones.

Kailani tiene trastorno por déficit de atención e hiperactividad y dice que la asistente de maestra asignada para ayudarla a concentrarse en su nueva clase, quien es blanca, la escogió como objetivo porque ella era de raza negra y culpaba a Kailani cuando sus compañeros de clase se portaban mal. Tampoco permitió que Kailani usara sus auriculares mientras trabajaba de forma independiente en clase, algo que Kailani dice que estaba permitido en su plan de educación especial para ayudarla a concentrarse.

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Después de eso, Kailani dejó de asistir a la clase de Matemáticas. En cambio, recorría los pasillos o leía en la biblioteca.

En última instancia, la pandemia y la enseñanza en el hogar aliviaron la ansiedad que sentía Kailani cuando estaba en el plantel escolar. Kailani prefería la escuela en línea porque podía apagar su cámara y participar como quisiera. Sus calificaciones mejoraron.

Cuando la escuela reabrió, nunca regresó.

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Una vocera del sistema escolar de Cambridge investigó las quejas de Kailani. “Varias personas demostraron una gran preocupación y compasión hacia ella y los desafíos que enfrentaba fuera de la escuela”, relata Sujata Wycoff, quien agrega que el distrito tiene la “reputación de estar profundamente dedicado a la educación y el bienestar de nuestros estudiantes”.

LA PÉRDIDA DE CONEXIÓN FÍSICA

Para evaluar cuántos estudiantes se han desvanecido, la AP y Big Local News analizaron cuidadosamente todos los estados del país para hallar los datos disponibles más recientes de escuelas públicas y privadas, así como los cálculos del censo de la población en edad escolar.

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En general, la inscripción en escuelas públicas disminuyó en 710.000 estudiantes entre los ciclos escolares 2019-2020 y 2021-2022 en los 21 estados y Washington, D.C., que proporcionaron los datos necesarios.

Esos estados vieron crecer la inscripción en escuelas privadas en más de 100.000 estudiantes. La enseñanza en casa tuvo un crecimiento mayor, al aumentar en más de 180.000.

Pero los datos detectaron a 240.000 estudiantes que no estaban inscritos en una escuela privada ni tampoco para enseñanza en casa. Sus ausencias tampoco podían explicarse por la pérdida de población, como la caída de las tasas de natalidad o las familias que se mudaron fuera de su estado.

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Existían más probabilidades de que en los estados donde el jardín de infantes es opcional hubiera un mayor número de estudiantes desaparecidos, lo que indica que los desaparecidos también incluyen a muchos estudiantes jóvenes que se quedaron en casa en lugar de comenzar la escuela.

Sólo California mostró más de 150.000 estudiantes desaparecidos en los datos, y Nueva York casi 60.000. Los cálculos del censo son imperfectos, así que la AP y Stanford realizaron un análisis similar para los años previos a la pandemia en esos dos estados. No encontraron casi ningún estudiante desaparecido, lo que confirma que algo fuera de lo común ocurrió durante la pandemia.

Es probable que el número real de estudiantes desaparecidos sea mucho mayor. El análisis no incluye datos de 29 estados, entre ellos Texas e Illinois, ni las cifras desconocidas de “estudiantes fantasma” que técnicamente están inscritos, pero rara vez se presentan en clase.

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Para algunos estudiantes fue imposible superar la pérdida de la conexión física con la escuela y los maestros durante el cierre de las escuelas por la pandemia.

José Escobar, un inmigrante de El Salvador, se había inscrito en el décimo grado del distrito de Escuelas Públicas de Boston cuando el campus cerró en marzo de 2020. La computadora portátil que le proporcionó la escuela no funcionaba y, debido a obstáculos burocráticos, el distrito no le entregó una nueva durante varias semanas. Su padre dejó de pagar las facturas telefónicas después de perder su trabajo en un restaurante. Sin ningún equipo tecnológico que funcionara durante meses, nunca se conectó a las clases remotas.

Cuando se reanudaron las clases en línea ese otoño, decidió dejar la escuela y buscar trabajo como ayudante de cocina. “No puedo aprender de esa manera”, aseguró en español. A los 21 años, aún es elegible para ir a la escuela en Boston, pero dice que es demasiado mayor para la escuela secundaria y necesita trabajar para ayudar a su familia.

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Otro estudiante de Boston se deprimió gravemente durante las clases en línea y estuvo hospitalizado durante meses. De vuelta en casa, se niega a asistir a la escuela o a salir de su habitación a pesar de la visita de al menos un maestro. Cuando su madre le pidió que hablara con un reportero, la maldijo.

Todos ellos son estudiantes que abandonaron la escuela de manera formal y cuyos nombres probablemente fueron borrados de las bases de datos de inscripción. Muchos otros que están matriculados no reciben enseñanza.

El año pasado en Los Ángeles, casi la mitad de los estudiantes estuvieron crónicamente ausentes, lo que significa que perdieron más del 10% del año escolar. Para los estudiantes con discapacidades, la cifra es aún más alta: según los datos del distrito, el 55% perdió al menos 18 días escolares. No es claro cuántos estudiantes estuvieron ausentes más de eso. El Distrito Escolar Unificado de la ciudad no respondió a las solicitudes de divulgar esos datos.

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CUANDO LAS ESCUELAS NO HACEN LO QUE SE ESPERA

Las autoridades de Los Ángeles han hablado abiertamente sobre los intentos de encontrar estudiantes no escolarizados y ayudarlos a superar los obstáculos que impiden que asistan a clases. Se han ofrecido servicios de lavandería y ayuda para la vivienda, pero para algunos estudiantes y sus padres, el problema radica en un sistema escolar que dicen que le ha fallado rutinariamente a sus hijos.

“Los padres se sienten abandonados”, asegura Allison Hertog, quien representa a unas tres decenas de familias cuyos hijos perdieron clases importantes cuando las aulas físicas de California cerraron durante más de un año, al inicio de la pandemia.

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Ezekiel West, de 10 años, está en cuarto grado de primaria, pero lee con un nivel de primero. Antes del cierre por la pandemia, fue trasladado de una escuela a otra porque los maestros no podían manejar su comportamiento impulsivo.

Durante el aprendizaje en línea, su madre no pudo obtener internet en casa y tuvo problemas con los puntos de acceso de wifi proporcionados por la escuela. Ella trabajaba como asistente de salud en el hogar y no podía monitorear a Ezekiel en línea.

Cuando él regresó a la escuela en el otoño de 2021 como estudiante de tercer grado, estaba frustrado porque sus compañeros de clase habían progresado más con el paso de los años.

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“No me sentía preparado”, dijo en una entrevista telefónica reciente. “No podía aprender tan rápido como los otros niños, y eso me molestó”.

Un juez administrativo falló que el sistema escolar de Los Ángeles violó los derechos de Ezekiel y le ordenó al distrito darle un lugar en una nueva escuela, con un plan especial que lo ayudara a volver a aprender y a confiar en los maestros. La escuela no siguió el plan, por lo que su madre dejó de enviarlo en octubre.

“No confío en ellos”, aseveró Miesha Clarke. Los funcionarios escolares de Los Ángeles no respondieron a las solicitudes de comentarios sobre el caso de Ezekiel.

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El mes pasado, Ezekiel se inscribió en una escuela pública en línea para estudiantes de California. Para matricularlo, su madre accedió a renunciar al plan de educación especial para él. A su abogada, Hertog, le preocupa que el programa no funcione para alguien con las necesidades de Ezekiel y busca otra opción con mayor flexibilidad.

Al menos tres de los estudiantes que Hertog ha representado, entre ellos Ezekiel, han dejado de asistir a la escuela durante largos períodos desde que se reanudaron las clases presenciales. Sus situaciones eran prevenibles, asegura: “Es muy vergonzoso que los sistemas escolares permitieran que esto se prolongara durante tanto tiempo”.

Cuando Kailani dejó de conectarse a sus clases virtuales durante la primavera de su segundo año, recibió varios correos electrónicos de la escuela que decían que ella se había ausentado. Entre dos y cuatro semanas después de que desapareció del Zoom de la escuela, su asesor de clase y su profesor de español le escribieron por separado y le preguntaron dónde estaba. Incluso el decano de estudiantes de la escuela le llamó a su bisabuela, su tutora legal, para informarle sobre la ausencia de Kailani de la escuela.

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No se comunicaron más, según Kailani. Ella comenzó a trabajar en un restaurante de la cadena Chipotle, tomando pedidos de clientes en el distrito financiero de Boston.

En diciembre, Kailani se mudó a Carolina del Norte para comenzar una nueva vida. Ahora enseña baile a niños de primaria. El mes pasado, aprobó los exámenes de equivalencia de la escuela secundaria. Quiere tomar clases de coreografía.

Sin embargo, al mirar atrás, ella sabe que las cosas podrían haber sido diferentes. Aunque no se arrepiente de haber abandonado la secundaria, dice que podría haber cambiado de opinión si alguien de la escuela hubiera mostrado más interés y atención a sus necesidades y la hubiera apoyado como estudiante de raza negra.

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“Todo lo que tenían que hacer era tomar acciones”, asegura Kailani. “Hubo muchísimas ocasiones en las que pudieron haber hecho algo y no hicieron nada”.

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Este artículo se basa en datos recopilados por The Associated Press y el proyecto Big Local News de la Universidad de Stanford. Los datos fueron recopilados por Sharon Lurye de la AP; Thomas Dee, de la Facultad de Postgrado en Educación de Stanford; y Justin Mayo, de Big Local News.

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El equipo de The Associated Press dedicado a temas de educación recibe apoyo de la Carnegie Corporation of New York. La AP es la única responsable de todo el contenido.

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