Luego del terrible siniestro en Ohio, Estados Unidos, donde un tren que se descarriló y derramó consigo una cantidad enorme de peligrosos químicos, buena parte del mundo se pregunta si será viable volver a habitar el lugar, pues temen que se trate de un caso como el de Chernobyl en 1986.
Autoridades norteamericanas han tratado de no hablar mucho del tema e incluso voltean a ver otros títulos como “los OVNIS chinos” en la frontera con Canadá o la reciente muerte de un líder del grupo criminal ISIS en Siria.
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Autoridades mencionaron a los habitantes que “el peligro inmediato ya había pasado”, sin embargo, las lecturas del aire y pruebas de químicos en el agua dicen lo contrario. Basta con ver la fauna que murió en la zona y que los lugareños califican con un “fuerte olor a químicos”.
“Hasta este momento, los funcionarios han estado buscando grandes amenazas inmediatas: explosiones o niveles químicos que podrían enfermar gravemente a alguien. Pero la limpieza y el monitoreo del sitio podrían llevar años”, relató la CNN.
La “solución al problema” del gobierno americano
El gobernador del estado, Mike DeWine, aseguró hace unos días que, aunque la calidad del aire en la ciudad era segura, los residentes cercanos al lugar del accidente tóxico debían beber agua embotellada como medida de precaución.
Un grupo de expertos ambientalistas y de salud se mantienen reacios a las declaraciones del gobernante pues consideran que, ante la poca información que revelan las autoridades, regresar a habitar el pueblo sería un terrible error que costaría generaciones poder remediarlo.
El cloruro de vinilo es es una sustancia química que puede provocar mareos, somnolencia y dolores de cabeza, mientras que la exposición prolongada puede causar daños hepáticos y una forma poco frecuente de cáncer de hígado, y fue utilizado para contener una posible explosión de químicos.
La quema controlada del cloruro de vinilo se usó para controlar los químicos que potencialmente pudieron haber explotado. “Llegaron a la conclusión de que era más seguro hacer la quema controlada que dejar que el material explotara y lanzara metralla por la ciudad”, aseguró DeWine, lo que calificó de una elección entre “dos malas opciones”.
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Otras de las preocupaciones de los expertos son las pruebas de perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS), sustancias que se encuentran en los sartenes antiadherentes y que no se desintegran tan fácilmente (con la exposición al sol, agua y aire del ambiente) como las anteriores.